El susto no es como el miedo. Hay amenaza de tormenta social para esta semana, pero ¿sobrevendrá la tormenta perfecta que convierta la presidencia de Rodrigo Paz en una “presidencia fallida”? ¿Lo escuchado desde el pasado jueves (abrogación del DS 5503 y renuncia del Presidente Paz) son heraldos negros de un final anticipado?
Y el susto no es como el miedo, porque el susto se entrega a manos llenas en nuestras sensaciones y reacción primaria; mientras el miedo emerge cuando, sopesado racionalmente el peligro, se lo halla consistente y amenazador. Y más vale ponerse a buen resguardo.
Revisadas las caídas presidenciales sucedidas en América Latina desde el año 2000 tenemos la siguiente coalición de factores perversos que se deben presentar para ocasionar una “presidencia fallida”:
Primero, estar en medio de una circunstancia envenenada, o sea, que el Gobierno esté instalado en una ola creciente y constante de deslegitimación, preso de escándalos de corrupción (no sucede, más bien todos sus contendientes sociales y partidarios yacen bajo una aureola espesa de descrédito).
Segundo, generar un choque de fuerzas, es decir, que el Gobierno en ejercicio se vea obligado a emitir medidas antipopulares y encuentren desde la vereda social instalado un sólido ánimo antigobierno (no sucede, más bien existe una sólida opinión pública antipolíticos y dirigentes ligados al masismo).
Tercero, liderazgos y proyectos estatales competitivos, vale decir, líderes creíbles y prestigiosos que tienen una propuesta consistente para superar la crisis o el periodo crítico (no sucede, pues no existe un proyecto alternativo al propuesto por el Gobierno y esos liderazgos que hoy levantan cabeza con un oportunismo calculado están desacreditados).
¿Qué tenemos los bolivianos entre las manos?
Ciertamente, entraremos a unos días en los que Bolivia volverá a vivir la fuerza contenciosa de la protesta asediando el objeto responsivo del poder.
Pero el susto pasa, sobre todo si el Gobierno no comete tres errores: mostrarse soberbio, hacer un uso desproporcionado de la fuerza (más bien debe tratarlo como un sacramento de delicada administración) y entrar en un descontrol estridente; entonces, si nada de esto sucede, pasará y pasaremos después de unos días candentes hacia un horizonte más despejado, aunque no por eso menos retador.
César Rojas es conflictólogo.
