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25/10/2022
La birlocha de aire

Con la esperanza puesta en los Z's

María José Rodríguez
María José Rodríguez

Nosotros los de la generación X sentíamos que las diferencias entre nuestros padres y nosotros eran gigantes. Qué ellos no tenían walkman, ni mucho menos discman. Que vieron televisión, por vez primera, cuando nosotros nacíamos, es decir, ya adultos. Y que ni soñaron con pasar horas jugando con una consola como el Atari frente a la tele. Inevitablemente, nos surgía esa sonrisa condescendiente con los viejos, ¿verdad? Esa misma sonrisita burlona, medio de lado, que hoy tienen mis hijos cuando no logro bajar una “app” a mi celular o no conozco de una nueva red social y (qué increíble) ni estoy en ella.

A la luz de las nuevas generaciones, la brecha entre centennials  y sus padres,  convierte a la de los X y los suyos en  una insignificancia. La generación Z comparte mucho con los millenialls, pero tiene peculiaridades únicas. 

No solo es la adicción a las pantallas, ni las 30 maneras de conectarse -si es que hay internet- entre novies y amigues. Sino también el sistema de valores, su acción comprometida con el resguardo del planeta, la comprensión no binaria del mundo, el total desapego de las lógicas políticas anteriores, la tolerancia como consigna, la hiperconectividad y la capacidad-necesidad de cambiar de tema y de imagen cada tres segundos.

Son completamente nativos digitales, más abiertos a las nuevas ideas y amantes de un futuro mejor, quizá por su prístina consciencia sobre cuán fallado está el mundo.  Creen de corazón que su trabajo debe ser parte de un cambio profundo y quizá por ello su desilusión se convierte en enojo contra padres y jefes, cuando ven el mundo al desnudo.  Suelen transitar de uno a otro empleo buscando cumplir esa utopía. Y su ambición va mucho más allá de hacer un par de pesos, un techo, una familia y …esperar lo que el viento del sur pueda traer, rechazando las “lecciones para ser” (como sugería Charly en Sui Generis) A ellos sí  que la sociedad les disgusta.

Se los estudia mucho para entender las razones de su constante infidelidad de marca y sus gustos y disgustos ante los productos. Pero se sabe poco de su capacidad de impulsar causas, pues ellos se unen alrededor de tópicos que realmente les son significativos. Priorizan sus valores sobre los gustos. Si su sabor de soda preferido no viene en botella de vidrio, elegirán cualquier otra no embotellada en plástico. Y cuando ante la caja del supermercado, se dan cuenta que olvidaron la bolsa reciclable, dejarán en el carrito todo aquello que no pueden llevar dentro de su mochila, porque se horrorizan ante la sola idea de llevar 10 bolsas plásticas a casa. Y con la ropa, ya están masificando la tendencia de comprarla usada, o en su lenguaje “vintage”.

Muchos de ellos han decidido dejar las carnes porque el amor a los animales no puede ser solo de boca para fuera. Son congruentes con sus creencias y van a la acción cotidiana. Esa que provoca cambios desde el día a día.

Los X buscamos en las perchas del supermercado el desodorante de alguna marca que nos guste, ojalá en spray que no dañe la capa de ozono. Ellos compran piedras, sí piedras de alumbre que esculpidas en forma de “roll on” se las frota contra la piel. No usan cepillos de dientes de plástico, sino los de bambú. Y se dan el trabajo de buscar y pagar más para ser congruentes con sus creencias.

Si los X creíamos que con palabras e ideas cambiaríamos el mundo, ellos lo hacen con actos cotidianos que obligan en silencio y, de a poco, a transformar las industrias, las empresas y, espero, los gobiernos.



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