El 18 de abril de 1906 un terremoto de magnitud 7,8 sacudió la ciudad de San Francisco, provocando muerte, devastación, pillajes e incendios de las precarias viviendas de madera de esa ciudad. Durante semanas, debido al caos y los incendios que neutralizaron las grandes caja fuertes, los bancos de la ciudad permanecieron cerrados. Todos menos uno, el Bank of Italy, propiedad de Amadeo Pietro (AP) Giannini, hijo de inmigrantes italianos que por entonces tenía 36 años.
En medio de la destrucción de la ciudad, Giannini vio en el terremoto una oportunidad que le sugirió dos acciones atrevidas: primero trasladó la caja fuerte del banco a su casa en las afueras de San Francisco, ocultándola en un carro basurero, para evitar llamar la atención de los saqueadores, y luego abrió una “ventanilla” de su banco en el puerto de San Francisco, colocando una tabla entre dos turriles y atendiendo a sus clientes con el dinero que había puesto a salvo. Dinero que la gente humilde utilizó de inmediato para la reconstrucción de sus viviendas y negocios.
Los clientes del Bank of Italy eran en su mayoría pobres inmigrantes (pequeños agricultores, artesanos, comerciantes) que dos años antes del devastador terremoto fueron convencidos por AP Giannini a confiar en su banco a cambio de recibir préstamos con bajo interés.
En ese entonces el negocio de la banca era muy peculiar: atendía sólo a los grandes empresarios en una sola sede central; no otorgaba préstamos en montos pequeños ni se preocupaba de tener muchos clientes. Al contrario, AP Giannini fue un precursor del microcrédito; recibió los exiguos ahorros que la gente ocultaba en sus colchones o en cinturones; permitió a las mujeres abrir sus cuentas de ahorros sin el permiso de sus maridos; otorgó préstamos para la producción que eran devueltos con puntualidad por los modestos inmigrantes, inicialmente italianos, pero luego de toda nacionalidad.
A raíz del terremoto de 1906, Giannini entendió la importancia de abrir sucursales del banco para descentralizar el dinero y el riesgo. Además, tuvo una extraordinaria intuición para los negocios desde que dejó la escuela a los 14 años para dedicarse a corredor de hortalizas, con lo cual hizo una pequeña fortuna. Al casarse con la hija de un acaudalado inmigrante italiano, dueño de un pequeño banco, empezó a desarrollar ideas de modernización de ese negocio, aunque sin ser tomado en serio. Por esa razón, decepcionado, se retiró y con sus ahorros abrió su propio banco.
Por el año 1928 llegó a Los Ángeles y fusionó el Bank of Italy con otro banco local: de la fusión nació el Bank of America, con los mismos principios que lo llevaron a transformar el negocio bancario. AP Giannini fue Presidente del Bank of America, por entonces el primer banco comercial del mundo, hasta su retiro en 1945.
Giannini fue un hombre de mínimas ambiciones personales. Solía decir que si una persona aspiraba a poseer más de 500 mil dólares (unos cinco millones de ahora) debería visitar a un psiquiatra. De hecho, AP Giannini se jubiló con ese patrimonio.
Entre las intuiciones de AP Giannini estuvo haber financiado la naciente industria cinematográfica de California (por ejemplo las películas “Blancanieves” de Walt Disney y “El vagabundo” de Charlie Chaplin); del puente Golden Gate, después de la Gran Depresión; de la industria vitivinícola de California y de la hoy famosa HP (Hewlett Packard). Durante la guerra, apoyó a la industria bélica de EEUU y después de la guerra ayudó a la reconstrucción de la FIAT en su país de origen.
Es la historia no del “sueño americano” de un inmigrante, sino del sueño de una nación realizado por un inmigrante, un sueño que los países que hoy rechazan despectivamente a los inmigrantes deberían cultivar.
@brjula.digital.bo