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De media cancha | 25/12/2025

El Decreto 5503

Diego Ayo
Diego Ayo
El Decreto 5503 podría caer. No voy a comentar los percances inmediatos sino el juego de poder desatado. ¿Qué es lo que tenemos enfrente? A Paz, un reformador decidido, frente a Lara, un obstaculista sin propuesta. La gente puede valorar que alguien “serio” tome decisiones radicales. Lara representa el polo opuesto, ¡la “locura” destructiva! 

La población busca un político con un plan y no solo un político agitado. Lara es el agitado que ofrece incertidumbre sin proyecto. La sociedad tiene un límite de tolerancia al caos y lo que el expolicía hace es introducir incertidumbre a la incertidumbre que puso sobre el tapete el presidente. La ciudadanía –quiero creer–, prefiere la incertidumbre que promete ordenar al Estado sobre la incertidumbre que promete desordenar la política. Lo de Paz puede convertirse en un reformismo audaz que no pasa por los gritos sino por la eficacia legislativa. 

Lo de Paz es la incertidumbre como medio y la certidumbre como fin. Utiliza lo impredecible para despejar el camino hacia un objetivo predecible. Es lo que diferencia a un estratega de un simple agitador. El “loco” con plan genera incertidumbre sobre cómo va a actuar, pero certidumbre sobre el resultado que se puede producir. 

Eso fue lo que sucedió con Milei o Bukele. Con Milei teníamos incertidumbre en su actitud, con certidumbre en su resultado: detener la inflación. Con Bukele ocurría lo propio: incertidumbre en su comportamiento junto a la certidumbre de ofrecer seguridad a la población apresando a las maras. En suma, generaron un “caos controlado”. Paz ofrece similar senda.

Nadie esperaba que un político tan apegado al código institucional (Paz fue diputado, concejal, alcalde y senador) fuera tan sorpresivamente eficaz en el lanzamiento de esta norma. ¡Un político de rutina des-rutinizándose! Una gruesa porción de la gente asume que si un político institucional hace algo tan radical es porque es y podría ser necesario. 

Si confesaba el plan a inicios de diciembre, convertía a la incertidumbre estratégica en vulnerabilidad predecible, dando tiempo al enemigo para que tumbara la medida. Si anunciaba el decreto 5503 con anticipación era un burócrata pidiendo permiso para actuar, al hacerlo sin previo aviso, se vio como un estadista con determinación. Aún sin éxito pero con innegable determinación.

Evo y un sinfín de aliados intentan lo mismo: aquello que les dio resultado durante 20 años, la marcha. ¿Es una solución? No, es sólo una amenaza de retroceso. Lo suyo ya no es revolucionario, es destructivo. Lo de Rodrigo es incertidumbre con destino –¡el cambio de modelo!– frente a una incertidumbre de caos. 

Una gran parte de la ciudadanía ve en las marchas un estorbo, no una solución. Evo, pues, solo vende miedo, un miedo mayor al que nos genera el Decreto 5503. Una parte de la ciudadanía, prefiere, así quiero creerlo, la incertidumbre del cambio a la certidumbre del colapso. Por ende, posiblemente demos un giro: del poder de la movilización social al poder de la gestión estatal decidida.

Ya lo decía el gran Thomas Schelling en su libro La estrategia del conflicto, de 1960, “la negociación no es un acto de lógica y buena voluntad sino de expectativa”. ¿Qué es lo que esto significa? Pues que el Decreto 5503 podría ser la nueva expectativa de normalidad y la calle “evista” la vieja anormalidad sin expectativa. Por tanto, el problema ya no es del gobierno, es de la oposición.

Evo y diversos sectores sociales solo pueden ganar si convencen al resto del país que Paz puede retroceder. ¿Difícil? No lo podemos saber. Si sabemos que los cooperativistas mineros y los choferes pesados ya pactaron con el gobierno. Morales, de ese modo, podría ser cada vez menos el líder nacional y cada vez más el líder de algunas facciones y –esperemos–, el líder de la facción autoritaria cocalera, únicamente. 

Morales demostraría que ya no tiene poder de veto. Tengamos en cuenta que el veto no se lo quita el Presidente Paz Pereira, se lo quita él mismo al poner a prueba un poder que posiblemente ya no tiene. ¿Puede, pues, ganar Evo en esas condiciones? Tal vez, pero sepamos que con Morales sólo retornamos a la certidumbre del desastre; mientras con Paz apuntamos a incertidumbre de la estabilidad. 

Paz, pues, no solo sacó un decreto sino que podría estar en vías de derrotar al viejo modelo de las calles. Las reformas del 5503 podrían dejar de ser vistas como algo “en disputa” a ser la nueva realidad institucional de Bolivia. ¿Deliro? Tal vez, pero quiero creer que el país dejaría de ser gobernado por el carisma y la amenaza, a ser gobernado por el decreto y la gestión. 

El nuevo líder ya no sería el representante del mito, la lealtad a ciegas y la capacidad de movilizar masas por encima de la ley. Sería, más bien, el gestor que basa su poder en el resultado de la gestión. El foco pasaría de la figura mesiánica a la herramienta que ofrece resultados. El caudillo fue siempre valorado por cuántas personas llenan la plaza; el estratega quiere ser valorado por cuántas personas apoyan el nuevo modelo.

¿Se corre el riesgo de la derrota? Sí, pero sepamos que la gente no quiere ya que alguien muera en las calles y estancarnos en el pasado; quiere soluciones posibles y avanzar hacia el futuro. Tenemos esa oportunidad. Esperemos.

Diego Ayo es cientistas social.

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