El título proustiano de este artículo es engañoso ya que trata de algo más prosaico, la equivocada política cambiaria de los gobiernos del MAS y necesidad de corregirla sin perder más tiempo.
Sin abandonar la idea fuerza legada por el DS 21060, de mantener la unificación cambiaria, se tuvo hasta el 2011 un sistema de tipo de cambio fijo deslizante. La autoridad monetaria fijaba el tipo de cambio, tomando en cuenta las condiciones de mercado dadas por el bolsín. El tipo de cambio se movía en pequeños pasos. Se tenía como meta un tipo de cambio real (un tipo de cambio ajustado por inflación) competitivo pero subordinado a mantener la inflación baja. Este sistema le sirvió bien al país durante 25 años.
En los primeros años del gobierno del MAS se tuvo el superciclo de altos precios para las exportaciones bolivianas, lo que llenó de reservas internacionales al BCB. También el país tenía que enfrentar la subida del precio internacional de los alimentos, particularmente aguda el año 2008 y, para atenuar sus repercusiones en nuestra inflación, el tipo de cambio oficial se revaluó varias veces. El país podía permitirse estas revaluaciones porque las reservas internacionales eran abundantes por el benigno contexto para nuestras exportaciones.
Las revaluaciones, es decir la caída del precio en bolivianos del dólar, que el público coquetamente llamaba la devaluación del dólar, era algo inédito, pero era la política apropiada para el momento.
Es cierto que el bolsín, que había sido diseñado para vender dólares, se mostraba menos apto para comprarlos. Es en ese momento que pudiese haberse puesto en marcha un mercado competitivo de divisas, tanto para comprar como para vender. Para ello había una propuesta de doble subasta elaborada por funcionarios del BCB, pero que fue descartada por las autoridades del momento.
En noviembre de 2011 se decidió congelar el tipo de cambio, aunque manteniendo una banda estrecha de 10 centavos de boliviano entre el precio de compra y de venta por el BCB. Esta fue una desafortunada decisión. Tal vez hubiese tenido algún sentido si hubiese estado acompañada de una política fiscal estricta. La combinación de tipo de cambio fijo y de política fiscal expansiva originaría un poco más tarde los graves problemas que hemos estado sufriendo.
A lo mojado, llovido. YPFB, el gran proveedor de divisas, comenzó a mal funcionar. Tenía defectos congénitos desde la nacionalización.
Por otra parte, la política de bolivianización, deseable, pero mal llevada a cabo, con un tipo de cambio fijo y altas tasas de encaje legal para los depósitos en dólares, que hicieron bajar los intereses que se pagaban por ellos a niveles por debajo de los internacionales. Los bajos intereses crearon un incentivo para la fuga de capitales.
Como era de prever, el tipo de cambio fijo fue acumulando sobrevaluación, lo que quería decir que nos estábamos volviendo caros en dólares, con relación a nuestros socios comerciales, con la consecuencia de que desalentábamos las exportaciones de manufacturas y alentábamos las importaciones. El contrabando florecía, incluyendo el de los autos chutos, que presionarían sobre la demanda de combustibles.
El año 2015 se nos cayeron las exportaciones muy fuertemente. El gobierno, en vez de ajustar sus gastos, más bien los incrementó. Siguió manteniendo el tipo de cambio fijo, teniendo todavía las reservas internacionales para una devaluación que no se saliera de control. A partir de 2017 los grandes ahorristas, temiendo una devaluación, comenzaron a sacar dólares al exterior (y los exportadores a mantenerlos allí).
A fines del 2022, se estaba al frente de un cóctel explosivo: grandes y continuos déficit fiscales, sobrevaluación cambiaria, fuga de capitales y YPFB que hacía agua por todas partes. La situación viró de mal a peor.
Ahora no hay tiempo que perder. Rápidamente se tienen que hacer correcciones, tanto en las cuentas fiscales como en la política cambiaria. Hay varias propuestas, con pros y contras, de modificación de la política cambiaria. Con tino y coraje hay que tomar la mejor decisión y hay que explicarla bien al público, además que la está esperando.
Juan Antonio Morales es PhD en economía y fue presidente del Banco Central de Bolivia.
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