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Ojo centinela | 21/08/2024

Bolivia y el absurdo mito de Sísifo

Roberto Méndez
Roberto Méndez

En la mitología griega, Sísifo era un rey astuto y desafiante que engañó a los dioses en varias ocasiones. Su astucia y arrogancia finalmente le valieron un castigo eterno impuesto por Zeus: debía empujar una roca gigantesca hasta la cima de una colina, solo para que la roca rodara de nuevo hacia abajo, forzándolo a comenzar de nuevo, en un ciclo interminable de esfuerzo y fracaso.

Este mito representa lo absurdo, el callejón sin salida que conduce a lo mismo, como ocurre ahora en Bolivia, navegando en turbulentas aguas socialistas divididas en dos corrientes, con propuestas absurdas de referendos que no solucionan nada desde el Gobierno central, anuncios de guerra desde el Chapare, caballos de carrera camuflados que emergen en Cochabamba y opositores que no levantan una cabeza de unidad para llevar esa pesada roca hasta la cima y cantar victoria de bienestar, tranquilidad y paz para nuestro país.

El mito fue resucitado por el filósofo francés Albert Camus en un ensayo en el que desafía nuestra percepción de la vida. En el corazón de la filosofía existencialista se encuentra una imagen poderosa y desalentadora: la del rey Sísifo.

En Bolivia estamos así, pues de nada ha servido que nos rebeláramos contra el fraude, certificado por la OEA, y que plantáramos nuestras pititas hasta conseguir la renuncia del entonces presidente socialista Evo Morales, quien contra viento y marea había forzado un cuarto mandato.

Con la caída del régimen, también conseguimos desenmascarar a esos ídolos falsos representados por el vicepresidente Álvaro García Linera y toda la parafernalia que habían montado, haciéndonos creer que se trataba del primer Gobierno indígena en casi 200 años de vida republicana. Sin embargo, en los hechos, los propios “hermanos indígenas” fueron apaleados en la llamada masacre de Chaparina en 2011, cuando marchaban a La Paz, pidiendo el respeto a la tierra y su territorio. Tierra y territorio que hoy han sido tomados por mercaderes del oro que vacían mercurio, causante de cáncer, en las aguas que los alimentan y les dan vida.

Indígenas que solo sirvieron como pantalla para crear el llamado Fondo Indígena, que en realidad fue la caja chica del Movimiento al Socialismo para reproducir poder y mantenerlo, como dice el pensador italiano Maquiavelo, cuando señala que el fin justifica los medios, pues se robaron alrededor de Bs 500 millones.

Pero cuando los bolivianos creímos que nuestra historia iba a cambiar, durante el Gobierno transitorio de Jeanine Añez, que representaba a la derecha o el capitalismo, el fantasma de la corrupción también nos terminó ahogando con gases adquiridos con sobreprecio por el superministro Arturo Murillo, ahora preso en Estados Unidos, y otros escándalos.

Y como ese rey Sísifo, volvimos al socialismo y al punto de partida, empujando la roca hacia arriba, creyendo que el actual presidente Luis Arce tenía la fórmula mágica para que no sigamos soportando el peso de la piedra. Pero hemos quedado ahí, al punto que ya no podemos más, endeudados al límite, sin dólares, sin combustible y con cacerolas vacías retumbando en las calles, añorando que aparezca un Aladino con su lámpara mágica que nos conduzca al encuentro y a la esperanza...

Roberto Méndez es periodista y abogado.



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