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De media cancha | 07/11/2024

Carlos Mesa, el no-político

Diego Ayo
Diego Ayo

La presidencia del Senado vuelve a caer en manos de Andrónico Rodríguez, prominente alfil del líder del MAS, Evo Morales. Su valor no reside en su talento como constructor de acuerdos, expositor de ideas/leyes, promotor del diálogo democrático. Su único talento procede de su condición de peón del caudillo. ¿Cuál es la lógica política que promueve Morales? Una lógica simple: tumbemos a Luis Arce y a David Choquehuanca para que nuestro joven sucesor asuma la presidencia.

Mantener a Rodríguez en el cargo es garantizar más días de bloqueo auspiciado tenaz e irresponsablemente por el viejo líder cocalero. El motivo es lograr su cometido: coronar al joven delfín. Evo Morales desea recuperar el poder y sabe que su boleto para arribar en ese puerto es mediante la llegada al poder de su pupilo. Para Evo, deshacerse de la perniciosa pareja de incapaces que gobierna Bolivia es un fabuloso aliciente si el sucesor constitucional fuera Andrónico. Comunidad Ciudadana, para nuestro lamento, ha rubricado ese aliciente apoyando la reelección de Andrónico.

¿Qué debió hacerse en esa disputa congresal? Lo que fuere conveniente con tal de impedir la reelección de Rodríguez. Presentar un candidato y hacer una gran campaña de prensa al respecto. Aunque luego se perdiera la elección, por lo menos se habría visto este resultado en los medios: Senador de Comunidad Ciudadana: 11 votos; Andrónico: 20 votos. “¡Ah, por lo menos lo intentaron”, diría la base no masista de Bolivia. Pero, como digo más abajo, se pudo ganar, no solo postular.

Impedir la reelección de Andrónico significaba terminar de liquidar el bloqueo cocalero. Impedir la reelección era promover la pacificación de Bolivia. ¡Morales bloquea porque Rodríguez es el sucesor! Bloquea para revivir al MAS a través de Rodríguez. Andrónico tenía 15 votos de los evistas y requería cinco votos de la oposición para reelegirse como presidente.

La oposición de Comunidad Ciudadana y Creemos, unidos tenían 13 votos y, con ello, la enorme oportunidad, logrando el apoyo de solo seis arcistas, de tomar el Senado (se necesitan 19 votos). Tras casi dos décadas de ausencia opositora en esa posición política –presidencia del Senado–, se prendía esa luz con el doble propósito: retomar el poder como oposición y excluir al MAS de Morales. Casi como meter dos goles con una sola pelota.

¿Qué pasó? Carlos Mesa no estuvo a la altura. ¿Por qué? Porque Mesa ve la política como la venta de un producto: “yo vendo mi imagen y gano con ello”, pareció decirnos Mesa sin sentir la obligación de hacer verdadero trabajo político. Como si fuera suficiente su mera presencia, igual que cuando salía en la tele, para lograr éxitos políticos. Pero hablando desde el palco no se ganan elecciones.

Eso explica esta maniobra contra la Bolivia democrática: aupar al sucesor del MAS. ¿Por qué lo hizo, por qué lo hace? Por lo mismo que su bancada tuvo muchas dificultades de presentar una agenda programática clara. Tengo entendido, por ejemplo, que nunca propuso alguna ley elaborada por senadores y diputados de ese partido de forma conjunta.

El líder no estuvo para fijar esa agenda, motivar a sus representantes, viajar con ellos, buscar apoyos internacionales, tomar una cerveza, nada. Esto significa algo dramático: no tuvimos una oposición firme y convencida de que se le puede ganar al MAS.

Mesa no construyó siquiera un partido político. La sigla prestada ya se marchó. Él y sus más cercanos dirigentes tuvieron seis años para tener esa sigla propia y organizarse como una verdadera institución política moderna. Rodearse de alguito de pueblo. Don Carlos rebatió a quienes pedían cuentas y canceló a ese eventual partido, que nunca pudo ser. Lo que tuvimos fue a un líder que nos hizo alucinar con su fascinante oratoria, pero que no estaba acompañada de acción política real.

Al final fue más o menos como Adidas publicitando zapatillas con bonitos comerciales. Eso fue Mesa: un promotor de comerciales políticos que hoy se desentiende de lo que sucede en la Asamblea. Este es ejemplo de desperdicio de capital político. La campaña electoral de 2020 fue una evidente no-campaña: perdió el voto de Santa Cruz y no logró sacar más que vergüenza en las elecciones subnacionales del año siguiente. Hoy Mesa preserva un entorno reducido y poco crítico y, como vimos, una bancada parlamentaria vigorosa, pero ¡a favor de Evo!

No sabemos a ciencia cierta por qué Comunidad Ciudadana apoyó a Andrónico, pero sabemos que Mesa, en seis años, estuvo absorto viendo la liga española y la Champions League en ESPN; el campeonato de tuncuña de Rio Seco lo vio en vivo.

Este es un caso de no-partido, de no-estructura, de no-territorio, de no-personería jurídica, de no-pueblo, de no-militantes, de no-alcaldes, de no-gobernadores, de no-sindicatos, de no-juntas vecinales. De no-política. Y de no-oposición.

Diego Ayo es PhD en ciencias políticas.



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