Al comenzar este mes –mes donde se recuerda la lucha por los derechos laborales, el Día de las Madres y, para los católicos, también el mes mariano, además del festejo en Chuquisaca–, nos hemos enterado, mediante los medios de comunicación, de hechos violentos. Cuando se habla de agresión y violencia, muchos dicen que ahora hay más que antes; otros dicen que siempre existieron y que, por algún motivo, hoy son más visibles. Lo último podría deberse a que ahora, además, se cuenta con las redes sociales. En fin, el hecho es que históricamente la violencia ha estado presente en el mundo; sin embargo, los picos o el aumento de frecuencia se relacionan íntimamente con la situación de civilización (o no) de los lugares, con la presencia y respeto de normas, y con la educación.
Los hechos que se presentaron en los últimos días –y que hieren la sensibilidad en muchos casos– son: la muerte de un adolescente que supuestamente fue ofrenda; la agresión a una periodista mientras cumplía su trabajo; y la agresión a cinco mujeres trabajadoras de la Alcaldía de Cochabamba. En medio, las noticias habituales: hallazgo de drogas (sin aprehensión de peces gordos), casos de trata y tráfico, y la agresión de conductores a transeúntes. Todos estos casos nos hacen pensar que, como sociedad, estamos perdiendo –o quizá nunca tuvimos– las mínimas señales de civilidad, respeto a normas y leyes, y educación: una mezcolanza que parece rutinizarse y aumentar.
En cuanto al primer caso, se trata del hallazgo del cuerpo sin vida de un adolescente de 14 años en Villazón, quien había desaparecido en marzo y apareció el segundo día de mayo cerca del río Penitencia. Según lo declarado por el padre del adolescente, el cuerpo estaba rodeado de elementos típicos de rituales, como q’oas, un ala de gallina, cigarros e hilos blancos. La autopsia concluyó muerte violenta por traumatismo craneoencefálico.
Por otro lado, la periodista Paola Cadima, al realizar su trabajo en Cochabamba informando sobre los conflictos de la basura, fue agredida por personas en estado de ebriedad, quienes propiciaron golpes y violencia sexual. No solamente hubo violencia contra la periodista y mujeres que la ayudaban a escapar de las agresiones, sino también contra el camarógrafo que la acompañaba, hecho acompañado de robo.
Y en Cochabamba –situación asociada también al conflicto por la basura– fueron golpeadas varias personas, gran parte funcionarios municipales. En la trifulca vivida este último lunes, cinco mujeres fueron agredidas a tal punto de recibir golpizas, cortes de cabello y acciones de humillación con cortes en sus prendas de vestir, e incluso fueron despojadas de sus zapatos, según fotografías publicadas por los medios de comunicación. El saldo de esto, además de secuelas psicológicas asociadas a violencia y malos tratos, incluye personas con parálisis de la mitad del cuerpo.
Estas, y muchas otras situaciones, se están viviendo en Bolivia como si no tuviéramos leyes ni normas, como si no existieran la policía o los guardias. De hecho, se demuestra la ausencia de educación, tolerancia y principios básicos para entablar diálogos o resolver conflictos. Analizando desde lo nacional hasta lo regional, se evidencia día a día la incapacidad de manejar conflictos y de hacer cumplir la ley.
En el caso del adolescente potosino, ¿acaso no estamos en pleno siglo XXI y esos malos usos y costumbres deberían quedar solamente en la historia, como momentos oscuros? Hoy en día deberíamos evolucionar hacia una convivencia respetuosa entre todos. Lo sucedido en Cochabamba hace relucir, sin tapujos, la ausencia de autoridades y la incapacidad de resolución de conflictos o de algún tipo de conciliación que no ponga en riesgo la vida de las personas del lugar y de todos los ciudadanos en general. El problema de la basura es un problema de salud pública, y los delitos contra la salud pública están tipificados en el Código Penal Boliviano. ¿Quién hace cumplir la ley?
En esta época electoral, varios candidatos se llenan la boca prometiendo poner orden en Bolivia; los actuales gobernantes, obviamente, tratan de no hablar del tema porque detienen a ciudadanos que analizan u opinan en desacuerdo con su ya cansina propaganda –hablo de los presos políticos–, pero no cumplen lo que dicta la ley, como aprehender a quienes tienen orden (por ejemplo, al expresidente Evo Morales). Además, permiten dinamitazos, bloqueos y situaciones como las vividas en Cochabamba por el conflicto de la basura. Uno de los candidatos, hoy alcalde de Cochabamba, dijo reiteradamente en entrevistas que hará cumplir la ley; pero en la ciudad que gobierna, desde hace buen tiempo, el conflicto por la basura ha ocasionado daño a funcionarios municipales, a ciudadanos de su municipio y de municipios aledaños. Y no se cumple la ley. Y parece ausente –perteneciente también al partido de gobierno– el gobernador de Cochabamba.
¿Qué nos queda? Votar por quien firmemente haga cumplir la ley, quien esté comprometido con la gente, con el Estado de Derecho, con la libre circulación. Votemos con el cerebro, con la conciencia y con el corazón, por amor a la vida, a nuestras familias y al futuro de nuestros hijos.
Cecilia Vargas es cirujana y docente universitaria.