Una encuesta reciente ha evidenciado que el apoyo al presidente Rodrigo Paz Pereira alcanza a 60% después de un mes de haber asumido el mando del Estado. Nada mal si se toma en cuenta que su candidatura comenzó en las elecciones generales pasadas con escasas posibilidades de llegar al tercer lugar.
Más allá de la explicación del fenómeno de su victoria, la evolución favorable para él comenzó a raíz de las primeras señales que dio después de ganar la segunda vuelta. Una de las más importantes fue la reposición del Escudo Boliviano como símbolo principal del Estado, radical posición de retorno a los valores republicanos. Como su felicitación a María Corina Machado por el Nóbel, y su decisión de no invitar a ningún dictador a su posesión.
Se añadió su firmeza frente a los dichos y hechos del peor que Melgarejo refugiado en el Chapare, habiendo respondido el Presidente Paz muy bien, sin perder decencia y sin descender al estilo vulgar del susodicho. Igual que las acciones tomadas para mejorar la posición de Bolivia en el mundo, la eliminación de algunos impuestos que asfixian a la iniciativa privada y la decisión del Ministerio de Educación de arrinconar la carga burocrática en pro de la calidad de la gestión educativa.
Finalmente, tiene mucho que ver en el apoyo ganado la campaña que viene realizando el Primer Mandatario desde el día de su posesión, sin variaciones respecto de la previa a la primera y segunda vueltas electorales. Sí. Y está fuera de discusión que Rodrigo Paz Pereira posee un talento histriónico innato y es incansable para ir de aquí para allá, y saludar a diestra y siniestra mientras derrocha grandes dosis de simpatía, que marcan la diferencia entre él y los de antes.
Es tan fuerte la impresión que provoca, que cuando se acerca a las personas, estas quedan encantadas al recibir una cariñosa palmadita en la espalda, un apretón de manos o, mejor aún, un abrazo o un beso en la mejilla, siendo la tutti aparecer con él en esos simpáticos videos que luego se viralizan en las redes sociales.
En medio de todo, la repetición de “¡la patria, la patria, la patria!”, “¡Bolivia, Bolivia, Bolivia!”, “¡Bolivia en el mundo y el mundo en Bolivia!”, esas consignas que ya han calado en una buena parte de la población, enhorabuena.
Sin embargo, esa suma de aciertos, publicidad a costo cero en honor a la verdad, no alcanza. En palabras de Ronald Nostas Ardaya, en su artículo publicado el 10 de diciembre en Datápolis –bajo el título, “La urgencia de decisiones difíciles”–, “la crisis está avanzando por simple movimiento inercial, porque es estructural y porque enfrentamos desequilibrios profundos que pueden desbordarse en cualquier momento si no se aplican medidas urgentes, sostenibles y técnicamente sólidas”.
Esa urgencia alude a lo importante, al reto crucial de salvar al país tomando “decisiones difíciles” en esta singularidad del momento político boliviano actual, por sus ribetes surreales, con un Presidente elegido para sorpresa de él mismo, encarnación de una improvisación peligrosa avistada mediante indicadores inequívocos como la ausencia de un binomio real.
En vez de él hay una pareja circunstancial que no comparte visión, valores, principios ni objetivos, producto del apuro por llegar dentro de plazo al registro, a como dé lugar. Por eso no extraña que el inestable personaje que juró como Vicepresidente se esté convirtiendo en cabeza de una oposición cuyo cuerpo permanece en las sombras, pero se adivina cuál es, porque las palabras y los estilos lo desnudan.
En ese trayecto indigno, a más de preocupar con sus vaivenes psicológicos, el segundo a bordo cansa con sus difamaciones, irrespeto y amenazas. Avergüenza al lucir tanta ignorancia acerca de la función que ocupa y de su esfera de atribuciones, del procedimiento legislativo. Peor aún, muestra que no tiene idea de democracia y del Estado de derecho, y actúa como caricatura de emperador omnipotente.
Se añade a esta grave debilidad la ausencia de un plan de gobierno, que asoma en la indecisión que a estas alturas está llevando la paciencia ciudadana a su límite. No se están tomando las medidas ineludibles para frenar la crisis y reponer el orden constitucional. Es una larga espera que ya desespera.
Puka Reyes Villa, en su artículo del 11 de diciembre “Tiempos, responsabilidad, decisiones”, sugiere acerca de estas debilidades gubernamentales que: “Para superar esta contingencia quizás sea pertinente que se vaya pensando en acercamientos, sino alianzas, con elementos más afines que, superando algunos resentimientos, le den certidumbre a la población. Menudo desafío”.
De eso mismo se trata. Rodrigo Paz Pereira debe construir su estructura de poder, identificando la fuerza legislativa con la que cuenta, y convocar a las bancadas de Libre y Súmate a ser parte de un acuerdo que garantice la contención del desastre dejado por el masismo y el ascenso de la pendiente hacia la prosperidad.
El Presidente y los jefes de las bancadas legislativas democráticas deben hacerlo sin excusas. Por su honor.
Gisela Derpic es abogada.