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Según el Diccionario de la Lengua Española, la palabra “monigote”, en términos coloquiales, significa persona ignorante y ruda, de ninguna representación ni valer. Otra acepción refiere a persona sin carácter que se deja manejar por otros.

Según el mismo diccionario, los sinónimos son más deliciosos: monigote equivale a títere, marioneta o pelele. Y bueno, al final, a veces cuesta entender quién es el títere o el titiritero. Lo que sí está claro es que estamos infestados de monigotes, vale decir, de personas sin carácter ni valor. En síntesis, librados a nuestra suerte y abandonados por los peleles.

¿Es de recibo escuchar amenazas de fuste golpista y ver que toda la institucionalidad estatal puede ser desafiada y arrinconada a vista y paciencia de todos? En materia penal (delitos), el país cuenta con una arquitectura jurídica suficiente y razonable. Su activación está contemplada en la misión institucional del Ministerio Público, cuya acción es la de promover la justicia, asegurando que los delitos sean investigados y que los responsables sean llevados ante la ley.

Por tanto, hace tiempo debió actuar de oficio. Pero, ¿escucharon en algún momento un pronunciamiento enérgico de esta institución? Seguro que no, porque está plagada de monigotes.

Asimismo, la alteración del orden público equivale a la comisión de delitos. Para eso, se cuenta con una institución denominada Policía, cuya misión es conservar el orden público, manteniendo la paz y la tranquilidad social, previniendo alteraciones del orden. Más importante aún, defender a la sociedad, proteger a los ciudadanos, sus bienes y derechos, contra la comisión de delitos y otras manifestaciones antisociales.

Aparte de colocar tramperas por doquier y hacer batidas a toda hora y en cualquier lugar, ¿sienten que existe una institución que nos defiende? Pues no, está repleta de monigotes.

Cuando la paz social se ve amenazada y la seguridad del país entra en peligro, supuestamente existe una institución creada exclusivamente para protegernos de cualquier ataque que amenace nuestra integridad. Nos referimos a las Fuerzas Armadas (FF. AA.). Escuchen bien: fuerzas, pero además armadas; o sea, tienen armas, aunque esta tautología suene ridícula.

Tienen la misión de garantizar el imperio de la Constitución Política del Estado y la estabilidad del gobierno legalmente constituido. ¿Será que podemos ir a descansar con la tranquilidad de que contamos con hombres dignos y valientes, formados para la defensa de la integridad del país? Presumo que no. Pero en este caso, las FF. AA. nunca actuarán de oficio; requieren la firmeza de un Capitán General de las Fuerzas Armadas, no de un monigote.

Así que, si el país está abandonado y asediado por organizaciones criminales, a alguien le falta inteligencia y firmeza para activar la instancia que nos podría proteger de las minorías delincuenciales. Pero no, estamos abandonados.

Si existen denuncias casi diarias de corrupción en el Estado, además vinculadas a las más altas esferas, en teoría existe una institución denominada Contraloría General del Estado, que supuestamente debiera ser un pilar fundamental en la lucha contra la corrupción y en el fortalecimiento de la gestión pública, asegurando que los recursos públicos sean utilizados de manera correcta y en beneficio de la población boliviana.

¿Escucharon alguna vez que una autoridad haya sido investigada por la Contraloría ante un aluvión de denuncias? Pues no, está atiborrada de monigotes.

Si la destrucción del medio ambiente es una realidad constatable, cuyas acciones además son irreversibles, nadie podrá alegar la ausencia de normas para proteger a la supuesta madre tierra. De hecho, hoy la naturaleza es sujeto de derechos, algo muy “cool” o avant-garde.

Empero, en 2024 Bolivia se ubicó como el segundo país con mayor pérdida de bosque primario tropical, con un alarmante aumento del 200 % en la pérdida arbórea. No termina ahí: Bolivia es uno de los países con mayor contaminación de sus ríos por mercurio en América Latina, y es señalada como el segundo emisor de mercurio en la región.

Supuestamente contamos con un Ministerio de Medio Ambiente y otro de Minería. ¿Pero qué creen? Pues sí, otros monigotes moran ahí.

Vivimos en un caos constante y sin brújula. Cada veinte años damos un giro de 360 grados y retornamos a fojas cero. La lógica circular nos condena.

Cuando nos preguntamos dónde radican las razones estructurales del éxito o fracaso de las naciones, el foco de atención se centra en una en particular: el valor de sus instituciones. Ahí radica el quid del asunto. Por eso, para que un Estado funcione razonablemente, primero debemos contar con instituciones abocadas a construir institucionalidad.

Al mismo tiempo, las mismas no pueden funcionar con monigotes. No obstante, al final del día uno se pregunta: ¿serán monigotes o en realidad son ladinos (bellacos)? Dejo la pregunta abierta.



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