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08/01/2020
Vuelta

Movidas en el tablero político y la posibilidad de un outsider

Hernán Terrazas E.
Hernán Terrazas E.

Tal vez sea solo una bravuconada, pero no deja de ser preocupante la amenaza del dirigente cocalero Andrónico Rodríguez de volver a las andadas violentas a partir del 22 de enero.

Según Rodríguez –a quien se le ha concedido el curioso privilegio de ser mencionado solo con su nombre de pila, como a Evo– en esa fecha concluye el mandato de la presidente Jeanine Añez y vuelven las movilizaciones.

La advertencia del jefe sindical podría considerarse solo como un censurable “atrevimiento”, pero hay razones para pensar que forma parte de un plan diferente.

La declaración del heredero de Morales en el Chapare coincidió con la del presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Choque, quien anunció la instalación de pantallas gigantes en la plaza Murillo para transmitir el informe presidencial (¿?) de Morales.

Choque, quien en sus primeras intervenciones luego de la renuncia de Morales mostraba un tono más bien conciliador, a su regreso de Buenos Aires ha transitado rápidamente hacia el uso de un lenguaje provocador. Hoy dice que el mandato del expresidente sigue.

También la presidenta del Senado, Eva Copa, hizo noticia. Dijo que pondrá su cargo a disposición el 22 de enero, dejando abierto un inquietante signo de interrogación sobre quién será su sucesor (a) y cuáles sus intenciones.

Los gestos aparentemente “generosos” de algunos dirigentes del MAS, que poco después de la huida de Morales mostraron incluso algo de rebeldía frente a su líder, han ido cambiando con el paso de los días.

Parecería que las peregrinaciones a Buenos Aires se reflejan ahora en acciones que insinúan cierto riesgo o que, por lo menos, develan que la “división” en el MAS podría ser más señuelo que realidad.

Los tiempos y las decisiones electorales se aceleran. Las organizaciones políticas deberán inscribir a sus candidatos el 3 de febrero y esto sin duda ejerce presión sobre algunos y beneficia a otros.

Si bien las definiciones del TSE se ajustan más a criterios técnicos que políticos, el MAS y Comunidad Ciudadana parten con ventaja, pues solo tienen que reactivar aparatos ya probados antes del 20 de octubre. El resto deberá trabajar a deshoras.

El MAS hace visibles algunas cartas. Sin el control que tuvo antes sobre los medios, se da modos para mantener vigencia en las agendas, al extremo de lograr atención para un acto tan intrascendente como la entrega de regalos navideños en Buenos Aires u otros similares.

Las declaraciones de los dirigentes masistas –contradictorias o coincidentes– forman parte de una bien administrada línea informativa. Disciplinados como lo fueron durante años, aplican recetas similares ahora que construyen la narrativa desde fuera. Si la idea era inquietar en vísperas del 22 de enero, ya lo consiguieron y eso forma parte de su campaña electoral.

Para el MAS la definición del nombre del candidato importa menos que la creación de este clima adverso, una tarea que realiza Evo Morales desde Argentina.


En el ámbito de los partidos y/o líderes que buscan fórmulas para enfrentar al MAS no hay mucho que decir.

El accidentado camino a la alianza entre Luis Fernando Camacho y Marcos Pumari ha dejado más dudas que certezas sobre la viabilidad de un proyecto que reúne a los dos dirigentes que encabezaron la resistencia al fraude el año pasado.

Si en principio los cívicos eran la renovación, los acuerdos que firmaron con partidos “tradicionales” indican otra cosa. Mantienen un fuerte respaldo en el oriente, pero se sabe que eso es insuficiente para ganar una elección e incluso llegar a una segunda vuelta.

Comunidad Ciudadana, es decir Carlos Mesa, optó por la mesura e incluso el silencio en circunstancias críticas. Su voz se escuchó débil y poco comprometida frente a la presión de México y el escándalo de los encapuchados españoles. La prudencia –a veces excesiva– fue característica de su campaña pasada y según parece no habrá cambios en ese sentido.

CC espera un mayor desgaste de Camacho y que no aparezca otro liderazgo alternativo en el camino. Quieren ser el centro del espectro ideológico para diferenciarse de los extremos y así contar con el apoyo suficiente como para llegar a una segunda vuelta con opciones. Lo ideal para ellos sería que se repita el escenario del 20 de octubre, pero las cosas han cambiado mucho desde entonces.

Hasta ahora la estrategia mesista no parece muy afortunada, porque las encuestas muestran que la preferencia por el exmandatario cayó de casi 36% en octubre de 2019 a solo 14% en 2020.

Hay estudios que incluyen a la presidenta Jeanine Añez entre las opciones y le va mejor que a los demás. Con certeza ella es la líder que goza de mayor simpatía en Bolivia. Es valiente, tiene un rol preponderante en la transición y está aprendiendo rápidamente los secretos básicos de la gestión pública. Hasta donde se sabe no tiene intenciones de ingresar en la carrera, pero la política es el terreno de lo inesperado.

Todo indica, sin embargo, que ninguno de los candidatos que figuran en carrera ha conseguido seducir a una gran parte del electorado, sobre todo a los más jóvenes, quienes no ven a un líder que coincida con sus expectativas y aspiraciones.

Algunas encuestas revelan que seis de cada 10 bolivianos no sabe por quién votar. No es que sean indecisos, es que no los convencen los aspirantes actuales.

¿Qué quiere ese 60% que aparentemente no ha definido su voto? ¿Puede haber un candidato en la sombra, un outsider que irrumpa en el escenario con posibilidades de convencer a los incrédulos o todo quedará entre los conocidos de hoy? Falta menos de un mes para que los candidatos se definan y todavía pueden darse muchas movidas en el tablero político. 

Hernán Terrazas es periodista.



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