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Ojo en tinta | 24/09/2024

La muerte del emprendedurismo y las mypes en Bolivia

Javier Medrano
Javier Medrano

En la estructura empresarial de Bolivia predominan las micro y pequeñas empresas. Son estructuras muy frágiles, casi siempre informales. La mayoría responde a un dueño (inversor con un pequeño capital) y, de acuerdo con las escasas cifras oficiales a las que se puede acceder, representan más del 90% de la actividad económica del país. Siendo la ciudad de El Alto, quizás, la urbe con la más alta tasa de microempresarios. Virtualmente todos fuera de la ley.

Se estima que funcionan en todo el país más de 700.000 micro y pequeños emprendimientos y los problemas más comunes y constantes a los que se enfrentan son una completa ausencia de ayuda financiera (créditos blandos para fortalecer, crecer e innovar en sus pequeños negocios); carencia de un asesoramiento financiero de su micronegocio. Prácticamente, arman sus emprendimientos con el dedo índice mojado en alto, tratando de leer los vientos de cambio del mercado. Son verdaderos marinos en aguas revueltas, con un estante y una brújula que no siempre mira al norte.

Según las cifras de sus dirigentes (Conamype) durante el primer semestre de este año, más de 10.000 micro y pequeñas empresas cerraron sus puertas y más de 120.000 están en riesgo de correr la misma suerte. El sector pide ayuda a gritos y ya anuncian que tendrán serios problemas para pagar sus deudas a las entidades financieras.

Esto quiere decir que están riesgo ocho de cada 10 empleos que generan las mypes y nueve de cada diez unidades productivas están en una lance de clausurar sus funciones económicas, por falta de apoyo en todo aspecto. Esta es una tragedia para todo un sector que vive del día y que están largados a su suerte.

Para colmo, están, literalmente, ahogados en trámites y burocracias y actos de coacción y chantajes municipales que todos los días los “asaltan” con pagos irregulares para su funcionamiento. Son unidades económicas familiares y combinan en sus empleos (informales y precarios) a familiares, amigos y algunos conocidos, para manejar la logística rudimentaria del negocio.

Hasta hace unos cinco o seis años lograban pequeños puntos porcentuales de equilibrio positivo entre sus ganancias y sus costos. Pero siempre tenían presente la debilidad de su emprendimiento. Con el paso del tiempo, la ausencia de divisas, la contracción de la economía y del poder adquisitivo de los bolivianos, cientos de estos emprendimientos han iniciado la retirada. Ya no son sostenibles, no son rentables y mucho menos competitivos.

Entre las preocupaciones más intensas están la incertidumbre sobre la reactivación económica y una estabilización del mercado. Sus insumos se han disparado por las nubes y ya no pueden ni siquiera –por poner un ejemplo de las muchas heladerías y jugueras de la calle– ofrecer un helado con crema o con frutillas o una variedad mínima de tres sabores de sus batidos de fruta, por ejemplo. O porque no hay o porque sus precios de base se dispararon. Con lo cual el valor agregado del producto que ofrecen es igual a cero.

Bolivia, allá por los finales de los 90 y comienzos del nuevo milenio, fue considerada como el país con el mayor porcentaje de emprendimientos (pequeños y medianos) de Latinoamérica. Fuimos un faro en la región y el análisis de numerosos casos de estudio de diversas escuelas de negocios nos describían sorprendidos. Hubo un crecimiento muy importante del microcrédito a manos de financieras que crecieron en cartera, reputación y fueron un referente en el desarrollo de asesorías en microfinanzas y con orgullo mostraban el casi nulo índice de mora de sus micro y medianos clientes. Eran épocas doradas del boom de las microfinanzas.

Pero el principio siempre fue y sigue siendo el mismo: los bolivianos somos emprendedores por necesidad, no por oportunidad. Y ahora, esa oportunidad es nula. El coletazo del mal manejo de la economía masista, arrastrará consigo a cientos de miles de jóvenes emprendedores que deberán cerrar sus negocios e irse con sus bártulos de nuevo a las casas de sus padres. En el mejor de los casos. Retrocederán muchísimo y nadie, ni la banca, ni las cooperativas y muchísimo menos el Gobierno les tenderán la mano. Están echados a su suerte. Y, más encima, con deudas.

La caída de la actividad y el horizonte poco claro sobre cuándo y cómo será la recuperación es lo que más preocupa a este sector de corajudos y hoy en el universo de las pequeñas y medianas empresas, las cosas son caóticas y casi desesperadas.

Así que amigo y amiga emprendedora, desde este rincón sólo puedo agradecerte por tu denodado esfuerzo, por creer en tus sueños y por luchar en contra de este gigantesco monstruo estatal masista y pendenciero que sólo se dedica a matar el emprendedurismo en Bolivia. Salvo que seas, claro, narco cocalero, contrabandista o cooperativista minero. Si ese fuese el caso, mis más sinceras maledicencias como boliviano de bien.




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