Hace dos semanas publiqué un resumen del conflicto en Gaza en el que señalé algunos elementos imprescindibles para tener una comprensión cabal de lo que ahí sucede (BD, 18/7/25). Desde entonces, las voces que señalan que Israel está cometiendo genocidio se siguen sumando dentro y fuera de ese país y la imagen de Israel se deteriora día a día.
Apoyándome casi exclusivamente en intelectuales judíos –la mayoría de ellos además israelíes– de reconocida estatura y otras fuentes cuya credibilidad no pueda ser cuestionada por pertenecer “al otro lado”, en mi anterior artículo argumenté lo siguiente:
1. La violencia contra población civil inocente no ha comenzado con el ataque de Hamas el 7 de octubre de 2023, sino que hay una historia de décadas de ofensiva israelí y resistencia palestina con actos terroristas de ambos lados, y hay hechos de sangre atroces cometidos por guerrilleros y militares israelíes antes de esa fecha.
2. A estos hechos de sangre contra palestinos y libaneses, se vienen sumando usurpaciones cotidianas de tierras cultivadas por palestinos desde hacía cientos de años y otras formas de violencia física y política.
3. Israel no es la democracia pluralista de la que los israelíes presumen.
4. En Gaza se está cometiendo un genocidio.
5. Este conflicto está fracturando a la comunidad judía en el mundo y causando un deterioro en la imagen de Israel.
Estas afirmaciones, insisto, están sustentadas por opiniones de judíos de renombre y fuentes históricas y periodísticas como el New York Times, BBC y el diario israelí Haaretz.
Marcos Iberkleid ha contestado a mi artículo descalificando dichas opiniones porque son, según él, expresadas por judíos o fuentes “de izquierda”. La defensa es pueril si no deshonesta. Le estaríamos haciendo un favor a la izquierda sumándole tales personalidades.
Avir Shlaim, historiador israelí e inglés, es miembro de la Academia Británica (FBA), la Academia Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales del Reino Unido y ha recibido la Medalla de la Academia Británica por su trayectoria. Él afirma: “la evidencia es abrumadora y cada vez mayor. Este es el primer genocidio que se transmite en vivo”.
Omar Bertov, profesor de estudios del Holocausto y genocidio en la Universidad de Brown y exoficial del Ejército de Israel, dice: “Mi conclusión inevitable es que Israel está cometiendo un genocidio contra la población palestina”.
Ehud Olmert, primer ministro de Israel de 2006 a 2009, elegido por el partido de derecha Likud, afirma que Israel está cometiendo crímenes de guerra.
Las referencias de las citas precedentes pueden ser encontradas en mi artículo anterior.
La mayor parte de los lectores de Brújula tiene una mala imagen de lo que creen que es la izquierda e Iberkleid habrá pensado que bastaba aquella alegación para descalificar toda crítica. Una situación tan compleja como la de Gaza admite muchas lecturas y él podría haber ofrecido otras. El columnista del NYT Bret Stephens, por ejemplo, dice que Israel no está cometiendo genocidio porque con el poder militar que tiene podría estar matando muchos más. (22/7/25). Ahí está, para lo que valga.
En vez de eso, Iberkleid opta por atribuir las críticas que cito a la izquierda y repetir el discurso oficial sionista. Netanyahu, como se sabe, está en juicio por corrupción y fraude en Israel, y tiene orden de arresto –junto con uno de sus ministros– de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra. Es muy posible que, acabado este conflicto, sea condenado a prisión. Esta es la calidad moral de las fuentes de Iberkleid.
Una investigación del NYT, “Cómo Netanyahu prolongó la guerra en Gaza para mantenerse en el poder” (11/7/25), en la que entrevistaron a más de 110 funcionarios en Israel, Estados Unidos y el mundo árabe, llega a estas conclusiones (entre otras):
“En los años anteriores a la guerra, el enfoque de Netanyahu hacia Hamas ayudó a fortalecer al grupo, dándole espacio para prepararse en secreto para la guerra. (…) y “una vez que comenzó la guerra, las decisiones de Netanyahu estuvieron teñidas por necesidades políticas y personales en lugar de necesidades militares o nacionales”.
Lo cierto es que “la simpatía mundial que Israel se ganó después del ataque [del 7 de octubre] se ha transformado en una creciente ignominia en el escenario internacional” (NYT, 11/7/25). Esta degradación viene de la mano de alarmantes asociaciones de los gobernantes israelíes con los nazis. En mi anterior nota cité al actor judío Wallace Shawn, quien expresaba su desazón diciendo que “la maldad no podría ser mayor (…), es mayor que la que cometieron los nazis [y] si otro judío no ve las cosas como las veo yo, pertenece a otro universo”.
John Mearsheimer, profesor de la Universidad de Chicago y conocido teórico de relaciones internacionales, dice en una entrevista: “A medida que veo evolucionar este genocidio, más me recuerda a lo que hicieron los nazis en la Segunda Guerra Mundial. (…) En primer lugar, la retórica, (…) si escuchas a los líderes israelíes hablar después del 7 de octubre, suenan como los nazis; las cosas que dicen son chocantes (...) Cuando miras las imágenes, especialmente de los niños hambrientos, te recuerda a Auschwitz...”.
Las noticias que vemos a diario dan una idea de lo que está sucediendo. Según UNICEF: “50.000 niños palestinos han muerto o están heridos desde el inicio de los ataques israelíes”. “En un período de 72 horas, las imágenes de dos ataques horrendos proporcionan aún más evidencia del costo inconcebible que esta guerra despiadada está teniendo sobre los niños en la Franja de Gaza, dice un reciente comunicado de la entidad” (Brújula Digital 26/07/25).
La situación en Gaza es tan espantosa, que los propios israelitas se están viendo obligados a reconocer que se está cometiendo un genocidio. Cito frases de una nota del NYT del 28/7/2025:
“un número creciente de israelíes se está pronunciando en contra de lo que describen como atrocidades cometidas en su nombre en el enclave palestino”.
“Dos de los grupos israelíes de derechos humanos más conocidos –B'Tselem y Médicos por los Derechos Humanos– dijeron el lunes que Israel está cometiendo genocidio contra los palestinos en Gaza. Es la primera vez que los principales grupos de derechos humanos israelíes dijeron públicamente que la guerra de Gaza es un genocidio; opinión expresada previamente por organizaciones como Amnistía Internacional”.
“Ha habido un cambio perceptible en el discurso”, dijo Lee Mordechai, historiador de la Universidad Hebrea de Jerusalén, que cree que Israel está cometiendo genocidio en Gaza”.
Una nota de la Folha de São Paulo (29/7/25) cita: “Nada te prepara para darte cuenta de que eres parte de una sociedad que comete un genocidio. Este es un momento profundamente doloroso para nosotros”, dijo el presidente de la organización [israelí] humanitaria de B'Tselem”.
Podría alargarme con citas similares que aparecen cada día en los medios y las redes. Solo quien no quiere ver la realidad puede afirmar, como Iberkleid, que “Acusar falsamente a Israel de genocidio […] es una injusticia histórica, moral y política”. Miles de voces inclusive muchas judías, están señalando el genocidio. Esto ya no se puede ignorar. La defensa absurda de que son afirmaciones de la izquierda no vuela.
La fractura en la comunidad judía es brutal. Iberkleid no está solo, es cierto, pero las voces judías que expresan su horror son abrumadoras. Quien quiera tener una idea de cómo se sienten algunos judíos, puede ver el diálogo entre el presentador Jon Stewart y Peter Beinart, editor del periódico Jewish Currents, ambos judíos muy bien informados, ambos horrorizados por lo que está haciendo Israel y por la división en la comunidad judía en el mundo.
En el terreno diplomático, la frustración con Israel ya tiene consecuencias:
“El primer ministro de Canadá dijo ayer que su país reconocería a Palestina como Estado. La medida hizo eco de otras similares de Gran Bretaña y Francia […]. Estos son los primeros aliados de Israel y Estados Unidos en dar ese paso. El acto es simbólico, pero es una señal del cambio en el sentimiento global”, (NYT, 31.7.25)
Desde aquí, excepto quizá firmar peticiones, nada podemos hacer por los palestinos. Solo nos quedan tres cosas: informarnos para entender, compartir lo aprendido y, sobre todo, a medida que se imponga la verdad, no dejar que esta cambie lo que sentimos por los judíos, conocidos o desconocidos, y amigos en particular; ni siquiera los que erradamente repiten las versiones oficiales. Ser judío no responsabiliza por los crímenes que comete el Estado de Israel y equivocarse no es delito. Un día, como dice el actor Shawn, ellos se preguntarán ¿cómo he sido capaz de aprobar esas atrocidades?
Voy a cerrar citando nuevamente al historiador judío israelí Ilan Pappé:
“Cuando se trata de Israel, algunos académicos, periodistas y políticos bien informados, sofisticados y elocuentes en otras cuestiones repiten como loros el guion israelí (…) y están dispuestos a degradarse como pensadores para satisfacer a un Estado que comete genocidio a diario”.
La situación a la que se ha llegado es tan extrema que se debate sobre el futuro de Israel después de la salida de Netanyahu y el fin del conflicto. No hay todavía claridad al respecto. Nadie anticiparía una derrota militar -su poderío bélico es demasiado grande- pero Israel está cometiendo un suicidio moral.
Los países tienen consciencias colectivas y los crímenes vuelven como culpas vergonzosas. Si Israel no encuentra una salida moral, terminará como Lady Macbeth, intentando inútilmente lavarse con discursos las manos manchadas de sangre palestina.
Jorge Patiño Sarcinelli es escritor boliviano.