Me sorprende la afirmación del DS 5503 en sentido de que Bolivia está en estado terminal. Pasada esta difícil coyuntura y esperando que concluya con resultados positivos, es necesario pensar con optimismo y resolver algunos importantes problemas estructurales.
La crisis se ha desencadenado por tres factores: la brusca caída de la renta de los hidrocarburos, el crecimiento del consumo de las administraciones públicas y de los hogares y la poca inversión, especialmente, privada. Continuar afirmando que la crisis se desató por la corrupción de los gobiernos anteriores es peligroso, porque si no se la para, alguna gente podría pensar que la corrupción continua.
La renta de los recursos naturales en el periodo del boom (2006-2016) llegó a 10,4% del Producto Interno Bruto (PIB) en promedio anual, correspondiendo el 7,1% a los hidrocarburos. Fue un periodo de ingresos millonarios. Pasado el boom, la renta de los hidrocarburos bajó al 2,8% del PIB, propinando un serio golpe a la economía, en especial a las finanzas públicas.
Se pudo aprovechar la bonanza para aumentar las inversiones de manera a echar bases para un desarrollo sostenible, pero no se lo hizo. Una parte importante se la gastó en el consumo público y privado.
El consumo de las administraciones públicas creció 3,2 y el privado 2,8 veces más rápido que la población. El crecimiento del consumo ayudó a superar déficits históricos en alimentación y vivienda, y a mejorar las condiciones de vida de la población, pero compitió con la asignación de recursos para la inversión.
Durante el boom, la Formación Bruta de Capital Fijos (inversión) llegó al 18,4% del PIB en promedio anual, fue superior al del periodo anterior, pero se podía haber esperado que se alinee al promedio latinoamericano del 24%.
La inversión pública llegó a 10,3%, la privada nacional al 5,3% y la extranjera al 2,9%. La inversión privada nacional, fuera de ser muy reducida, estuvo esencialmente orientada a la construcción de edificios y viviendas, lo que hizo cambiar la fisionomía de las principales ciudades de Bolivia, dotándolas de inmuebles modernos y ampliando las áreas urbanas.
El lado preocupante de estas inversiones es que compitieron con recursos orientados a la ampliación del capital para actividades productivas.La crisis se desató por la merma de la renta de los hidrocarburos, el crecimiento del consumo y la poca inversión. El sector público fue el más afectado, pues una parte importante de estas rentas le servían para mantener equilibrado su presupuesto.
No todo está mal, pero es diferente. Independientemente de la subevaluación de las exportaciones, debido a la política de los bancos de negarse a entregar los dólares que producen, se puede estimar que se encuentran en un buen nivel: $us 3.000 millones en oro. Otro tanto en los otros minerales y una suma parecida en productos agropecuarios, más unos 2.000 millones en hidrocarburos, haciendo un total de $us 11.000 millones.
Suponiendo que el encarecimiento del precio del dólar disminuya en algo las importaciones, no deberíamos tener problemas en Balanza de Pagos y en la medida en que el gobierno pueda solucionar los problemas con los bancos, tampoco deberíamos tener problemas en el mercado cambiario. Esperemos que no se abarate las importaciones disminuyendo aranceles.
En el occidente del país, el sector privado informal es pujante, lleno de iniciativas y le va bien. En el oriente, se tiene una agroindustria potente con millonarios ingresos de exportación. La vida transcurre tranquila en un ambiente de comodidad. Sin embargo, hay algunas razones de gran preocupación para el futuro inmediato.
Uno de ellos es saber si Bolivia puede retomar en el futuro su importancia en la producción de hidrocarburos. La información disponible sobre las reservas probadas y probables es por demás confusa. Tampoco existe certitud sobre la conveniencia de apostar a la producción y exportación de litio, mucho menos de hierro del Mutún. Todavía no hay programas o proyectos para impulsar la industria manufacturera ni la agricultura del occidente.
Los buenos resultados del sector privado no contribuyen a mejorar las finanzas públicas que ya no cuentan con los ingresos del gas y que enfrenta dificultades para cobrar tributos a tres importantes sectores privados: la minería cooperativista, la agroindustria y el pujante sector informal. Este es uno de los principales problemas que debe ser resuelto el próximo año.
Estamos frente a un importante periodo de transición que todavía no sabemos como enfrentarlo. El debilitamiento económico del sector público hará cada vez más difícil el cobro de impuestos para mantener los servicios públicos (educación, salud, etcétera), que corren el peligro de deteriorarse. Las inversiones públicas podrían disminuir y si las inversiones privadas se mantienen en bajo nivel, el crecimiento y el empleo podrían verse afectados.
Se requiere pensar en cómo resolver estos problemas.
Rolando Morales es economista.