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Tinku Verbal | 19/10/2025

Nosotros, los bolivianos

Andrés Gómez V.
Andrés Gómez V.

En nuestra Bolivia hay tres evidencias empíricas indiscutibles:

Primera: todos descendemos de un pasado común de 200 años. Somos hechura de nuestra historia.

Segunda: el camba necesita del colla para ser camba, y el colla necesita del camba para ser colla. La identidad de uno cobra sentido gracias a la identidad del otro.

Tercera: nos hemos mezclado cultural y genéticamente a tal punto —en 500 años— que el que era ya no es, es ese otro que antes veía como extraño. Es el destino inevitable de la humanidad porque hoy se viaja más que antes y con mayor rapidez.

Los dolores y éxitos del pasado nos unen. Los problemas del presente nos juntan. Y la esperanza del futuro nos llama a ser nosotros, los bolivianos.

Repetir que somos un “pueblo enfermo” es acientífico. Alcides Arguedas escribió ese libro cuando la genética aún no había establecido que la raza humana es una sola. Es un texto que abrió los ojos a principios del siglo XX, cuando la ciencia todavía no había leído el “libro de la vida” para entender el genoma humano. Arguedas respondió a su época, en la que la neurociencia, la genética, la física y las comunicaciones estaban muy lejos del desarrollo actual. Quizá ni siquiera conocía la teoría de la relatividad de Einstein.

Los seres humanos compartimos las mismas virtudes, defectos y sesgos, aquí o en Rusia, o en cualquier parte del mundo. Fiódor Dostoievski lo muestra en Los hermanos Karamázov. En Bolivia hay varios como Fiódor (padre) y sus hijos: Dmitri, Iván, Alexéi. O como Grushenka.

También compartimos las mismas virtudes y defectos ahora que hace siglos. Basta revisar el teatro griego o romano, o las obras de Shakespeare. Precisamente para reducir nuestros defectos y cultivar nuestras virtudes, los animales humanos inventamos la filosofía, la educación y la política. Por eso, 2.300 años después, seguimos cultivando el estoicismo de Zenón de Citio.

Entonces, ¿por qué otros países son desarrollados y nosotros seguimos en el fango?
Una razón: los otros construyeron un nosotros, base de su cohesión social.
Otra: convirtieron sus diferencias en energía, no en debilidad.
Y una más: formaron élites capaces de ceder en sus creencias para dar paso a la ciencia.

Los humanos nos abrazamos en dos momentos: en el peligro o en el éxito. Hoy los bolivianos estamos en grave peligro por la crisis causada por el régimen populista de izquierda. O nos abrazamos y nos damos la mano, o retrocederemos cien años en desarrollo social y económico. Para abrazarnos, debemos construir elementos de cohesión social. Uno de ellos, ineludible, es la construcción del ser boliviano.

En esa perspectiva, vale recordar que la fortaleza del ser boliviano está en su diversidad. Ella propicia el intercambio de ideas, la complementariedad productiva, la innovación y la productividad, motores del desarrollo económico. Sin embargo, la polarización hace que la veamos como una debilidad porque genera desconfianza, desacuerdos, racismo y conflictos sociales.

Las sociedades más diversas lideran el mundo moderno, pues el progreso tecnológico se acelera en contextos así. China es un país multiétnico con 56 nacionalidades; India está compuesta por más de 705 etnias. Ambos tienen problemas, como todos los países. La humanidad es imperfecta, pues.

Para convertir la diversidad en fortaleza, debemos reducir la desigualdad social que asigna roles predefinidos por clase o color de piel. Para que no sea así, hay que invertir en educación como ascensor social y generador de igualdad de oportunidades.

Y para dar este salto, necesitamos élites con capacidad de mirar el horizonte con luces científicas. Si la realidad ha cambiado, el pensamiento debe cambiar. Si una fórmula económica ha fallado, hay que aplicar otra. Si las creencias nos han atrasado como país, debemos cultivar otras. Por supuesto, también hay que cambiar las narrativas que nos anclan al pasado.

Si nos han roto como sociedad, hay que reconstruir la cohesión. Si la plurinacionalidad no ha funcionado, hay que cultivar la nación boliviana. Necesitamos mentes pragmáticas, no ideologizadas. Más ciencia, menos doctrina.

Los bolivianos descendemos de un pasado común. Imposible cambiarlo. Estamos obligados a reedificar nuestra casa sobre esas piedras. De nada sirve lamentarnos ni entregarnos al pesimismo. Hay que mirar el presente con serenidad y cultivar el futuro con esperanza.

Andrés Gómez es periodistas y abogado.



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