La frase "ni lo uno ni lo otro, sino lo contrario", acuñada por el cómico mexicano Mario Moreno, Cantinflas, cuando comparecía ante un juez, parece resumir en varios sentidos el padecer de los bolivianos en este 199 aniversario de nuestro nacimiento. Vivimos un período de anomia, desinstitucionalización, ausencia de fórmulas que nos saquen del pozo económico en el que nos encontramos, de podredumbre y de falta de esperanza.
Repasemos: En el campo político tenemos un año preelectoral de cara a los comicios generales del año 2025 en el que se han suspendido las elecciones primarias que, en la “izquierda” solamente benefician al Movimiento al Socialismo. El Tribunal Supremo Electoral les da un poco más de oxígeno para que el actual presidente, Luis Arce, y su “hermano” Evo Morales se pongan de acuerdo, dejen de pelearse y de sacarse los trapitos al sol, especialmente en temas de corrupción y narcotráfico. Esto repercute en la imagen de Bolivia, provocando que las tres calificadoras que operan a nivel mundial digan que somos "un país en riesgo".
Por otro lado, en la “derecha”, existen al menos 13 precandidaturas que no se ponen de acuerdo para no atomizar el voto y presentar una fórmula de esperanza. También en medio de la desconfianza y las manchas de corrupción después de haber rifado, con Jeanine Añez, la oportunidad de un cambio del sistema socialista. Según uno de los ideólogos, Álvaro García Linera, llegaron para quedarse por muchos años, como ha ocurrido con Cuba, está pasando en Venezuela, Nicaragua y en Rusia, donde es normal que para prorrogarse en el mandato cambien las leyes. Putin ha firmado un decreto para gobernar hasta el 2036.
"Ni lo uno ni lo otro, sino lo contrario" puede bien resumir lo que sucede en la Asamblea Legislativa Plurinacional. Los parlamentarios se están peleando, contra viento, marea, chanchullos, sobornitos descarados, entre otras matufias, para elegir a supuestos altos magistrados. Todos sabemos que quienes pasarán el filtro serán los afines a las dos alas del partido en función de gobierno. La solución de fondo es dejar de elegir a los jueces y calificarlos por meritocracia, como ocurre en el mundo civilizado, no ideologizado e instrumentalizado como en el que vivimos.
En el campo económico parece que estamos en un túnel sin salida: con 13.000 millones de dólares de deuda externa, después de habernos farreado 14.000 millones de dólares de reservas internacionales, y metiendo la mano al bolsillo de la nueva caja chica del Estado, la Gestora, para prestarnos los 13.000 millones de dólares de deuda interna que estamos acumulando. Esto deja en la incertidumbre a los trabajadores jubilados que son los únicos aportantes y por lo tanto dueños y señores de esa plata, pero a quienes no se les consulta para nada a la hora de esas operaciones “de alta inversión”.
Así llegamos a estos casi 200 años de nuestra historia independiente, con colas por gasolina y diésel, con un alto precio del dólar en el mercado negro, con el almuerzo popular que hasta hace tres años costaba cinco bolivianos, hoy a 15, con los precios de la canasta familiar por las nubes. Y lo que es peor, sin que ninguno de los ministros, ni el presidente Luis Arce, nos ofrezcan una salida que no sea exigir que el Congreso apruebe unos créditos para hacer caminos. El suministro ha flaqueado últimamente y ha provocado de antemano un alza en los precios de los productos de primera necesidad.
"Hemos cambiado el gas por la deuda. De estar exportando sobre 6.000 millones de dólares en gas natural al año, estamos exportando menos de la mitad, como 2.800 millones. Entonces, evidentemente, han caído los ingresos, pero el tema es que los gastos no han bajado", dice el analista Jaime Dunn a la Voz de América.
Así estamos: hastiados de este país de maravilla que seguramente nos pintarán en los discursos, ansiando una disrupción que desenmascare todo, incluyendo a candidatos como Evo Morales que dice que si vuelve, aparecerán los dólares. Sabemos que este modelo socialista y la corrupción de oportunistas dizque de la derecha no son "ni lo uno ni lo otro… sino lo contrario".
Roberto Méndez es periodista y abogado.