No hay error más grave que el de equivocarse en quién es el enemigo y matar o morir por fuego “amigo”.
El vicepresidente Lara arremete contra el presidente Rodrigo Paz como si este fuese el más ruin de los corruptos, sin ofrecer prueba alguna. ¡Ello es una infamia!
También es cobardía porque Lara sabe que Paz no puede responderle sin perjudicar su alta investidura, en momentos críticos en que la honorabilidad y credibilidad del flamante presidente constituye un capital político fundamental para Bolivia.
Este intento de asesinato de carácter, si fuese tomado en serio, pudiera poner en peligro todo el programa económico de estabilización en marcha. ¿Qué gobierno u organismo multilateral justificaría una ayuda económica excepcional para el país si se juzgara que Bolivia está dirigida por un corrupto?
Capitán Lara: los corruptos probados y comprobados son los gobernantes del MAS; no equivoque el objetivo arriesgando una muerte por fuego amigo.
Es saludable que el vicepresidente se haya impuesto la tarea urgente de combatir la corrupción, ese cáncer de la política que hace metástasis en las instituciones de la República. Pero esta debe ser una lucha seria y proba; no puede limitarse a denunciar nombres y lanzar epítetos de manera alegre e irresponsable, sin verificación alguna. Capitán Lara: ¡contra la corrupción sí, pero no así!
La corrupción está definida como “el uso de bienes públicos para beneficio político o personal”. En este caso, sería el propio Edman Lara quien usa su alta investidura para favorecerse políticamente, a costa del desprestigio del presidente Paz y, por ende, del gobierno mismo, del cual él es parte.
Concedámosle, sin embargo, el beneficio de la duda y analicemos su más reciente desafío a Paz: “quién se baja más el sueldo”
Esto me recuerda la fábula del campesino que educaba a su burrito a no comer… y cuando el burrito ya estaba aprendiendo, ¡se murió! ¿Cuál es el mérito de trabajar sin cobrar? ¿No es acaso una licencia implícita para robar? Llevada esta lógica al extremo: ¿el que no cobra es más honesto que el que sí lo hace?, ¿y cuánto más cobra como sueldo legítimo, es más corrupto?
Recuerdo a un agente aduanero en la frontera con Brasil que contrató un vuelo privado para llegar a La Paz y ofrecer el pago de una suma importante para conservar su puesto “sin goce de haberes”. Me lo dijo a mí, en Palacio de Gobierno. ¿Es ese el modelo de funcionario público que deseamos?
Singapur es famoso por su desarrollo acelerado. En los años 60 era más pobre que Bolivia. Sesenta años después, es uno de los países con mayor ingreso per cápita del mundo: 21 veces el de Bolivia, 94.000 dólares frente a 4.500 en 2025. El salario promedio de un ministro es de 858.000 dólares anuales; el primer ministro gana el doble: 1.750.000 dólares. El 65% es salario básico y el 35% está sujeto a resultados. En Singapur, la corrupción conlleva la pena de muerte.
La razón es simple: cuando un funcionario
está bien pagado, tiene menores incentivos para corromperse; por el contrario,
la baja remuneración en cargos de responsabilidad fiduciaria induce a la
corrupción.
En 1985, cuando asumí como Alcalde de La Paz, debido a la hiperinflación, los
sueldos equivalentes en dólares eran paupérrimos, entre 15 y 20 dólares
mensuales; mi primer salario fue de 45 dólares. Y en esas circunstancias, del
alcalde para abajo, se produjo la “privatización de facto”: los empleados
cobraban directamente –vía coimas– por sus servicios, ejerciendo funciones
monopólicas sin tener que rendir cuentas a nadie.
Dos años después (1987), el salario de los oficiales mayores de la Alcaldía paceña fue fijado en un equivalente a 5.000 dólares mensuales, similar al de un gerente bancario de la época. Esos ejecutivos municipales eran reclutados mediante auditoras internacionales independientes (Coopers & Lybrand Co.) que elevaban ternas para la selección de parte del alcalde. Era frecuente que yo conociera al funcionario elegido recién al momento de tomarle el juramento.
Estudios académicos y empíricos indican que la corrupción es un “crimen de cálculo”: los funcionarios efectúan implícitamente un cálculo de costo-beneficio, donde el beneficio inmediato supera al castigo esperado, descontando la probabilidad de detección y sanción. Ello demuestra que el nivel de remuneración es clave. El flujo de salarios futuros, descontado al valor presente, debe ser mayor que el monto potencial que la corrupción para que el salario sea un disuasivo efectivo.
Capitán Lara: quien mejor gana tiende a ser más honesto que aquel que justifica su corrupción como “reconocimiento” a su labor…excepto que sea un jerarca masista.
“Si usted paga con maníes, solo podrá contratar monos”, dice el adagio. Y los monos roban lo que pueden y cuanto pueden.
Ronald MacLean Abaroa es catedrático; fue alcalde de La Paz y ministro de Estado.
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