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Sin embargo | 19/09/2025

Dignidades nacionales

Jorge Patiño Sarcinelli
Jorge Patiño Sarcinelli

Casi no hay semana en que las noticias no traigan algún hecho que nos haga reflexionar o renegar; rara vez son de alegrar. La semana pasada no ha sido excepción, pero vino con sobredosis para un columnista al que le cuesta decidirse por un tema que justifique el tiempo del lector. Así que esta vez he optado por una columna de tipo popurrí, como la de Agustín Echalar de la semana pasada, sobre temas similares, pero con ópticas distintas.

Comienzo con la clasificación de la Verde al repechaje. Es cierto que, considerando las probabilidades en contra, será un alargue de la agonía; muy al gusto de nuestra hinchada masoquista. Me gustaría que logremos la clasificación; y creo que lo debe querer cualquiera que se alegre con la alegría del pueblo.

Si por ventura llegamos al Mundial, que sea lo que Dios quiera, con tal de que no suframos goleadas. No somos país de amargarnos con las derrotas; las tenemos incorporadas en las expectativas. Jugaremos como nunca, perderemos como siempre, etc. Espero que los hinchas que se aventuren al país del norte tengan su visa bajo el brazo y no se crucen con la policía trumpista, que anda a la pesca de hispanos.

Después de esa alegría vino la bronca por la declaración desatinada de una diputada chilena; tan desatinada que, en lugar de irritarnos, debería avergonzar a sus compatriotas y, si aplicamos el principio de que quien hace quedar mal a tu enemigo es tu amigo, hasta podríamos mandarle unas flores a la susodicha.

Sin embargo, así como somos buenos aceptando las derrotas, somos muy susceptibles a la hora de los agravios, y ya tenemos a medio país indignado. Hasta nuestro presidente quiere hacer del rebuzno de la diputada un incidente diplomático. Si el canciller chileno ya se ha disculpado, ¿no deberíamos dar la cosa por terminada y volver a lo nuestro? Problemas no nos faltan.

En el otro extremo del continente, el asesinato del influencer Charlie Kirk -un activista de extrema derecha; según las noticias, homófobo, racista y xenófobo, que defendía el porte de las armas– ha conmovido a la población de su país y aquí no han faltado los comentarios de condena.

Aunque un joven blanco, hijo de una familia religiosa de republicanos, se ha entregado como culpable, el que Kirk hubiera estado mostrando últimamente menos firmeza en su condena a Israel y una serie de indicios ambiguos en el episodio, están dando pie a teorías conspiranoicas. El lector amante de estas cosas puede ver la entrevista con Max Blumenthal en el sitio web Grayzone. Quizá esto se aclare pronto o quizá quede, como el asesinato de Kennedy, para siempre en el terreno fértil de las especulaciones.

Trump ha atribuido el asesinato de Kirk a “la violencia radical de la izquierda” y está usando el episodio como pretexto para perseguir a organizaciones liberales. “Los funcionarios de la administración Trump respondieron al asesinato del activista Charlie Kirk amenazando con hacer caer el peso del Gobierno federal sobre […] una red de izquierda que financia e incita a la violencia”, dice una nota del NYT (15.9.25).

Stephen Miller, subjefe de Gabinete de la Casa Blanca, declaró que "una ideología ha estado creciendo en este país, que odia todo lo que es bueno, justo y hermoso y celebra todo lo que está deformado, retorcido y depravado". Elon Musk, escribió en X que: "La izquierda es el partido del asesinato" y Donad Trump Jr. ha declarado que “las personas transgénero son más peligrosas que los terroristas”.

Kirk era celebrado por su apertura al debate, pero la sed de revancha de la derecha viene con censura a la libertad de expresión. Una congresista propone recortar los fondos para las escuelas donde los maestros critican a Kirk y el Pentágono suspendió a un coronel del Ejército que calificó el asesinato de “trágico”, pero dijo que Kirk había propagado “odio, racismo, homofobia, misoginia y transfobia”. El programa de televisión de Jimmy Kimmel fue suspendido indefinidamente por sugerir que el asesino no era más que un chico republicano. Una columnista del Washington Post fue despedida por publicar en las redes sobre […] la “doble moral” después de la muerte de Kirk. Nada de esto sucedió cuando hace unos meses la diputada demócrata Hortman y su marido fueron asesinados en su casa por un tipo de derecha.

Aquí el mal político genérico es el socialismo del siglo XXI. Allá, donde una izquierda comparable a las izquierdas latinoamericanas de los años revolucionarios solo ha tenido apariciones esporádicas, ahora -al menos en ciertos sectores de la derecha republicana- ocupa el imaginario de ese país un monstruo ficticio al que llaman “left” y al que se le puede endilgar cualquier mal que pida la ocasión.

Kirk era muy admirado entre los jóvenes de derecha y es comprensible su duelo, pero no perdamos de vista que en ese país mueren cada semana un promedio de 900 personas por armas de fuego. Como vidas humanas, todas esas valen lo mismo que la de Kirk, pero, además, este hombre llegó a decir que “es inevitable que en un país donde las personas tienen derecho a portar armas, haya muertos en consecuencia, pero los beneficios de ese derecho superan los costos”. Habría que preguntarle ahora a su familia si está de acuerdo con ese cálculo.

Él era un woke de derecha que promovía con su organización la condena de personas que defendieran ideas distintas de las suyas, particularmente en lo referido a la equidad y diversidad de género. Sus campañas de cancelación han causado daño a mucha gente. Eso no cae en la bolsa de la libertad de expresión, sino de la incitación al odio y a la represión. Evidentemente, nada de eso justifica que se lo matara, pero si me quedaran lágrimas para llorar muertes, las derramaría por los niños de Gaza, esos sí inocentes de toda inocencia.

Ahora vamos a la condena de Jair Bolsonaro a 27 años de prisión. En este caso, sobre lo que se debe reflexionar no es que un expresidente de derecha haya sido condenado, sino que un país vecino haya llevado un proceso jurídico hasta las últimas consecuencias por el rechazo al golpismo y la defensa de la institucionalidad, y no haya bajado la cabeza contra todo tipo de presiones internas y externas.

Bolsonaro, recordemos, fue acusado y condenado por liderar un intento de golpe de Estado después de perder las elecciones en 2022; según la acusación, un “intento de destrucción violenta del Estado democrático de derecho”, por su “participación en una organización criminal”, por interferir en el proceso electoral para impedir el acceso a los recintos de votación donde se esperaba que ganara Lula, y otros delitos que, sumados, merecerían un total de 43 años de cárcel. Es decir, cosa muy pesada.

Los miembros del Supremo Tribunal que lo ha juzgado han votado cuatro por la condena y uno por la absolución. Este resultado limita sus posibilidades de apelación, pero el Congreso de ese país ha iniciado estos días la aprobación de una ley de amnistía para los actos golpistas de 2022; lo que podría resultar en una reducción de la pena de Bolsonaro o prisión domiciliaria para el total de su condena; caso contrario, se anticipa que ingrese a la cárcel en diciembre.

Según la Folha de São Paulo, con esta condena, Bolsonaro entra en la lista de los diez jefes de Estado condenados por golpe en todo el mundo después de la Segunda Guerra. La lista incluye a García Meza y a Jeanine Áñez. Por esta segunda inclusión como “condenados”, podemos dudar de su exactitud.

Recojo algo de lo que dice la prensa internacional:

“Hubo señales públicas y complots secretos. Un documento planteaba ignorar las elecciones y declarar el estado de sitio. Y un plan impreso preveía asesinar al presidente electo, su vicepresidente y un juez, con balas o veneno. Las pruebas de que existió una conspiración en Brasil para quebrar la democracia llevaron a la Justicia del país a condenar al expresidente Jair Bolsonaro a 27 años” (BBC).

“El diario español El País señaló que Brasil dio ‘un paso importante contra la impunidad’ y destacó la presión internacional sobre la Corte, incluyendo intentos de intervención de Estados Unidos”.

“El populista de extrema derecha fue declarado culpable de liderar una conspiración que intentó derrocar la democracia de su país. El caso […] ha provocado la ira del presidente de Estados Unidos, quien calificó el juicio como una ‘caza de brujas’” (Financial Times).

El New York Times indicó que Bolsonaro fue condenado “por liderar una conspiración fracasada para anular las elecciones de 2022 en un plan de golpe que incluía disolver los tribunales, dar poderes a las Fuerzas Armadas y asesinar al presidente electo”.

Este es un hecho de mucha trascendencia política, del que quizá todavía se desarrollen reacciones y ramificaciones. Ya veremos.

Como se puede ver, ha sido una semana noticiosa intensa. En comparación con todo esto, los affairs de la familia Arce no tendrían más interés que el de escandaletes de folletín, si no fuera por la mancha en la dignidad de la Presidencia, muy venida a menos en los últimos años. Esperemos que se la recupere en las próximas gestiones, pero admito mi cautela sobre lo que vaya a pasar en el Palacio chico.

Jorge Patiño Sarcinelli es escritor boliviano.



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