En Bolivia, el panorama de las propuestas electorales para 2025 en ciencia y tecnología reflejan una preocupante continuidad en la falta de visión estratégica y operativa que caracteriza a la política pública en estas áreas.
En casi dos décadas de un modelo de gobierno que nos ha regido, el país no ha logrado consolidar un sistema de innovación ni una política de Estado que impulse efectivamente el desarrollo científico-tecnológico ni la modernización productiva.
Las propuestas que se presentan son en su mayoría retóricas, con énfasis en la soberanía alimentaria y la industrialización rural, pero sin mecanismos claros para la adopción masiva de tecnologías ni la articulación con el sector privado o la academia. La biotecnología, por ejemplo, aparece como un discurso oficialista que menciona la liberación de variedades agrícolas, pero sin evidencias de un ecosistema robusto que permita su expansión ni una regulación que inspire confianza y transparencia. En cuanto al blockchain, su inclusión es marginal y limitada a la digitalización administrativa, sin una estrategia integral para fomentar la economía digital o la innovación disruptiva.
Esta situación no es exclusiva del MAS, aunque su gestión ha sido la más prolongada y, en muchos sentidos, la más cuestionada. La corrupción sistemática, la captura de poderes del Estado y el despilfarro de recursos públicos han minado la confianza ciudadana y han desviado fondos que podrían haberse invertido en educación, investigación y desarrollo tecnológico.
Además, la alianza con actores internacionales poco transparentes ha generado preocupaciones sobre la sostenibilidad ambiental y la soberanía tecnológica, especialmente cuando se han favorecido proyectos mineros y extractivistas que han destruido ecosistemas vitales.
Por otro lado, el sistema electoral boliviano sigue cargado de vicios que ponen en entredicho la legitimidad de los procesos democráticos. El padrón electoral presenta cuestionamientos sobre su actualización y los sistemas digitales utilizados para el conteo de votos son los mismos que han sido denunciados en países como Venezuela y México por manipulación y fraude. Esta realidad añade una capa de incertidumbre que afecta la credibilidad de cualquier propuesta política.
En el ámbito de la educación, en áreas de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática (STEM por sus siglas en inglés), que debería ser el motor para el cambio estructural, se observan esfuerzos aislados en algunas regiones o ciudades, donde jóvenes talentosos demuestran capacidad y creatividad. Sin embargo, estos logros chocan con la falta de apoyo institucional y financiamiento, evidenciando un Estado que no apuesta de forma decidida por el desarrollo científico ni de promover el talento de la juventud.
En conclusión, las propuestas electorales para 2025 en Bolivia reflejan un país que sigue atrapado en discursos teóricos y obsoletos, sin una hoja de ruta clara ni voluntad política para transformar la ciencia, la tecnología y la agricultura en motores reales de desarrollo.
La falta de transparencia, la corrupción, la dependencia de actores externos cuestionables y la precariedad del sistema electoral son obstáculos que ningún plan, por bien intencionado que sea, podrá superar sin un compromiso genuino con la renovación institucional y la construcción de un Estado moderno y responsable. Mientras tanto, el talento existe y se manifiesta en espacios académicos y juveniles, pero sin el respaldo estatal necesario para trascender y posicionar a Bolivia en la ruta de la innovación global.