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Filia Dei | 13/09/2025

La escasez de almendra no es algo sencillo

Cecilia González Paredes
Cecilia González Paredes

La situación de la castaña en el norte boliviano trasciende la simple escasez y el aumento de precios. Para muchos consumidores, la falta de almendra se atribuye exclusivamente a sequías y fenómenos climáticos; sin embargo, la verdadera historia es mucho más profunda, plagada de conflictos sociales, avasallamientos violentos y un entramado histórico que pone en peligro no solo a un producto emblemático sino al futuro mismo de la Amazonía.

La narrativa urbana tiende a simplificar la crisis de la castaña atribuyéndola a cambios climáticos y condiciones meteorológicas adversas. Sin embargo, es fundamental entender que detrás de esta escasez hay un entramado de violencia y explotación que despoja a las comunidades de sus recursos y su dignidad. La sequía puede ser un factor, pero no es el único. La lucha por el control de los recursos naturales es una guerra silenciosa que se libra en los bosques de Pando.

El reportaje Tierra, sangre y castaña, destaca cómo la violencia, tanto física como estructural, se ha convertido en un elemento recurrente en la vida de quienes habitan y dependen de los bosques de castaña. La tala ilegal, el narcotráfico y la corrupción son solo algunas de las amenazas que enfrentan los pobladores. Estas realidades no solo ponen en riesgo la biodiversidad de la región, sino que también afectan la economía local, que gira en gran parte en torno a la recolección y comercialización de la castaña.

Resulta alarmante que el Estado, lejos de actuar como garante y mediador, sea acusado de complicidad o inacción: detenciones fugaces, procesos judiciales dilatados o inexistentes, y autoridades incapaces de frenar el avance de los avasalladores. Esta ausencia de justicia y control no solo desampara a las familias afectadas, sino que alimenta un mercado negro de almendra que contrabandea decenas de millones de dólares al Brasil y Perú, dañando la economía formal y la sostenibilidad del recurso.

Además, zonas protegidas como la Reserva Manuripi enfrentan una presión constante debido a la falta de recursos para su vigilancia y manejo adecuado. La insuficiencia de guardaparques y el obsoleto plan de manejo permiten que los asentamientos ilegales crezcan, poniendo en riesgo no solo la biodiversidad sino el arduo trabajo de conservación que mantienen comunidades y guardaparques comprometidos.

La zafra 2025-2026 se perfila como una temporada aún más conflictiva. A medida que sube el valor de la almendra y la demanda crece, también aumentan los enfrentamientos y la violencia en la Amazonía, afectando vidas, la tierra y el futuro de esta riqueza natural.

En definitiva, lo que enfrentamos no es solo una crisis agrícola o económica, sino una crisis social, política y ambiental. Cada almendra que falta en las tiendas es la consecuencia de un conflicto que pide justicia, protección y respeto por los derechos humanos y un adecuado manejo de los recursos naturales. Es urgente y necesario un compromiso real del Estado, las instituciones y la sociedad civil para garantizar que la zafra sea un acto de vida y no de muerte. Urge repensar las políticas, fortalecer la vigilancia y reconocer a las comunidades que trabajan por un futuro sostenible y justo.

Cecilia González Paredes. Ms.C. es biotecnóloga y comunicadora científica.



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