La Paz, 04 de octubre de 2024
Cuando opté por estudiar una carrera relacionada con organismos vivos tenía la certeza que lo mío eran los animales. Al final, fueron las plantas las que captaron mi interés.
Como estudié biotecnología hace muchos años se nos enseñaba bastante de botánica y zoología; también me tocó aprender a usar claves taxonómicas y hasta hacer colecciones de especímenes.
Al respecto, un artículo del 2019 llamó mi atención. “El fin de la Botánica” de Crisci et al., examina en profundidad la crisis que enfrenta la Botánica en el siglo XXI, a pesar de su fundamental importancia para la vida en este planeta y su papel crucial en la comprensión de la biodiversidad.
A lo largo del texto se describe una alarmante disminución en el número de estudiantes, cursos y departamentos dedicados a esta disciplina, lo que plantea serias preocupaciones sobre el futuro de la Botánica como campo académico y científico. Los autores analizan varios factores que contribuyen a esta problemática, destacando el reduccionismo científico, que ha llevado a una mayor atención hacia la biología molecular en detrimento de la botánica. Este enfoque ha resultado en una desvalorización de esta disciplina como campo de estudio, que debería integrar conocimientos desde la morfología hasta la ecología de las plantas.
Además, la lógica de mercado aplicada a la ciencia ha transformado la percepción del trabajo científico, donde la cantidad de publicaciones y citas se ha vuelto un criterio de evaluación predominante, afectando la calidad de la investigación. Esta situación ha llevado a que muchos científicos se vean presionados a producir resultados inmediatos y medibles, en lugar de fomentar un enfoque más holístico y a largo plazo que la botánica requiere.
Las colecciones de historia natural, que son esenciales para la investigación sobre biodiversidad y conservación, enfrentan recortes presupuestarios y falta de personal, lo que compromete su mantenimiento y uso. Este deterioro es especialmente crítico en un contexto donde la identificación de especies y la gestión de la biodiversidad son cada vez más urgentes, dado el acelerado ritmo de extinción de especies y los desafíos ambientales que enfrentamos.
Los autores argumentan que una comunicación efectiva es esencial para aumentar la conciencia sobre la importancia de las plantas y la necesidad de su conservación. A pesar de los desafíos, se plantea una esperanza en el reconocimiento del problema y en el legado de la botánica en Hispanoamérica, que valora la biodiversidad y la conservación en contextos ecológicos y culturales específicos.
Algunas estrategias que proponen los autores para fortalecer esta disciplina son: revalorizar la botánica con un enfoque integral que es fundamental en temas de conservación y biodiversidad, promover el trabajo interdisciplinario con otras áreas de la ciencia, fortalecer la educación y divulgación desde la educación primaria hasta la universidad, utilizar tecnologías para hacerla más accesible y atractiva, fortalecer las colecciones botánicas y fomentar proyectos de investigación aplicada.
Un nuevo impulso en la botánica es crucial para preservar su papel en la ciencia y la sociedad, asegurando un futuro más sostenible y consciente de la importancia de las plantas en nuestro planeta. Este llamado a la acción es fundamental para inspirar a las futuras generaciones a involucrarse en el estudio y la conservación de la flora, reconociendo su valor intrínseco y su papel en el equilibrio ecológico. Pero si se continúa con la promoción de “chaqueos” y reduciendo los contenidos en ciencia en la currícula escolar, no creo que logremos revitalizar esta disciplina en nuestro país.