A raíz del viaje del presidente electo Rodrigo Paz a EEUU, antes de su investidura el próximo 8 de noviembre, periodistas, diplomáticos, empresarios y ciudadanos me preguntaba en Washington: ¿Cuál es el pensamiento, la filosofía del nuevo presidente boliviano?
Más sorprendente aún fue la pregunta formulada por una periodista boliviana, contagiada del entusiasmo y asombro que nos embriaga ahora a los bolivianos, incrédulos y algo confundidos por el resultado electoral. Ella me dijo, a boca de jarro: “¿Qué es el capitalismo para todos?”.
La respuesta fácil hubiera sido decir “todo lo contrario del socialismo del anterior régimen”. Pero hoy, capitalismo y socialismo han perdido sus definiciones clásicas. En el capitalismo, la propiedad es individual; en el socialismo, es colectiva, del Estado.
Recuerdo la respuesta de un parlamentario
del régimen anterior, del “Movimiento Al Socialismo” cuando definió al
socialismo como “sensible”, casi “buena gente”, en suma, “bueno”. Mientras que
probablemente habría definido al “capitalismo” como egoísta, individualista, de
los ricos, y por ende “malo”. Así creía la mayoría, hasta que la realidad cambió
esa percepción. 
Si el socialismo nos llevó a la ruina material, moral y espiritual, su
antítesis debiera ser, por definición, buena. Por lo que necesitamos una mejor
definición de ambos.
Académicos como el economista Premio Nobel británico Douglas C. North han propuesto un nuevo marco para entender la historia humana en torno al ejercicio de la violencia: las sociedades “cerradas” y “abiertas”.
Las primeras caracterizan, en distinto grado, a la mayoría de los países donde la política ordena a la economía, produciendo privilegios permanentes para las élites (la minoría). Son sociedades basadas en el control del poder, “privilegios” para unos pocos y la preservación del orden a cambio de obediencia. Su origen está en la necesidad de controlar la violencia como forma de “ordenar” las relaciones humanas y, por ende, la vida social. La gente renunció a parte de su libertad a cambio de protección. Así surgen las dinastías, las élites políticas, religiosas, y el monopolio de la fuerza (establecimiento de ejércitos) en manos del Estado, con privilegios permanentes.
Las segundas, las sociedades “abiertas”, son pocas, pero dominan el mundo actual. En ellas, la economía ordena la sociedad a través del mercado, y la competencia diluye privilegios y exige innovación, generando progreso y movilidad social. Son sociedades donde los privilegios se convierten en derechos “de todos”, y donde el mérito reemplaza a la herencia.
En Bolivia, las principales fuerzas políticas del nuevo ciclo electoral han asumido los principios del ideal de las “sociedades abiertas”, es decir, privilegios convertidos en derechos, propiedad individual en vez de colectiva, y un Estado que deja de ser el botín de quienes ostentan y circunstancialmente administran el poder. “Capitalismo popular”, capitalismo de todos”, “post-capitalismo”, “sociedad de propietarios y no de proletarios”, etc.: estas son las nuevas frase-consignas del “buen” capitalismo emergente en el mundo moderno, sobre todo en América del Norte y Europa.
Cuando Rodrigo Paz habla de “capitalismo para todos”, postula una visión de país abierto, sin trancas ni barreras, sin burocracias obstruyentes, sin privilegios permanentes. Una Bolivia abierta al mundo, con un gobierno transparente y facilitador al servicio de toda la gente.
Hace años, propusimos que una de las instituciones más elitistas del Estado adoptara un estatuto “abierto”: la Ley del Servicio Exterior No. 1444 del 13 de febrero de 1993, promovida durante mi gestión como Canciller y promulgada por el presidente Jaime Paz Zamora.
Dado que el servicio exterior boliviano no podía garantizar la continuidad de su mejor talento humano por su inestabilidad, discontinuidad y baja remuneración, propusimos declarar los cargos jerárquicos abiertos a concurso público, sujetos a evaluación por un panel de expertos independientes, donde pudieran competir profesionales bolivianos con experiencia destacada, incluso con funcionarios de carrera. Así, ciudadanos con méritos extraordinarios podrían servir como embajadores o en cargos jerárquicos de forma excepcional.
La selección abierta de funcionarios jerárquicos cumple con los preceptos de un “capitalismo (sociedad abierta) para todos”: acceso, competencia e innovación. Un servicio exterior abierto es la expresión institucional de una sociedad moderna de acceso abierto, a través de un “mercado” transparente de talento. Esa es, en esencia, la filosofía que debería inspirar el pensamiento del nuevo gobierno.
Ronald MacLean es catedrático; fue alcalde de La Paz y Canciller de la República.
                            
                            
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