Kaushik Basu, profesor de la Universidad de Cornell, execonomista jefe del Banco Mundial y asesor económico de la India, tiene un magnífico artículo en Project Syndicate (22/11/2025) acerca del viraje al autoritarismo, de gobiernos democráticamente elegidos.
En su revisión de la literatura, encuentra que el autoritarismo se va afirmando en pequeños pasos que terminan controlando completamente a la economía y a la sociedad.
No sólo es el control total de los poderes del Estado, sino que también lo hace con la educación y las artes.Creo que los gobiernos del MAS encajan muy bien en esa descripción. Tuvieron un control total del Poder Legislativo hasta que rencillas internas en ese partido lo erosionó.
También tuvieron un control total del Poder Judicial hasta la onceava hora. El Tribunal Constitucional sentenció que la Constitución Política del Estado era anticonstitucional (sic) para permitir la reelección de Evo Morales. Para las elecciones del 2014 nos sorprendió con el criterio de que con la Constitución de 2009 se estaba en otro país y que el presidente Evo Morales podía circunvenir la prohibición de reelección.
Por su parte, el gobierno del expresidente Arce empleó toda clase de triquiñuelas para impedir la elección oportuna de los altos magistrados y así seguir controlando el Tribunal Constitucional con jueces autoprorrogados para conseguir que, esta vez, Evo Morales no se pudiese candidatear.
En educación, la Ley Avelino Siñani no buscaba que los niños aprendieran las tres R, como dicen los americanos (lectura, escritura y aritmética), sino las supuestas historias de un pasado glorioso. Por poco -parafraseando a Basu- declaran que había una matemática pachamamista, diferentes de las matemáticas como las entiende el resto del mundo (por ejemplo 90x3 = 180 según Álvaro García Linera).
El ministro de Educación de la época se opuso a que los estudiantes tomaran la prueba de evaluación internacional PISA, con el extraño argumento de que era un instrumento neoliberal.
En las artes se impuso el pachamamismo y el socialismo real estaliniano. Todo lo que estuviera fuera de estos cánones era considerado colonial o de decadencia republicana.
Parecía que en el régimen anterior primaba la admiración por la Unión Soviética. Llamaron Casa del Pueblo, como el dictador rumano Nicolae Ceaușescu, al mamotreto de la calle Potosí.
Los símbolos patrios tradicionales fueron reemplazados por extrañas banderas y escudos, supuestamente prehispánicos, y hasta se le cambió el nombre al país.
Para el control total, los gobiernos autoritarios ponen en práctica un sistema de acusaciones inventadas contra sus oponentes políticos. Basu, citando a S. Guniev y D. Treisman, cuenta que Ceaucescu le dijo una vez a su jefe de seguridad: “Podemos encontrar innumerables maneras de deshacernos de los criminales políticos. Los podemos encerrar por peculado, especulación, incumplimiento de deberes, y todo lo que nos sirva”.
Suenan familiares esas declaraciones con lo que pasó durante los gobiernos del MAS. Vale la pena sacar lecciones para la actualidad de este triste pasado.
El capitán Lara es hombre de una idea fija: la lucha contra la corrupción. No está mal en sí, pero no está bien cuando la usa para ajustar cuentas con sus enemigos dentro de la Policía. Olvida que es Vicepresidente del Estado, no un comisario.
Trotsky acuñó el término revolución permanente. En paralelo, en el país se ha creado la cultura de la denuncia permanente, con la consecuencia no deseada de reducir la confianzas, tanto interpersonal como en las instituciones. La encuestadora internacional Latinobarómetro reporta números muy bajos de confianza en la población boliviana.
La confianza es uno de los ingredientes para el desarrollo, como lo hacen notar connotados economistas y cientistas políticos. Por cierto, hay que tomar en serio la lucha contra la corrupción, pero hay que hacerla mediante las instituciones llamadas por ley, con inteligencia, reuniendo todas las evidencias y no basándose solo en el “piensa mal y acertarás.” La presunción de inocencia es un derecho fundamental que debe respetarse en todos sus alcances.
Juan Antonio Morales es PhD en economía y fue presidente del BancoCentral de Bolivia.