Hace varios años atrás, un amigo periodista me comentó que su deseo íntimo era llegar a ser vocal de la Corte Nacional Electoral. Ese amigo había pulido la profesión periodística bajo el ala ejemplar de Jorge Canelas, director de La Razón (entonces hacía gala de su nombre letra a letra). Pero en el firmamento social de ese tiempo también destacaban otras cumbres: estamos hablando de la Corte Nacional Electoral (CNE) que presidia Huáscar Cajías, acompañado de Iván Guzmán de Rojas, Alcira Espinoza, Jorge Lazarte y Rolando Costas Arduz.
En ese tiempo y hasta pocos años después, mi amigo llevó adelante una carrera profesional impecable (luego, cobijado bajo otras alas, lo suyo fue la novela de la materia). De una ética intachable era lógico que aspirara —en función a la integridad demostrada— ocupar otro cargo de mayor jerarquía que, por quien presidía la CNE en ese momento, se entendía que reclamaba también una ética a toda prueba. O sea, la integridad moral te habilita para puestos de alta responsabilidad (así debería ser, pero en el pasado ciclo político fuimos exactamente en contra ruta y de ahí la decadencia exacerbada en la que nos sumió el MAS).
Hoy, un buen amigo, que siguió su carrera profesional de periodista como una línea recta, de forma ascendente y brillante, Raúl Peñaranda Undurraga (RPU), ha decidido postularse como vocal al Órgano Electoral Plurinacional. La ética lo avala, como también su inteligencia resolutiva como su profesionalismo esclarecido. Un halo de virtud que pocas personas pueden ostentar en nuestro país, donde los canallas hasta hace poco y todavía hoy mismo, siguen encumbrados en la impunidad y dando un mal ejemplo a jóvenes que, al carecer de figuras ejemplares, pierden el horizonte y el camino.
Confío en que RPU sea elegido como vocal y continúe marcando un ejemplo de vida por el bien de Bolivia. Un país debería valer por los hombres y mujeres que encumbra.
César Rojas es conflictólogo.