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En voz alta | 10/11/2025

Noviembre, seis años después

Gisela Derpic
Gisela Derpic

Noviembre, mes alusivo al romance y nostalgia de una primavera a medio camino en el sur del planeta, memoria de tiempo de lluvias desordenado por las dramáticas fluctuaciones del cambio climático revolviéndolo todo.

Gotas de agua estrellándose vitalmente piadosas sobre la tierra sedienta, haciéndose melodías cristalinas y cadenciosas, música cual la de November rain de Guns N’ Roses. Sí, con reclamo lírico casi desesperado por el derecho a un tiempo en soledad después de un fracaso desgarrador del corazón al llegar el convencimiento de haberse agotado del todo una ilusión. 

Noviembre, penúltimo mes del año, en Bolivia más de una vez precedido por un octubre de conflicto agudo encendido a nombre de reclamos indignados a causa de desengaño y frustración, fundados o no, grandes o no. Motivos para la violencia contra el poder y desde él. Con secuelas funestas de llanto y luto también. Luchas por derechos o caprichos, con sed de justicia o venganza, de redención o de resentimiento.

Conflictos evitables a condición de asumirse la imperfección de la realidad y el desafío de perfeccionarla con lo único que puede lograrlo: la democracia como forma de vida efectiva, cultura vigorosa fundada en el reconocimiento del otro como igual en dignidad y, por tanto, ante la ley. Con respeto a la pluralidad, a la minoría y a las divergencias.

La democracia, lugar donde los diferentes encuentran los comunes denominadores que les unen, alrededor de los cuales el diálogo lleva al consenso sobre las necesidades y los problemas prioritarios, y se puede avanzar en paz hacia su satisfacción y solución sin pausa y sin prisa. Siempre y cuando haya buena fe, y nadie haga trampa ni pretenda sojuzgar a nadie. Apuesta por la convivencia fraterna.

Conducta opuesta al adoctrinamiento con destinatario colectivo, garantía de exacerbación de la fuerza de las catervas, aniquiladora de la conciencia y de la libertad de los individuos bajo promesa del reino de felicidad, embuste permanente por su simplismo, su imposibilidad.

De cualquier modo y con base en un entrenamiento de largo alcance, en varios noviembres recientes el telón fue abierto para nuevas puestas en escena de la obra histórica del país.

Así ocurrió en 2019, cuando el hastío por la angurria de poder de los violentos corruptos, depredadores de la naturaleza y de las niñas, maestros de la impostura y del abuso superó en las mentes y en los corazones de los ciudadanos a la aceptación de la propaganda y al terror ante la represión.

Hastío con desemboque en la convicción que los animó a apostarse en las esquinas y las rotondas de las ciudades, donde se detuvieron para confirmar que “Bolivia dijo NO” desde el 21F de 2016. Hoy y mañana.

Convicción que los sobrepuso a las flaquezas objetivas de todo pueblo inerme ante la violencia estructural de la dictadura llevándolos a impedir la consumación del cínico fraude perpetrado por la MAS, grande reserva inmoral de la historia postmoderna del país.

Aquel 10 de noviembre de 2019, efeméride del surgimiento del portentoso centro minero asentado a los pies del vientre argentífero de la patria, el Potosí piedra angular de la bolivianidad, al cabo de 21 días de una ejemplar rebelión pacífica, el tirano renunció. La masa desarmada, plantándose con persistencia en su movilización cívica, se hizo pueblo. Sí, sujeto político decisor de su destino democrático negándose a aceptar la arbitrariedad.

Sobrevino pronta frustración, consecuencia de una combinación compleja de factores que dejaron claro que el camino no podía ser otro que aquel marcado por una democracia aparente, despojada de sus cualidades, pervertida y subalternizada por el poder abusivo que incluye las redes transnacionales de las organizaciones criminales.

Caricatura de democracia defendida a rajatabla por quienes consienten a las dictaduras en los organismos internacionales y la academia, facilitándoles asientos de primera fila y respaldo para que sigan vulnerando los derechos humanos. Como en Cuba. Como en Venezuela. Aquí igual.

Aprendizaje admirable de los bolivianos: apuesta por la salida institucional, así sea limitada. Opción por dar el veredicto con los votos en las urnas. Sin caer en la tentación violenta de los mismos de siempre. Aguantando las adversidades y las náuseas por el cinismo de los corruptos e incapaces reincidentes criminales, impunes hasta ahora. Sí, impunes hasta este 8 de noviembre de 2025, seis años más tarde. Con miras de pagar por la victoria electoral sobre la dictadura, lograda contra todo pronóstico y pese a sospechas sembradoras de derrotismo. Envuelta en incertidumbre por las señales de tormenta amenazantes desde muy cerca al Presidente que se estrena. Llevando a hacer votos para que capee ese y otros temporales.

A prometer contribuir desde todos los flancos a la restitución y fortalecimiento de la democracia. En acto principal de homenaje al Bicentenario de la República de Bolivia, refundándola al gritar de nuevo “¡Bolivia dijo NO!” porque preferimos “¡morir antes que esclavos vivir!”. 

Gisela Derpic es abogada.



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