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22/04/2024
Columna de columnas

Pasión irrefrenable por la libertad

César Rojas Ríos
César Rojas Ríos

“Una ola liberal avanza en Latinoamérica”. Con esta frase inicia Antonio Saravia (AS) su columna “El renacer liberal y las lecciones de Hayek” (Brújula Digital, 15|02|24). ¿Uno lo hubiera podido creer? Sobre todo, en el caso boliviano, ¿uno hubiera podido creer que casi de la nada el ideario liberal se abriera paso en medio de la marcha multitudinaria de lo plurinacional, lo descolonizador y el socialismo del siglo XXI? Suena increíble, pero es evidente.

AS señala que “en nuestro país ha surgido el Partido Liberal y sus actividades han logrado mover las aguas de la opinión pública intelectual de forma efectiva”. Es cierto que el ideario liberal avanza y se abre paso con firmeza, pero no nos confundamos y menos caigamos en el ombliguismo de pensar que se debe a un partido (¿en serio existe un partido, lo que se dice un partido que sea liberal?) o a unos intelectuales.

Quienes han hecho posible que esta brisa fresca se incube, nazca y crezca son los sucesivos gobiernos del MAS… Me explico: nos hacemos liberales porque vamos reaccionando al ajuste que fueron ejerciendo sobre nuestros cuellos y conciencias. O sea, miedo a disentir de sus ideas, temor a ser despedido, pavor a ser castigado por las mil y una formas que tienen de ejercer la guillotina minimalista y achicamiento de la esfera pública y del pluralismo (o sea, al ejercicio de un neoliberalismo de izquierdas: fortalecer su partido y su gobierno a costa de achicar todo lo demás a la mala y recurriendo a los malos). Nos vamos haciendo liberales porque sentimos que nos falta aire, que nos ahogamos, y que, sin ese preciado oxígeno, la vista se nubla y el cerebro sufre mareos. Y esa brisa, necesaria para vivir y pensar, se llama Libertad.

En nuestro país las victorias intelectuales como las políticas son todas victorias negativas, es decir, la victoria del MAS se debió al fracaso neoliberal como la probable y posible victoria liberal se deba al fracaso del MAS. Somos tristemente dialécticos. Nos encantamos, desencantamos y reencantamos. De ahí esos cambios agonales, pero la ferviente incapacidad histórica de continuidades robustas y que se prolonguen en el tiempo. Somos el anti-Estados Unidos: ellos se hicieron sobre un basamento liberal desde su fundación hasta el día de hoy, y así les ha ido; mientras nosotros vamos de izquierda a derecha y viceversa, de norte a sur y viceversa, ensayamos y ensayamos, y como no acertamos, seguimos ensayando como si la vida nacional fuera un elenco de teatro.

En fin.

AS reclama, recurriendo a Hayek, un utopismo liberal. Por favor, ¡basta de utopismos, esa es la gran lección del siglo XX! O sea, no más fiebre ideológica juvenil, sino madurez liberal: eso en nuestro caso significa, por supuesto, asegurar todas las libertades básicas y la propiedad privada; pero significa que si queremos que el liberalismo llegue para quedarse y robustecerse, un liberalismo de nuevo cuño debe asumir el reto de eliminar la pobreza desde las ideas y prácticas liberales (las únicas por lo demás exitosas) y las desigualdades extremas (los países liberales lo demuestran de mejor manera que los países denominados “socialistas”).

En otras palabras: debe hablar sin temor y voz alta de lucha contra la pobreza y la desigualdad, pero desde la perspectiva liberal. Los gobiernos del MAS lo hicieron y la mejora en las cifras duró lo que aguantaron nuestras reservas de hidrocarburos (no saben crear riqueza, sólo saben malbaratarla). Y fin del verano del crecimiento y la fiesta plurinacional. Sólo el liberalismo puede hacer suyo el discurso del desarrollo, porque sólo los países liberales se desarrollaron y además lo hicieron en una atmósfera de libertad. Los países “socialistas”, cortos veranos y largos despotismos.

César Rojas es comunicador social y sociólogo.



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