La Paz, 04 de octubre de 2024
¿Y si la ciencia tiene la razón? ¿Y si la
dicotomía hombre-mujer es solo una simplificación reduccionista de una realidad
mucho más compleja? ¿Y si la biología nos revela la existencia de cinco, o
incluso más, sexos distintos?
Hoy, la ciencia nos ofrece pruebas fehacientes de una profunda transformación en nuestra comprensión de la masculinidad, la feminidad, la heterosexualidad y la homosexualidad. Lejos de ser conceptos estáticos, estas nociones han evolucionado dinámicamente, impulsadas por rigurosos estudios científicos y debates teóricos sobre el sexo, el género y la orientación sexual, abriendo paso a avances significativos en materia de derechos humanos.
Una figura fundamental en este proceso fue la científica estadounidense-sueca Nettie Stevens, pionera en citogenética a principios del siglo XX. Sus investigaciones con células germinales revelaron la configuración cromosómica X-Y, esencial para la determinación del sexo. Stevens demostró que los espermatozoides portadores del cromosoma Y son responsables de la descendencia masculina al fecundar óvulos, mientras que aquellos con el cromosoma X dan lugar a hembras.
Este hallazgo revolucionario allanó el camino para que la ciencia del siglo XX, desde diversos campos, develara la diversidad sexual en toda su amplitud, incluyendo la intersexualidad y otras variantes que van más allá de la dicotomía hombre-mujer. Además, inspiró a generaciones de científicos a explorar las complejidades de la biología y el género.
Si bien la determinación cromosómica del sexo develada por Stevens no recibió el reconocimiento que merecía en su época, sus descubrimientos sentaron las bases para lo que la biología sería en décadas posteriores, produciendo profundos e importantes cambios en esta disciplina.
En 1993, la científica estadounidense Anne Fausto-Sterling lanzó un potente desafío a la noción tradicional de que solo existen dos sexos biológicos. En su influyente artículo titulado “Los cinco sexos”, publicado en la revista “The Sciences”, Fausto-Sterling presentó una teoría revolucionaria que cuestionaba la visión binaria del sexo. Su propuesta se basaba en una amplia investigación que evidenciaba la existencia de casos en los que la identidad sexual no se ajusta claramente a las categorías de “hombre” o “mujer”, debido a una combinación diversa de características masculinas y femeninas.
Fausto-Sterling criticaba la clasificación dicotómica tradicional del sexo, que la reducía a dos opciones rígidas: “masculino” y “femenino”. Consideraba que este enfoque era demasiado simplista y no representaba la complejidad de la biología humana. Para ello, proponía un modelo alternativo que reconocía cinco sexos, que no solo incluía a machos y hembras, sino también a herms (personas nacidas con testículos y ovarios, conocidos como hermafroditas verdaderos), merms (pseudohermafroditas masculinos, que nacen con testículos y algún aspecto de genitales femeninos) y ferms (pseudohermafroditas femeninas, que tienen ovarios combinados con algún aspecto de genitales masculinos).
Este enfoque más amplio y comprensivo reconocía la diversidad sexual en toda su complejidad, desafiando la tradicional dicotomía hombre-mujer y el binarismo de género. Fausto-Sterling enfatizaba que la asignación de sexo al nacer no es un punto final, sino el inicio de un proceso más complejo y multifacético que involucra factores biológicos, sociales y culturales.
En el año 2006, en un contexto marcado por los avances científicos y las pujantes reivindicaciones sociales que cuestionaban el binarismo de género, la discriminación y la violencia contra las personas LGBTIQ+, nacieron los Principios de Yogyakarta. Este hito histórico estableció estándares internacionales, con el objetivo de garantizar la plena igualdad de derechos para todas las personas, sin importar su orientación sexual o identidad de género.
Recientemente, Naciones Unidas emitió un comunicado contundente alertando sobre las amenazas que enfrentan las comunidades LGBTIQ+ y el preocupante retroceso en la agenda de derechos humanos. El organismo reafirmó su compromiso con la defensa de los derechos de todas las personas, incluidas las LGBTIQ+, y reiteró el mensaje del Secretario General António Guterres: todas las personas merecen los mismos derechos y deben vivir libres de violencia, persecución, discriminación, acoso y estigma.
A pesar de los avances logrados en algunos países, la discriminación contra las personas LGBTIQ+ persiste de forma alarmante. Naciones Unidas estima que 2.000 millones de personas viven en contextos donde las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo están penalizadas, y al menos 42 países las penalizan explícitamente. Las personas transgénero, especialmente las mujeres trans, enfrentan una mayor vulnerabilidad debido a leyes discriminatorias que las criminalizan.
En un mundo convulso, donde la violencia y los conflictos parecen dominar el panorama, la lucha pacífica por los derechos humanos se vuelve aún más crucial. La teoría de los cinco sexos, desafiando el binarismo de género y las ideologías conservadoras, continúa revolucionando los mecanismos opresivos del patriarcado y la homofobia.
La ciencia, como herramienta fundamental, nos permite comprender mejor la complejidad de la naturaleza humana y la diversidad de la sexualidad y el género. A través de estudios rigurosos, se desafían las normas establecidas y se promueve una visión más inclusiva y respetuosa.
Es necesario cuestionar las estructuras patriarcales y las creencias arraigadas que perpetúan la discriminación. La blasfemia de los cinco sexos, como concepto disruptivo, es fundamental para redefinir nuestras nociones tradicionales como el binarismo sexual y genérico. La ciencia y la acción social, unidas en este propósito, son esenciales para construir un mundo más justo e inclusivo para todas las personas.
En cuanto a las iglesias, su responsabilidad es gigantesca, porque deben enfrentar sus cimientos corroídos, su milenaria historia de abuso sexual, misoginia y pedofilia. La moralidad no puede ser predicada por aquellos cuyas instituciones han perpetuado el sufrimiento de miles de víctimas en nombre de la fe y la divinidad, amparados en una sotana o un crucifijo… ¡demasiada blasfemia!
Patricia Flores Palacios es comunicadora social y feminista queer.