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Surazo | 18/09/2025

Y no son nimiedades…

Juan José Toro
Juan José Toro

El 20 de julio de 2017 publiqué, en esta columna, un artículo titulado “Laris” –que no tiene nada que ver con ningún candidato a vicepresidente– en el que criticaba a las autoridades ediles de La Paz por haber incluido a la salteña en una lista de más de 20 alimentos a los que consideraban parte del patrimonio gastronómico de ese municipio.

Fue el inicio de una larga pugna que se tradujo en dos libros, decenas de artículos y un viaje a Puno para decirles a los habitantes de esa ciudad peruana que la famosa empanada no tiene origen allí, donde la datan en la década del ‘70 del siglo XX.

El hecho es que el artículo de referencia me costó varios ataques de gente que considera que el origen de la salteña es un tema de tercer orden que no merecía ocupar espacios de opinión como este. Lo calificaron de “nimiedades” y ese fue el título para otro artículo, uno que se publicó el 27 de julio de ese mismo año defendiendo el carácter patrimonial de la salteña.

Lo que dije, entonces, es que “para declarar patrimonio a un alimento, se toma en cuenta su carácter representativo y si es tradicional, contemporáneo y viviente a un mismo tiempo. Se incluye, también, la historia, los procesos de producción, la práctica y el arte de prepararlo”.

Han pasado ocho años y la guerra parecía perdida por una razón: la empanada de caldo, que surgió como tal en Potosí, en el siglo XVI, fue denominada “salteña” en el XIX debido a que era preparada por mujeres del norte argentino que se instalaron en ciudades del sur boliviano, escapando de la dictadura de Juan Manuel de Rosas. Como la gente iba a comprar estas empanadas “de las salteñas”, el gentilicio se convirtió en sustantivo y, hasta hace unos días, eran miles los que creían que, por su nombre tardío, esta empanada se originó en Salta, Argentina.

Pero lo que no lograron las autoridades bolivianas, tan timoratas cuando se trata de enfrentar al Perú, lo consiguió un “streamer”; es decir, un transmisor de contenidos en tiempo real. Ibai Llanos Garatea, español de Bilbao, lanzó una competencia de reacciones en tres de sus redes sociales con el denominativo de “Mundial de desayunos” y, debido a su popularidad, que le ha hecho ganar millones, consiguió posicionar a la salteña entre los alimentos matutinos más conocidos del mundo.

Es cierto que Bolivia solo llegó a cuartos de final en este concurso, pero la publicidad que obtuvo fue tremenda, e invaluable, porque ahora hay millones de personas en el mundo que quiere probar una salteña.

Aunque breve, y privado, el “Mundial de desayunos” fue un fenómeno viral. Lo ganó nada menos que Perú, pero, antes de adjudicarse la cacerola dorada (no os riais, por favor), tuvo que competir con la salteña que Ibai presentó, desde el principio, como “de Bolivia”.

Entonces, Bolivia simplemente no consiguió ganarse la cacerola (no os riais, por favor) porque, por lo demás, obtuvo una valiosísima publicidad gratuita y quedó globalmente difundido que la salteña es boliviana. Es un gran triunfo y, por ello, el “streamer” español tiene bien ganados los millones de dólares que sumó a su fortuna con su “Mundial de desayunos”. 

 Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.



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