Samuel P. Huntington, en El orden político en las sociedades en cambio (2014) entiende la gobernabilidad como la capacidad del sistema político para mantener el orden y la estabilidad frente al cambio. La gobernabilidad no depende de cuántos participen ni de cuán próspero sea un país, sino del equilibrio entre la movilización social y la fortaleza institucional. Cuando ese equilibrio se rompe y las demandas crecen más rápido que la capacidad del Estado, la ingobernabilidad irrumpe como una corriente que desborda el cauce institucional.
Huntington describe tres paradas en el tortuoso viaje de la gobernabilidad. La primera, la alta gobernabilidad, es ese oasis institucional donde todo parece funcionar sin sobresaltos. La segunda, la gobernabilidad moderada, se asemeja a un equilibrio sobre la cuerda floja: cualquier mal paso puede llevar del orden al caos. Y la tercera, la ingobernabilidad, es cuando las demandas sociales se desbordan como un río impaciente y el Estado apenas logra flotar entre partidos deshechos, promesas hundidas y políticos que, con tono solemne, aseguran haber venido a “restablecer el orden”.
¿Cuál es el paisaje de gobernabilidad que le espera al flamante gobierno de Paz y Lara tras su victoria en el balotaje? Resolver ese enigma y delinear las medidas que debe asumir a corto y mediano plazo es el propósito de este artículo.
Gobernabilidad moderada: malabares políticos en territorio resbaladizo. Tras su victoria en el balotaje, el gobierno de Rodrigo Paz y Edmand Lara se encuentra navegando en la delgada línea de la gobernabilidad moderada, ese terreno ambiguo donde las promesas de campaña todavía actúan como pegamento temporal, pero al parecer las grietas del sistema político se asoman con descaro, como fisuras que saludan desde la pared mientras uno finge que no existen.
Se trata de un equilibrio precario, un auténtico malabarismo institucional donde cada decisión –desde atender la escasez de combustibles hasta cumplir con los bonos prometidos– puede convertir la “tensión controlada” en un elegante eufemismo para la ingobernabilidad.
El nuevo gobierno recibe en herencia un país agotado y escéptico, donde el optimismo brilla por su ausencia, casi al nivel de los dólares que circulan. La economía avanza con muletas prestadas: la escasez de divisas encarece todo lo que se importa, el combustible se ha vuelto un tesoro casi mítico y los precios de la canasta familiar suben con la puntualidad implacable de un reloj suizo.
A este panorama se suma un tejido institucional desgastado por años de polarización, en el que cada poder del Estado parece hablar un idioma diferente, y una sociedad civil que no espera ni invitación ni calendario oficial para salir a manifestarse. En conjunto, el gobierno se enfrenta a un país que respira tensión y desconfianza.
En tal escenario de gobernabilidad moderada, Rodrigo Paz y Edmand Lara deben asumir decisiones que combinen acciones inmediatas que apaguen los incendios visibles y calmen el descontento social, con estrategias a mediano plazo que fortalezcan un aparato estatal agotado y recuperen la confianza de una ciudadanía que sabe que los milagros son escasos.
Medidas inmediatas: apagar fuegos y mantener el reloj andando. Las acciones urgentes no son negociables: se trata de apagar incendios visibles, aunque las instituciones rechinen. Las siguientes medidas que se debe asumir buscan evitar la tensión social transforme la gobernabilidad moderada.
Atender la escasez de bienes críticos. El suministro de combustibles y la disponibilidad de divisas deben garantizarse con cierta urgencia, antes de que los supermercados y estaciones de servicio se conviertan en territorios míticos, donde conseguir gasolina o dólares sea más un acto de fe que de economía. Mantener los precios de la canasta familiar bajo control será crucial para que los hogares no empiecen a calcular su presupuesto con calculadoras de bolsillo.
Cumplimiento rápido de promesas sociales. Los bonos prometidos, los créditos blandos para comerciantes y los programas de vivienda deben ejecutarse al menos de manera parcial. Estas medidas ayudarán a mantener la ilusión de eficiencia, para luego implementar soluciones más estructurales.
Comunicación transparente y constante. Informar de manera clara sobre medidas adoptadas y plazos no es solo una cortesía, sino un antídoto contra la desconfianza. La ciudadanía, habituada a la improvisación política, agradecerá señales de claridad antes de que la rumorología y la especulación social conviertan cualquier retraso en un escándalo monumental.
Diálogo con sectores movilizados. Los movimientos regionales y organizaciones sociales deben ser escuchados antes de que la protesta se convierta en conflicto abierto. Reuniones periódicas y canales de negociación eficaces permitirán canalizar demandas sin que el aparato estatal termine sintiéndose como un reloj descompuesto.
Medidas mediatas: encauzar el río antes de que se desborde. Tras las acciones inmediatas, el gobierno de Paz y Lara deberá trabajar en los cauces profundos de la gobernabilidad. Las medidas mediatas buscan encauzar el río de las instituciones, la economía y la confianza ciudadana.
Fortalecimiento institucional. Los órganos del Estado no pueden seguir fluyendo como corrientes dispersas que apenas se rozan entre sí. Mejorar la coordinación entre poderes, profesionalizar la burocracia y consolidar procedimientos permitirá que las instituciones dejen de temblar ante cualquier turbulencia social y empiecen a conducir las demandas por cauces definidos.
Reformas estructurales. Revisar leyes y procedimientos que generan ineficiencia o corrupción es urgente. La distribución de recursos, la justicia y el control fiscal son áreas en las que cualquier tropiezo puede hacer que el río de la gobernabilidad se desvíe, formando remolinos que arrastran promesas, pactos y estabilidad, recordando que el orden no es natural, sino fruto de cauces bien definidos.
Plan de confianza ciudadana. Recuperar legitimidad no se consigue con discursos ni promesas para la foto; requiere transparencia, rendición de cuentas y participación real de la sociedad civil.
Gestión económica sostenida. La economía debe aprender a fluir con firmeza. Políticas fiscales y monetarias coherentes, reducción de la inflación, estabilización de precios y estímulo a la inversión interna son esenciales para que los recursos no se evaporen como agua de lluvia entre rocas.
Prevención de conflictos. Establecer mecanismos de mediación y resolución anticipada de conflictos permitirá que las tensiones sociales sigan su cauce sin desbordarse en protestas o bloqueos que arrastren la gobernabilidad. Actuar a tiempo es la única manera de mantener el río institucional dentro de sus márgenes.
En conclusión, el gobierno de Paz y Lara debe manejar con cuidado su frágil equilibrio: con decisiones acertadas, paciencia y un poco de suerte, la gobernabilidad moderada puede sostenerse.
Eduardo Leaño es sociólogo.
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