Una de las tesis generales más repetidas sobre la naturaleza de nuestro país es que hay dos Bolivias. No siempre se enuncia esa división con mucha precisión, pero generalmente se refiere a lo rural y lo urbano, o lo indígena y lo criollo, o, incluso, nosotros y ellos.
Evidentemente, cualquier sociedad puede ser dividida en dos de varias maneras. A las mencionadas podríamos añadir, derechosos e izquierdosos, anclados en el pasado y obsesionados con el futuro, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, o, una de las más importantes; andinos y orientales, etc.
Las últimas elecciones han mostrado la relevancia de esta última.
Todas las divisiones honestas son válidas, pero la existencia de dos ya basta para admitir la existencia de cuatro grupos. Por ejemplo: cambas jóvenes y viejos, collas jóvenes y viejos. Si esta partición en cuatro es interesante o meramente taxonómica, depende de lo que se quiera hacer con ella. De la misma manera se podría seguir partiendo a la sociedad en más unidades de análisis.
Un ejemplo de cómo se puede caracterizar un grupo con el cristal del lirismo, lo ofrece Roger Castellón en un artículo reciente (BD, 3/12/25):“Santa Cruz se ha consolidado [] por la fuerza de su gente, su espíritu emprendedor y su cultura de cooperación pragmática. [] La cultura cruceña no se define por un discurso ideológico, sino por una práctica concreta: trabajar, producir, recibir al que llega, competir sin miedo y abrir caminos sin esperar permiso.
Supongo que algo similar se podría decir de la austeridad, minuciosidad y diligencia collas, su lealtad a toda prueba con los amigos y familiares, y otras cosas que se dicen.… ambas caracterizaciones cerrando los dos ojos a los defectos humanos universales que se manifiestan de cada región a su estilo y que no voy a mencionar para no ofender a unos ni otros.
La pregunta obvia es si se puede dar rigor a este ejercicio y he encontrado una respuesta en un libro reciente, Brasil no espelho (Brasil en el espejo), de Felipe Nunes, quien hace un análisis muy cuidadoso aplicado a ese país, que más abajo trasladaré en versión resumida al nuestro.
Para su trabajo, Nunes parte de la teoría propuesta por Ronald Inglehart y sus colaboradores al inicio de los años 2000. Según esta, “la cultura de una sociedad y el comportamiento de las personas son influenciados por sus percepciones de seguridad o inseguridad”. Es decir, por sus percepciones de riesgo e incertidumbre.
A partir de esta premisa, dicha tesis propone clasificar las sociedades a partir de valores, usando dos ejes: el primero que va de un extremo, que llama de supervivencia (valores que priorizan la seguridad material), al otro extremo, llamado de autoexpresión (valores que priorizan nociones subjetivas de individualidad y tolerancia). El segundo eje va del extremo tradicional (religión, familia, patriotismo) a lo que la teoría llama secular (modernidad).
Estos dos ejes definen cuatro cuadrantes en los que se puede, según esta teoría, poner cualquier sociedad para efectos de comparación. Los países nórdicos, por ejemplo, están en el extremo alto de los valores de modernidad y autoexpresión, mientras que Libia y Zimbabue están en el otro extremo, con Brasil y México ahí por el medio.
De la aplicación de esta teoría a Brasil, Nunes muestra dos resultados muy interesantes; el primero es que su aplicación al país como una sola sociedad muestra una evolución circular, de manera que el país de 2023 se parece más al de 1997 que al de 2006. Es decir, estas clasificaciones no son estáticas.
Sin embargo, las agregaciones borran la riqueza de las diferencias, como lo hace notar el propio Nunes. Para hallar más luz, discriminando por edad, sexo y región, su análisis arroja 17 Brasiles. Este resultado no es en sí sorprendente, pero muestra un camino riguroso de clasificación que lleva a una mayor riqueza de resultados que nuestras divisiones primarias en dos Bolivias.
Nunes usa para su análisis la base de datos disponible en el World Values Survey (WVS). Afortunadamente para nosotros, esta base contiene datos sobre Bolivia, que fueron recogidos por la organización CIUDADANÍA en 2017. El documento está en su sitio web.
Sus conclusiones principales aquí resumidas son:
En la sociedad boliviana predominan los valores conservadores, tradicionales y religiosos.
Los niveles de confianza interpersonal son muy bajos en Bolivia, lo que contrasta con una participación social relativamente alta.
La sociedad boliviana muestra escaso apego a los valores que sostienen el capitalismo, se siente relativamente satisfecha con su vida, desconfía de la tecnología y prefiere el medio ambiente sobre el desarrollo económico.
El orgullo nacional de los bolivianos es alto.
Persisten en la sociedad boliviana valores y percepciones que refuerzan la inequidad de género.
En el sitio del WVS están los datos que sustentan estas conclusiones y otras. Algunos de los resultados me parecen contraintuitivos, pero ahí están para el análisis de los interesados.
En las variables estudiadas hay diferencias regionales, de género y generacionales. Los jóvenes son más felices que los viejos, los jóvenes confían menos en la Iglesia y en los partidos que los mayores, ningún grupo confía mucho en la prensa, la abrumadora mayoría no confía en la Justicia, solo un cuarto cree que al que madruga Dios lo ayuda; quizá una clave de su rechazo al capitalismo.
El 80% no percibe comportamientos racistas, para dos tercios la mayor preocupación es perder su trabajo (mujeres más que hombres), pero mayor aún en no poder dar buena educación a sus hijos (mujeres más que hombres), la igualdad es más importante que la libertad, sobre todo entre los jóvenes (61%, contra 45% de los mayores) y las mujeres más que los hombres. El crecimiento económico es lo más importante como objetivo nacional, y más para hombres que para mujeres, el orden es más importante para los hombres que para las mujeres, el 98% cree en Dios, con pocas diferencias por género o generación.
Es decir, dando pie al título de este artículo, un análisis más detallado de nuestras percepciones y valores nos muestra muchas Bolivias. No se trata de pelear por decir si hay dos, diez o doce Bolivias, sino de señalar la relevancia de estos estudios que permiten pasar de la apreciación general al rigor del conocimiento basado en datos reales que nos llevan fuera de las burbujas sociales desde las que solemos opinar.
El estudio mencionado ofrece verdades trabajables, que deben servir para entender mejor lo que de verdad es Bolivia en lo social y lo que debemos esperar de las reacciones ciudadanas en este gran y diverso país, cuestión de gran relevancia para un análisis político que vaya más allá de la intuición, por valiosa que esta pueda ser como punto de partida para las tesis.
Jorge Patiño es escritor boliviano.