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La Escaramuza | 19/11/2025

Combatiendo el pasado

Renzo Abruzzese
Renzo Abruzzese

En sociología el tiempo suele enseñarnos más que cualquier tratado académico, sobre todo porque nos muestra que la percepción de la historia rara vez es lineal; se contrae, se expande y, en ocasiones, sufre aceleraciones vertiginosas que vuelven obsoleto el pasado inmediato.

El hecho de que la percepción colectiva de un ciclo hegemónico tan denso y estructural como el del Movimiento al Socialismo (MAS) comience a sentirse como un "pasado" distante, con una celeridad asombrosa, no es un mero espejismo; es, en sí mismo, producto de una compleja ingeniería discursiva y una profunda reconfiguración de la memoria colectiva.

La sensación de ruptura no deviene de la distancia temporal objetiva, (en realidad de apenas semanas) sino de la intensidad de los mecanismos que se han activado para construir esa distancia.

Esta aceleración perceptual se ha nutrido de varios elementos. En primer lugar, la propia narrativa masista del "proceso de cambio”. Durante dos décadas el discurso público estuvo saturado por una narrativa según la cual el “proceso de cambio” no solo absorbía casi todo, sino, además, resignificaba la realidad de manera que todo terminara en los interiores de una concepción “pachamamista” de la realidad.

Esta hiper-narrativización terminó saturando todas las posibilidades de racionalización de la realidad.  Casi todo lo que hacía a la vida social y la gestión del poder se sometía a un ritual ancestral que, finalmente, perdió significación y contenido.

Cuando un relato de esa naturaleza colapsa o entra en crisis, el silencio que le sucede, o el ruido que lo reemplaza, en este caso, la democracia recuperada, se siente como un tiempo diametralmente distinto. La intensidad del cambio crea un "presente" febril que parece distanciarse velozmente del pasado inmediato.

Los discursos emergentes han sido eficaces al condensar un período contradictorio y complejo en significantes unitarios como "el régimen" o "la era autoritaria". Este proceso de encapsular 14 años en un ítem conceptual facilita su archivo y su distanciamiento mental, más aún, alimenta una potente narrativa de "restauración".

Si el período del MAS se enmarca discursivamente no como una etapa evolutiva de la historia boliviana, sino como una interrupción anómala, como un paréntesis en el decurso de la democracia boliviana; entonces el presente se ve como un retorno. Rodrigo encarna así la reconquista democrática y, en consecuencia, el ciclo autoritario queda aislado en la percepción social, facilitando que se perciba como concluido y distante.

Cuando nos preguntamos si asistimos a un olvido colectivo del pasado inmediato, a una resignificación deliberada de la democracia o a la emergencia de un nuevo clivaje, la respuesta debe eludir la simplicidad. No es, bajo ningún concepto, un olvido colectivo.

Las huellas del "proceso de cambio" están lejos de cerrarse, quizás solo han mutado. El recuerdo está vivo y es, de hecho, el principal campo de batalla. Lo que presenciamos, con una virulencia notable, es una resignificación de la democracia. Esta es la verdadera guerra de nuestro tiempo: un esfuerzo concertado por instalar una narración del pasado capaz de reducirlo a sus componentes autoritarios.

Sin embargo, esta lucha encarnizada por la resignificación no es un simple ajuste de cuentas sobre el pasado; es la manifestación misma de un nuevo clivaje histórico en emergencia.

Las viejas dicotomías que el MAS supo gestionar han sido reemplazadas. La batalla por la memoria es el nuevo clivaje en torno a la tensión entre una democracia ciudadana o un autoritarismo plebiscitario.

La sensación de que el régimen del MAS es "pasado" no proviene del olvido porque no lo hemos olvidado; es la necesidad subjetiva de que el “pasado masista” se "sienta" como pasado (no como olvido) para que los proyectos que emergen tengan la fuerza que la reconstrucción democrática requiere.

Es obvio que la ficha clave es, sin duda, la proyección histórica del liderazgo de Rodrigo Paz, un liderazgo que, sin duda, no solo supone la bisagra de una difícil transición; sino, además, la construcción de un nuevo discurso sobre la democracia nacional, un discurso que es, por fuerza, la superación cualitativa de la democracia que suprimió por dos décadas el régimen masista.

Renzo Abruzzese es sociólogo.



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