La noticia de Brújula Digital respecto a los millonarios negocios de los hijos del presidente Arce es una bomba que debería hacer reventar todos los ventanales de la llamada Casa del pueblo. Aunque tenemos referencias claras de que el gobierno de Evo Morales no fue transparente y sabemos que hubo muchos casos de enorme corrupción, no hemos tenido una prueba directa de que el señor Morales se hubiera enriquecido de forma ilegal; más allá de que sus ingresos como Presidente no cuadran completamente con la modesta fortuna que acumuló a lo largo de los 14 largos años.
El actual Presidente fue ministro de Economía prácticamente durante toda la gestión de Morales, con la pausa que tuvo que hacer debido a sus problemas de salud. Es en ese episodio que se puso en evidencia que el entonces Ministro no tenía un seguro médico privado razonable y por eso tuvo que recurrir a apoyos de kermeses. Entonces surgieron las primeras dudas sobre su capacidad en cuanto al manejo la economía de una familia o de un país. Seamos claros: Arce fue ministro de Economía durante todo el período evista. Antes, durante los gobiernos llamados neoliberales, fue un funcionario de escaso relieve en el Banco Central de Bolivia.
Su esposa fue gerente del Banco Unión. Tenían ingresos muy sólidos (e inimaginables para la mayoría de los bolivianos) y no se les ocurrió contratar un seguro privado eficiente, teniendo la posibilidad de hacerlo. Penoso para un ministro de Economía.
El desastre económico actual es producto de la política económica del gobierno de Evo Morales, del que Arce fue, en el plano económico, discúlpeseme la redundancia, el principal responsable. Casi se podría decir, si se creyera en esas cosas, que es karma. A Arce le ha tocado enfrentarse, como Presidente, a todos los errores cometidos en sus años de ministro; mientras que a la mayoría de los bolivianos le ha tocado pagar con el sudor de su frente el absurdo de haber elegido una y otra vez a Evo Morales y, al final, a Arce. La tragedia es que, en este caso, justos están pagando por pecadores.
Pero en medio de esto, lo inaceptable es que la familia del Presidente haya logrado enriquecerse mientras el resto de los bolivianos empobrecía de una manera estrepitosa. La mayoría de los bolivianos tienen, si calculamos su patrimonio en dólares, o en soles, la mitad de lo que tenían antes.
Los hijos del Presidente deben explicar claramente cómo fue que pudieron acceder a un crédito tan abultado, de nueve millones de dólares, cuando tenían 20 y 25 años de edad. Y, aclaremos que aquí, si hay una irregularidad, no se trata de hacerla compartir con la institución financiera que concedió el crédito, más allá de que con seguridad incumplió con las normas elementales del buen manejo bancario. Aquí, en primera instancia, se debe enfocar este asunto como un abuso de poder que, obviamente, puede haber decantado en tráfico de influencias.
Una renuncia del Presidente en estos momentos sería un riesgo para el proceso electoral y para la democracia, pero no quepa la menor duda de que el Presidente no merece la menor confianza. No sólo es un mal economista; su honorabilidad y su honestidad están en duda.
Agustín Echalar es operador de turismo.