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18/01/2024
Diario vagabundo

Lucho y su abuelo Luis

Hugo José Suárez
Hugo José Suárez

El 15 de enero de 1981, hace ya tanto, Lucho Suárez Guzmán salía de casa a una reunión política de la cual nunca regresaría. Fue asesinado por la dictadura junto a siete compañeros reunidos en una casa en Sopocachi. Hoy quiero recordarlo, como lo he hecho estas décadas de ausencia. Pero voy a explorar otra faceta de mi padre. Lo he dicho: me debo un texto que narre su vida, su pensamiento, libro que tal vez nunca llegue. Ahora pensaré en el intelectual, en el hombre que confesaba que su mayor gozo (además de compartir con su “tribu”, es decir su esposa Beatriz y sus dos hijos), era navegar entre las nubes jugueteando con las ideas.

Lucho era de esos intelectuales intensos, que se movía entre una manifestación y una conferencia, entre una reunión política y una clase universitaria. Por eso su obra es diversa, está compuesta por ensayos, artículos, cuentos, canciones, poesías. Era un pensador con agenda social. ¿Dónde y cómo clasificar su reflexión?

Se puede partir en distintas pistas, se lo puede encasillar en las categorías marchitadas de aquellos años, pero yo considero que para entenderlo hay que sacarlo de la prisión del tiempo. Sí, era un hombre de su época, pero miraba más allá. Yo pienso en Lucho sobre todo como un humanista, como alguien que hizo suyo el lema “nada humano me es ajeno”. Sí, soñaba con “esos mundos maravillosos a los que quisiera asemejar éste en el que vivimos”, y ponía todo su empeño en ello. Procuraba “justicia y ayudar a buscar que este mundo sea algo mejor”, pero lejos del dogma, de la ortodoxia, siempre fresco y analítico.

Más allá de las posiciones políticas, de las herramientas de las ciencias sociales que usaba para comprender su sociedad, de la militancia específica en alguna agrupación o de la demanda de una coyuntura, para Lucho estaban las personas. Su mejor amigo era un geólogo, más bien de derecha y con marcadas distancias. Fue con él con quien selló un pacto: quien sobreviviera a la muerte del otro debía ir al día siguiente con un ramo de rosas rojas a su tumba. Y así fue.

Quizás el episodio que dibuja de mejor manera el humanismo de Lucho es cuando escribe –y describe– a su abuelo materno Luis, de quien heredó mucho más que el nombre. Luis Guzmán Araujo, un hombre educado, culto, conversador y que derrochaba sabiduría, marcó al nieto desde muchos frentes. En 1969 Lucho le escribe una carta por su cumpleaños:

“Es mucho lo que has avanzado y en este mundo moderno es cada día más difícil ‘avanzar’ porque ‘avanzar’ no es conseguir una holgada situación económica ni un prestigio personal en la comunidad en que se vive. ‘Avanzar’ es ser buen hijo, buen marido, buen padre; ‘avanzar’ es crear pilares firmes e ideales sólidos y ejecutarlos con lealtad, es hacer de este conglomerado de células un hombre, no tratando de hacer el más perfecto y sabio de los animales, sino el más humilde de los espirituales”.

En otro episodio, ahora dolido por su muerte, escribe:

“Papá Luis ha sido el hombre que no ha tenido fulgurantes momentos de brillantez, sino que cada instante, cada acto y cada palabra han sido una bella y brillante enseñanza. Es difícil realizar titánicas hazañas aisladas, pero más difícil es hacer de cada minuto de vida una hazaña extraordinaria. Ojalá algún día se escriba su biografía para enseñar al mundo que en la especie humana ha habido seres capaces de desconocer el odio, el afán de figuración, el dinero y la comodidad, en pro de la verdad, de la práctica de la honradez, de la lealtad, de las ideas, de la búsqueda de su perfeccionamiento y del perfeccionamiento de los seres que los rodean”.

Para Lucho, su abuelo Luis encarna los valores más nobles de la humanidad, y deviene en un ejemplo. Luis soñó a Lucho, y Lucho engrandeció el legado.

Hoy, recordando a mi padre y su asesinato, en medio de tanta guerra y muerte, quiero creer que hay salida. Quiero creer que hay quien piensa en el bien de los demás sin odio ni engaños. Quiero creer que muchos se identificarán con las palabras que Lucho le dijo a su padre en un cumpleaños:

“Te prometo en este día querido papá, que no seré un portento súper-hombre, sino un hombre de bien que luche constantemente por la justicia y el progreso de su pueblo”.

15 de enero. No olvidamos a los “hombres de bien”.

Hugo José Suárez es investigador de la UNAM y miembro de la Academia Boliviana de la Lengua.



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