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Sin embargo | 11/07/2025

Chambones en apuros

Jorge Patiño Sarcinelli
Jorge Patiño Sarcinelli

La semana pasada se aprobó en Estados Unidos la ley que Donald Trump orwellianamente llamó su “beautiful bill”. Esta hermosa ley presupuestaria contiene dos medidas de mayor impacto. La que rebaja los impuestos a los ricos y la que les quita el seguro público de salud a los pobres. Un segundo conjunto de medidas en importancia incluye un aumento en los gastos militares y en el control de fronteras e inmigrantes ilegales, y una reducción en las medidas de protección medio ambiental.

El impacto monetario de estas medidas va de un aumento promedio de 2,3% de sus ingresos al decil más rico, hasta un impacto negativo en sus ingresos del 3,9% en el decil más pobre (34 millones de personas). Si este porcentaje parece bajo, recuerde el lector que se trata de un promedio entre los poco afectados y los muy. Los seguros de salud sirven para proteger a quienes no tienen los medios para pagar el remedio caro ni una cirugía, sin los cuales sus vidas tendrán un giro dramático.

El conocido economista Larry Summers afirma en un artículo reciente, (NYT|08|07|25), que son “recortes de impuestos que a lo largo de 10 años darán un promedio de más de un millón (de dólares) a las familias en el 0,1 por ciento superior de la distribución de ingresos (...)” y señala que estas medidas “ignoran la brutalidad humana que (es) el aspecto más problemático de esta ley (...)”.

Se proyecta que 11 millones de personas perderán su acceso al seguro público de salud; lo que se espera que resulte en 100 mil muertes adicionales en los próximos diez años, pero la ayuda militar a Israel se mantendrá constante.

“Israel es una economía de medio billón (trillón en inglés) de dólares, con una industria militar increíblemente robusta. Ese país no necesita recibir 3.000 millones de dólares (al año) del dinero de los contribuyentes estadounidenses, aunque la mayor parte de ese dinero vaya a Boeing y Lockheed Martin y a algunos otros contratos de defensa” (Douthat|NYT|10|07|25).

No se puede criticar a Trump por no ser consecuente con sus prioridades: ricos, armas e Israel por encima de los pobres, democracia y medio ambiente. El lector interesado en más detalles del impacto de esta ley los puede leer aquí

El presupuesto gubernamental de ese país debería tenernos sin cuidado, pero sospecho que habrá causado regocijo en dos grupos, si es que están prestando atención: por un lado, están los que creen, con algo de Schadenfreude de izquierda, que cuanto peor le vaya a Estados Unidos, mejor para todo el planeta. Las noticias dan cada día más razón a los agoreros de la amenaza imperialista.

Por otro lado, habrán celebrado la noticia aquellos que creen que la clave del desarrollo está en cobrar menos impuestos, aunque esta reducción tenga como consecuencia un aumento en las penurias de los más pobres. La teoría, según ellos, es que estas son pasajeras, pues la reducción en los impuestos permitirá a los ricos invertir en actividades productivas que generan empleos. Según la evidencia empírica, los ricos no usan sus excedentes para mejorar las condiciones de sus trabajadores ni generar empleo, pero esto no impide que se siga defendiendo tal teoría.

Sobre lo desalmadas que son estas posiciones, que creen que el sufrimiento de los más pobres -la “brutalidad” a la que se refiere Summers- se justifica en nombre de mayores oportunidades económicas para otros que ya las tienen, sobran los comentarios.

Independientemente de lo erradas que sean esas teorías, nuestros libertarios han demostrado en estos meses de preparación para las elecciones que sus desatinos no son solo teóricos, pues han mostrado ser unos chambones en la práctica. Es cierto que la política es en casi todas partes un juego sucio y son pocos los que logran jugarlo sin ser manoseados. Los que se embarran por primera vez pagan su derecho de piso y nuestros dos libertarios estrella lo han pagado.

Como si hubieran decidido competir uno con el otro para ver quién hace el mayor papelón, los otrora compañeros ideológicos, Antonio Saravia y Jaime Dunn, se lanzaron en paralelo en sendas carreras electorales.

Saravia, que venía coqueteando con la política, haciendo giras nacionales para abrazarse con sus hermanos capitalistas en Camiri, Yacuiba y El Alto, decidió probar suerte como candidato a vicepresidente en la fórmula de ADN, para descubrir, apenas pasadas unas semanas de aprobada su inscripción, que no había tenido afinidades ideológicas con el candidato a presidente de ese partido.

¿Es esto concebible? ¿No lo habían discutido y acordado previamente? Supongo que alegará que fue usado y traicionado. ¡Como novio que huye de la iglesia cuando descubre que la novia no era de tan buena familia como le habían dicho! Me parece que después de este desastroso estreno, Saravia debería volver a sus clases de economía en Mercer University y dejar la política para otros mejor dotados para el oficio.

Por su parte, Dunn no quiso quedarse atrás y comenzó su papelón haciendo un periplo de partido en partido para ver dónde encontraba cobijo, como si encontrar partido fuese como en el mercado; al mejor postor. Por lo visto, descubrió que él no era mercadería suficientemente deseable para ninguna sigla, ni siquiera las venidas a menos, y terminó en la a todas luces insignificante NGP de Edgar Uriona.

Conformado con lo que el mercado le deparó, Dunn hizo de las tripas discurso y encontró palabras para ensalzar a su compañero de fórmula, a pesar de su obvia ignorancia en todas las cuestiones en las que Dunn hace gala de su brillantez. De haber legalizado su inscripción no nos hubiera sorprendido que él también descubriera que su acompañante no piensa igual que él, o que ni piensa ni corta, políticamente hablando.

Sin embargo, antes de llegar a eso, su inscripción hizo aguas en cuestiones administrativas. Resulta que Dunn se había olvidado de que un candidato necesita para inscribirse certificar su solvencia fiscal, proceso que, en su caso, se atascó en la HAM de El Alto, donde él fue funcionario hace veinte años.

Según la noticia (BD|08|07|25) dicha Alcaldía ha informado que “Dunn aún tiene dos deudas y 15 impugnaciones”. Él alega que ha presentado todos los descargos a satisfacción de la Contraloría. Palabra contra palabra, nos quedamos sin saber a quién creer, pero podrían al menos informar de qué tratan esos procesos. ¿Son cosas triviales o graves? ¿No ha devuelto un lápiz o faltan 100.000 bolivianos en un descargo?

Sin haber visto papeles, no puedo opinar sobre esta cuestión, pero otros, más atrevidos que yo, han preferido creer lo que les conviene creer y han atribuido el fracaso del trámite a la mano negra de Eva Copa, quien, supuestamente, por querer perjudicar a un rival, le ha negado un derecho. No es imposible, claro está, pero antes de afirmarlo así tan rotundamente, habría que ver evidencias; no sacar a relucir prejuicios.

El mismo analista que ha incurrido en esta especulación califica la candidatura de Dunn como algo novedoso en la política nacional. En primer lugar, la novedad por la novedad solo puede encandilar a los frívolos, y si alguna novedad se les puede reconocer a los libertarios, es que son los primeros desatinados que quieren imitar a Trump y Milei en Bolivia, seguidos por el candidato a vice de Tuto Quiroga con su ridícula gorrita a la moda de MAGA.

Sin embargo, no hay que confiarse, ni la estupidez ni la inmoralidad han impedido que Trump sea elegido, y no una vez, sino dos. Hay pueblos que no aprenden con una paliza y piden más. En castigo, esta “hermosa ley” los hará sumpichir. A llorar al río los pobres -blancos, negros y latinos- que se dejaron embaucar. Estarán igualmente amargados los que votaron en contra y se sientan traicionados abandonados por el sistema, sin poder hacer nada contra la voluntad de una mayoría estúpida.

Se dice que a los pobres siempre les roban dos veces; la primera cuando les prometen y la segunda cuando les quitan. Hemos asistido al primer asalto. En los próximos años veremos desarrollarse el segundo; lo que no impedirá que se sigan repitiendo las mismas cantaletas como si, por estarse imponiendo en el norte, fuesen buenas para nosotros.



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