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23/07/2023
Columna de columnas

Bloqueos nuestros de cada día

César Rojas Ríos
César Rojas Ríos

Bloqueos, bloqueos y bloqueos. Y, más bloqueos, bloqueos y bloqueos. Sí, lo siento, ya sé que cansa leer tantas veces repetida la misma palabra; pero, imagínese experimentar la misma realidad una y otra vez. Garcilaso de la Vega escribió estos versos: “Quién pudiera hartarse / de no esperar remedio y de quejarse!”.

El editorial del periódico El Deber (23/7/2023), titulado “Bloqueos o disparos a la economía del país”, se queja, sin hartazgo, de esperar que nadie le ponga remedio al rosario de bloqueos que, como cuentas ensartadas, se siguen unas detrás de otras. “La situación es peor en el departamento de Santa Cruz, donde se llevan a cabo cuatro de cada 10 bloqueos que hay en todo el país. Si no es en la carretera a Cochabamba, por la zona norte, es en la antigua ruta, y se complementan estas medidas con los cierres que hay hacia Trinidad o hacia Brasil. Durante los últimos meses, no hubo un solo día que hubiera amanecido con todas las vías expeditas”.

Y el editorial apunta, como el cazador al zorro escurridizo, al culpable del problema: a) “La cultura impuesta por Evo Morales y los cocaleros en la década de los 90 acabó siendo heredada por sectores que no saben otra manera de llamar la atención”; y b) “Quienes llaman a organizar bloqueos deberían ser conscientes de que no se está afectando al boliviano de a pie”. Pero vayamos por partes: a) los bloqueos anteceden, acompañan y suceden a Evo Morales. De hecho, durante sus gobiernos los conflictos pasaron del calentamiento al sobrecalentamiento social; y b) los que bloquean no lo hacen por inconscientes, sino por conscientes (seguro están cansados de esperar algún compromiso lejano que las autoridades les incumplieron por décima-segunda-vez).

Apunto, en cuanto al culpable, en otra dirección: se trata de su majestad, el Estado nacional, no sólo el gobierno central. Es más: el Estado (en gran parte) se ha convertido en inductor de sus propios conflictos, pues tiene una manera de moverse similar a la de un elefante: torpe, lenta y hasta desidiosa. Nadie, o casi nadie, en ninguna repartición estatal está mínimamente preparado para gestionar un conflicto. Todo se improvisa. Una vez que a trancas y barrancas finalmente se logra firmar un acuerdo, a paso seguido se lo incumple por olvido, pues no existe ni seguimiento ni planificación. En esto sí son (todos, toditos, todos) partidarios a ultranza del laissez faire, pues atender como Dios manda la gestión pública implica ganarse el sueldo del mes respetando el mandato bíblico de llevarse el pan de la boca con el sudor de la frente.  Y de eso, nada, nadita, nada.

Paradoja: el bloqueo se manifiesta en las calles, pero oculto y agazapado se encuentra el causante: el Estado (no nos equivoquemos al respecto). Y los funcionarios que debieron gestionarlo de manera pronta, oportuna y técnica, tal vez estén en el bar de la esquina mirando el “país tranca”, y es que nuestras autoridades y funcionarios, a lo largo y ancho de nuestro Estado, mientras no desbloqueen su sentido de responsabilidad y su deseo de construir un país en serio, los editoriales de El Deber se seguirán sumando, por los siglos de los siglos, amén.

César Rojas es comunicador social y sociólogo.



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