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Políticamente in-correcto | 17/10/2025

Educación e IA: entre renovarse o extinguirse

Franklin Pareja
Franklin Pareja

Soy profesor universitario hace casi 20 año; sin embargo, reconozco que un fantasma recorre las aulas, y no está de paso. La posibilidad concreta de que el sistema educativo tradicional, tal como lo conocemos, se encuentre en sus últimos días es una amenaza real. Esta no proviene de una reforma curricular (previsible y necesaria) ni de un cambio generacional, sino de la vertiginosa evolución de la Inteligencia Artificial (IA), que está redefiniendo radicalmente la manera en que adquirimos, procesamos y aplicamos el conocimiento.

Durante décadas, el modelo educativo ha operado sobre principios inmutables: maestros transmitiendo información, estudiantes memorizando contenidos, y evaluaciones estandarizadas midiendo resultados. Sin embargo, este modelo pedagógico muestra fisuras cada vez más evidentes frente a tecnologías capaces de procesar, sintetizar y explicar cualquier concepto con una precisión y adaptabilidad que ningún docente tradicional puede igualar.

En este contexto, intuyo que la pregunta que miles de estudiantes se deben formular diariamente adquiere validez creciente: ¿qué sentido tiene asistir presencialmente a una clase cuando una herramienta de IA puede explicar exactamente lo que necesito aprender, al ritmo que requiero, sin limitaciones horarias ni espaciales?​

La capacidad de personalización que ofrece la IA representa un salto cualitativo sin precedentes en la historia pedagógica. Mientras los profesores tratamos a los estudiantes de forma homogénea o estandarizada para que avancen al mismo ritmo, las plataformas inteligentes diagnostican fortalezas, identifican debilidades y calibran estrategias de aprendizaje para cada individuo.

Para nosotros, más allá de todo, son buenas noticias. En Bolivia, hace décadas la educación enfrenta cinco problemas estructurales:  1. Baja calidad educativa y deficientes resultados de aprendizaje. 2. Deserción escolar y abandono estudiantil. 3. Infraestructura educativa deficiente. 4. Deficiencias en la formación y calidad docente. 5. Brecha digital y desigualdades tecnológicas.

Gracias a las nuevas tecnologías y, particularmente a la IA, el principal problema relacionado al bajo nivel de calidad de la educación (que es el más complejo) podría mejorar notablemente, lo que sería un salto al desarrollo; porque trabajar en la mejora de la educación de forma convencional nos llevaría al menos 20 años, si empezamos a trabajar desde hoy y sin interrupciones.

Por eso, quizá, el impacto más trascendente sería la universalización del acceso educativo de calidad. Comunidades rurales, poblaciones con discapacidades y estudiantes en contextos de pobreza extrema encontrarían en la IA puentes hacia oportunidades educativas anteriormente inalcanzables. Tutores virtuales disponibles las 24 horas, traducción simultánea a decenas de idiomas, adaptación de contenidos para diferentes estilos cognitivos.

La tecnología está derribando muros que décadas de políticas públicas no lograron. Es un cambio de época que viene con grandes oportunidades y, sobre todo equidad (igualdad de oportunidades). Sin embargo, se requiere una inversión estratégica: internet gratuito y de alta velocidad en todas las unidades educativas de Bolivia y dispositivos tecnológicos. Aunque no faltarán los que piensen que suena a una utopía, sería la mejor inversión; hablamos de nuestro recurso más valioso: el capital humano.

No obstante, no todo lo que brilla es oro. El deslumbramiento tecnológico no debe cegarnos ante otro tipo de amenazas reales y crecientes. La atrofia cognitiva emerge como el primer peligro. Hoy por hoy, cada vez más estudiantes que delegan sistemáticamente a la IA la resolución de problemas experimentan deterioro en capacidades analíticas, creatividad y pensamiento autónomo. La crisis de honestidad académica podría estar alcanzando dimensiones preocupantes. Plataformas generativas facilitan el fraude, produciendo ensayos completamente fabricados, proyectos que simulan aprendizaje inexistente.

Empero, a pesar de todo, y rescatando lo mejor de la IA, y contrario a pronósticos apocalípticos, los docentes no están condenados a desaparecer, están llamados a renovarse y transformarse. El gran desafío no consiste en controlar o limitar el empleo de las nuevas tecnologías, eso es un autoengaño y una pérdida de tiempo. En realidad, el docente debe operar como un articulador de ecosistemas de aprendizaje híbridos, donde lo humano y lo tecnológico se complementan estratégicamente.

Su crítica consistirá en cultivar dimensiones insustituiblemente humanas: empatía, ética, inteligencia emocional, colaboración compleja, creatividad genuina. Estas competencias socioemocionales, inmunes a la automatización, constituyen el núcleo distintivo de la educación humanista en la era de la IA.​

La disyuntiva ya no reside en decidir si incorporamos la IA a la educación, esa decisión ya la tomaron los estudiantes hace tiempo, al adoptarla masivamente; sino en determinar cómo estructuramos esa incorporación de manera ética, equitativa y pedagógicamente sólida.

Las instituciones educativas que persistan en negar esta realidad, aferrándose nostálgicamente a modelos arcaicos, no están preservando tradición; están acelerando su propia irrelevancia. La educación convencional efectivamente tiene las horas contadas, pero su ocaso puede representar el amanecer de un sistema más efectivo y humano. Los profesores debemos entender que la renovación es necesaria e inevitable, porque su negación será la extinción.

Franklin Pareja es cientista político.



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