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08/08/2023
Columna Abierta

“Yo he existido, yo he vivido, ¿me entienden, no?”

Carlos Derpic
Carlos Derpic

En octubre de 2020, la Vicepresidencia del Estado, la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), el Servicio de Documentación e Información Sindical (SIDIS) y la Biblioteca y el Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional (BAH-ALP), publicaron “Historia del movimiento minero de Bolivia a través del testimonio de sus protagonistas: 1952-1985”, una obra que, en más de 600 páginas, da cuenta de la práctica del proletariado minero que tanto influyó en Bolivia a lo largo de varias décadas.

René Zavaleta Mercado dedicó parte de sus trabajos al proletariado minero, del cual dijo que era “el sector más interesante entre todos los del proletariado boliviano”. Por algo, cuando el MNR tomó el poder en 1985, apuntó a la destrucción de la FSTMB mediante la relocalización y el pago de beneficios “extralegales” que terminaron con la fracción de clase más importante de la Central Obrera Boliviana (COB) que, desde entonces, no fue nunca más la misma y terminó en la fantasmagórica institución que es hoy, encabezada por un fantoche que, al igual que el expresidente fugado, busca eternizarse a la cabeza de esa organización sindical.

A lo largo del libro desfilan figuras legendarias como Juan Lechín, Simón Reyes, Edgar Ramírez, Federico Escobar, César Lora, Artemio Camargo, Ireneo Pimentel, Víctor López, Mamerto Goyochea y varios otros dirigentes mineros que, a su turno y en mayor o menor medida, aportaron a las luchas que el pueblo boliviano libró en diferentes frentes y uno de cuyos más importantes logros fue la democracia conquistada en 1982.

Sin duda, en la lista faltan varios dirigentes, como Jacinto Velásquez, Marcial Plaza o Walter Cortez, que dirigieron al proletariado minero en Potosí, y seguramente faltan varios otros de otros lugares. Pero, en el libro hay una ausencia llamativa: la de Filemón Escobar, preclaro dirigente minero de Catavi, cuyo nombre ni siquiera es mencionado. Parecería que Filemón Escobar no existió.

En ocasión de la “Primera Feria del Libro de la clase obrera”, realizada el pasado julio en el edificio de la FSTMB, pregunté a uno de los responsables del libro acerca de las razones por las que no se incluyó el nombre de Filemón Escobar en el texto. La respuesta fue increíble: “nos hizo renegar”. ¿A quiénes hizo renegar Filemón, qué hizo para provocar ese enojo?

No es posible que un libro que se pretende académico e histórico y que, supuestamente, fue fruto de un “histórico taller de historia oral”, omita el nombre de uno de los más importantes dirigentes mineros de la historia de Bolivia.

Filemón Escobar no fue sólo un connotado dirigente sindical, sino un importante teórico. Arturo Zist, un sacerdote jesuita que conocía mucho de marxismo, decía que Escobar había realizado un aporte teórico de primer orden a éste. Y muchos que tuvimos la ocasión de conversar con él pudimos constatar su formación y la importancia que le daba a los órganos de poder para la transformación social, así como su insistencia en la imbricación que había entre los obreros e indígenas bolivianos.

Cuesta comprender cómo Edgar Ramírez, que escribió el prólogo del libro, haya consentido semejante omisión y que la hayan tolerado quienes se presentan como editores, coautores, investigadores y entrevistadores de la obra.

Pensando un poco, la única explicación para la omisión que se menciona es el odio enfermizo que los exmandatarios fugados en 2019 tuvieron a Filemón Escobar en la última etapa de su vida y es altamente probable que ellos, o sus llunk’us, hayan instruido que se omita toda referencia a su nombre, su biografía y su aporte a la lucha del pueblo boliviano y del proletariado minero. Los fantoches cumplieron a la perfección la orden.

En China, Xi Jinping hace lo mismo con los dirigentes del partido comunista que caen en desgracia a sus ojos: pretende borrarlos de la memoria colectiva. Y es lo que hacen, en general, los dictadores de toda laya.

Filemón Escobar cometió varios errores, como haber prohijado a Evo Morales, a quien llevó a primera fila porque era “maleducado y atrevido”; y también haber callado las barbaridades que se producían en “el instrumento” ya en sus inicios, que no auguraban ningún cambio para bien del país. Pero, por muchos errores que haya cometido, no se justifica este “olvido” inexplicable, incomprensible, miserable.

Filemón, desde el más allá, con su inconfundible voz, estará diciendo a los autores de este despropósito: “oigan, cojudos, yo he existido, yo he vivido… ¿me entienden no?”.



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