Soy un convencido de que la Biblia no sirve
únicamente para ser expuesta en el Hall del Palacio de Gobierno o en un estante
de libros, sino que debe guiar el discernimiento y el accionar del hombre de fe
en toda circunstancia. Bajo ese principio, me parece oportuno reflexionar sobre
los “pecados originales” de los últimos dos gobiernos; el del MAS, salido de
las urnas, y el actual, fruto del azar de la Historia.
El gobierno del MAS nació legítimamente y fue instalado en el Jardín del poder por un respaldo popular inédito y con las condiciones de gozar de las maravillas recibidas. Sin embargo, incitado por la serpiente castro-chavista, empezó a codiciar el árbol del bien y del mal (el árbol prohibido del autoritarismo prorroguista), convencido de que, al comer de su fruto, tendría asegurado un poder único y perene.
Sin embargo, no fue así; comieron del árbol y, como consecuencia de este pecado original, llevaron la maldad a manifestarse en tres dimensiones. Pecaron contra Dios, fomentando el culto de un ídolo de barro, erigiéndole museos, carros y palacios y rindiéndole pleitesía con falsos títulos. Pecaron contra los hermanos, asesinando, provocando muertes, persiguiendo injustamente y robando desde millones hasta champús. Asimismo, olvidaron mejorar la salud y la educación de sus hermanos. Y, finalmente, pecaron contra la Creación, despilfarrando los recursos del Jardín, desboscando a mansalva, permitiendo incendios forestales y fomentando, sin ninguna racionalidad, los agrocombustibles y las semillas genéticamente modificadas. Expulsados del Jardín, sueñan hoy con volver a ocuparlo mediante la violencia.
Por su parte, el nuevo administrador del Jardín, el gobierno accidental y accidentado, tuvo que encarar la crisis heredada, agravada por una pandemia de dimensión mundial. Sin embargo, al buscar la redención incurrió también en su propio pecado original cuando, por no saber o no poder resistir la tentación del águila imperial, comió del árbol de la candidatura y sembró la semilla del árbol del continuismo. A continuación, el nuevo gobierno empezó a añorar e imitar las peores mañas del faraón derrotado, en medio de una mezcla caótica de errores y buenos deseos. Su pecado original también se manifestó en la triple consecuencia de pecar contra Dios (manipulando la fe); pecar contra el pueblo (especulando con la salud y la educación) y pecar contra la Creación (dejando arder los bosques).
Ahora bien, del pecado original -aquel que está al origen de todos los pecados- no se vuelve atrás; tampoco se lo cancela, solo se lo redime, mediante un camino largo y sincero de conversión.
La redención significa para el MAS dejar atrás el desvarío del evismo y la radicalidad de su “nomenklatura” para retomar con humildad el camino de las propuestas genuinas en pro del desarrollo nacional, dando voz a los últimos, en lugar de inculcarles consignas destructoras.
Para el actual gobierno redimirse implica tomar conciencia de sus limitaciones electorales y ejecutivas, abonando la tierra para el gobierno que le suceda y poniendo al servicio del país sus mejores cuadros y sus propuestas más creativas.
La profundidad de la crisis actual es tal que nadie puede salir de ese pozo solo, sin una escalera de fuerzas cooperativas. Es una misión ardua, pero no imposible; en otras coyunturas trágicas Bolivia, cuyo aniversario celebramos en estos días, supo levantarse.
Hoy Bolivia, enfrentada por el insano electoralismo y herida por la crueldad de los que bloquean la salud y la vida en medio de una pandemia que arrasa con vidas y economías, nos invita a recordar las veces que renacimos de las cenizas como un aliciente para confiar en que el jardín volverá a florecer.
Francesco Zaratti es físico.
@brjula.digital.bo