La izquierda marxista y etnicista en Bolivia, desde hace varias décadas atrás, ha tenido como objetivo establecer un gobierno de masas populares, apoyado por ellas y además compuesto por ellas. Esta aspiración estuvo presente durante las décadas de los 60, 70, 80 y 90 pero no logró concretarse. Esta visión se oponía al foquismo guevarista y a los gobiernos democráticos conformados por partidos pequeños.
La izquierda sonaba con gobernar con el pueblo, con las masas populares; es decir, lo “nacional popular” fue su deseo máximo. Para ello contaba con una visión de país en la que todos pudieran estar incorporados y formar parte activa. De los 60 a los 80 ese "todos" tenía un marcado acento marxista clásico, centrado en el proletariado y las masas obreras.
Para los años 90, y en los primeros años del siglo XXI –y el EGTK es símbolo de ello–, esa izquierda radical buscó una fusión entre el marxismo y el etnicismo. Esta convergencia se materializó finalmente en la construcción del MAS-IPSP y del Estado Plurinacional en 2009 (descontando desde luego su carácter autonómico).
El diseño del Estado Plurinacional, si bien conserva elementos clásicos de una constitución política universal, introduce fuertes y numerosas reivindicaciones, tanto de carácter étnico como obrero. Estas reivindicaciones, desde su perspectiva, representan a la masa popular o “pueblo”, diferenciado de la totalidad ciudadana, que es mayor. El artículo 3 de la Constitución señala, por ejemplo, que la nación boliviana tiene un componente diferenciado a su interior, que es precisamente “el pueblo”, entendido como la masa popular, y no a quienes no forman parte de él.
Esta visión va más allá de la sola incorporación legal; busca una igualación entre ese “pueblo” y lo que podríamos llamar “sectores no populares”, como la clase media y los empresarios. Se trata de una igualación forzada, polarizante y con divisiones arbitrarias, inspirada en las ideas del socialismo utópico, especialmente en lo material y en el acceso al bienestar económico.
El MAS fracasó en la gestión de su modelo de desarrollo agropecuario productivo en el occidente de Bolivia. Desde el inicio de su gestión, en 2006, la entrega de tractores sin ton ni son en el altiplano, no llevó a nada. El intento de promoción de la quinua terminó en derrota cuando Perú, con mejor organización, terminó controlando el mercado. En el fracaso del modelo de desarrollo agropecuario productivo en el occidente, el MAS activó, protegió e impulsó desde el Estado la igualación delincuencial.
Y en este 2025, al fin de ciclo del MAS como máxima expresión de “lo nacional-popular” y el fracaso de gestión en todos los campos, se observa la crisis de las varias fuentes de falsa igualación material que utilizó el populismo del siglo XXI.
La primera es el narcotráfico. No es casual que el MAS haya promovido el incremento de las hectáreas del cultivo de coca en el Chapare, y que se hubiese confrontado con los cocaleros yungueños; porque en 20 años de gobierno hubo favorecimiento a la producción ilegal de coca, se otorgaron beneficios legales a través de una nueva ley.
Hubo inversión estatal millonaria, incluida la planta de agroquímicos en Bulo Bulo, que estaba pensada para la producción de coca. Se construyó un aeropuerto innecesario, etcétera.
Esto se vio complementado con la inversión de plata estatal y de la cooperación internacional (programas Mi Agua I y II) en la producción de marihuana más allá de Llallagua, en la frontera con Chile.
Junto a esto, el MAS organizó a los campesinos de varias provincias del altiplano para asignarles tierras de modo desordenado en Santa Cruz, promoviendo de modo sistemático el avasallamiento de áreas protegidas, de tierras de pueblos indígenas y de predios privados. El INRA jugó un papel nefasto en este proceso.
También hubo favorecimiento a la organización de las cooperativas mineras auríferas, ya sea que estas estuvieran asociadas con empresarios chinos o que fueran exclusivamente de empresarios bolivianos. Para ello, la Autoridad Jurisdiccional Minera fue clave porque otorgó ilegalmente cuadrículas para la explotación de oro incluso en áreas protegidas y territorios indígenas.
También se facilitó desde el Estado el ingreso de grandes cantidades de mercurio por la frontera, sobre todo con Chile y Perú, lo que contaminó gravemente los ríos cordilleranos y amazónicos.
Como se ha podido ver, el contrabando de combustibles ha llegado a su punto más descarnado en el gobierno de Arce, que ha mostrado a clanes familiares y a consorcios de personas de distinto nivel agrupadas para el contrabando de gasolina, diésel y GLP, sea por la frontera peruana, la chilena o la argentina.
En resumen, el sueño MASista de gobernar “con el pueblo y desde el pueblo, ignorando la institucionalidad, la ley y excluyendo a gran parte de la ciudadanía como sujeto político de la democracia, terminó en el fracaso de su visión y su gestión.
Es un proceso galopante que se asentó en la corrupción sin límites, en la descarada prebenda partidaria, el autoritarismo y el abuso corporativo. Finalmente, está la falsa igualación económica de las masas populares, que quedan, más bien, dañadas en sus expectativas de una vida más digna.
Carlos Hugo Laruta Bustillos es sociólogo.