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Quien calla, otorga | 25/10/2025

No era Andrónico

Alfonso Gumucio Dagron
Alfonso Gumucio Dagron

Rodrigo Paz ganó las elecciones sin el menor asomo de duda, aunque Tuto Quiroga lo acepte a regañadientes. Pedir la revisión de 34 mil actas fue una mezquindad, porque basta entrar a la página del Tribunal Supremo Electoral para revisar todo. Tuto nunca ha sabido perder, pero aquí se acabó la cuerda: nunca fue y nunca será presidente electo de Bolivia.

He leído no menos de cinco reflexiones de colegas periodistas o autonombrados “analistas políticos” (no sé dónde se estudia esa carrera), que después del domingo electoral proclamaron como Paul (el pulpo del mundial de 2010): “Les dije que Rodrigo ganaría por 10 puntos”. Bien por ellos, si acaso puede considerarse un mérito predecir como oráculos. En mi caso, suelo ser más subjetivo y no hago predicciones. No tengo dotes de adivino, ni pretendo tenerlas, sino que simplemente digo lo que pienso y siento, y con frecuencia, lo que deseo, aunque no vaya a suceder. En esta columna hago las tres cosas.

Soy de los muchos que se sorprendieron en la primera vuelta. Cuando Andrónico se lanzó como candidato, creí que los votos de los descontentos del MAS engrosarían su caudal de simpatizantes: una cara nueva (y muda), podría recoger los despojos de Evo y de Arce, y proponer una renovación a las bases masistas. Me equivoqué, pues esos votos se trasladaron a la fórmula Rodrigo-Lara y le permitieron posicionarse en primer lugar desde la primera vuelta del 17 de agosto.

Para la segunda vuelta, pensé que un porcentaje importante de los que quieren ver definitivamente al MAS fuera del poder, iba a cobijarse en la tienda de Tuto, no porque sus propuestas de fondo fueran mejores, sino porque hizo amenazas estruendosas: “En 24 horas Evo estará preso”, por ejemplo. Pero la personalidad del candidato de Libre y su sinuosa trayectoria hicieron dudar de la veracidad de sus proclamas. Al final, un 19% de otros partidos, transfirió su voto a la fórmula Tuto-Velasco, mientras que Rodrigo aumentó su ventaja inicial de 6%, y sumó 22% más.

Repito, no fue Andrónico, fue Rodrigo el que capturó los votos de las bases masistas. En la primera vuelta Rodríguez no pudo catalizar la votación de las corrientes dispersas del “instrumento del pueblo”, sino Rodrigo Paz. Pensé que Andrónico convocaría siquiera los votos de funcionarios del Estado (que son muchos, aferrados a sus cargos), pero me equivoqué. La tragedia de Andrónico en su fugaz estrellato no es sangrienta como la de Shakespeare, sino simplemente mediocre, como el personaje inicialmente prohijado por Evo Morales, a quien la ambición carcomió el futuro político. 

Varios factores le permitieron a Rodrigo captar votos masistas en la segunda vuelta, y entre esos, el 15% de votos nulos (evistas) de la primera vuelta. No es que los masistas supuestamente arrepentidos se hayan “iluminado” súbitamente (como infieren algunos “psicoanalistas” políticos), y que luego de dos décadas de militar fervorosamente en el MAS hayan recibido la epifanía de que Rodrigo Paz es la salvación de Bolivia. Si cambiaron de camiseta tan rápido es porque con instinto envidiable apuestan a su sobrevivencia, así como otros (esos sí, nuevitos) se aproximan ahora al vencedor para que les toque una migaja del pastel en la luna de miel.

Fiel a su naturaleza, Tuto hizo una campaña sucia contra Rodrigo, pero en algo tenía razón: los votos del MAS no se esfumaron en el aire, ni engrosaron las filas de la abstención o del voto en blanco, sino que se fueron derechito a Rodrigo. No sólo esos votos dispersos y descontentos, sino los votos duros del propio Evo Morales. Es evidente que en ello influyó la evasiva respuesta del candidato del PDC cada vez que le preguntaban si Evo sería aprehendido por sus crímenes. Rodrigo, con sonrisa de Mona Lisa, dio a entender que no iba a comprarse ese pleito de campaña: “que la justicia obre por su cuenta” (¿Cuál justicia?). Gran habilidad política en su estrategia electoral, todo estaba fríamente calculado.

Evo Morales pisó el palito. En reciprocidad ventiló insinuaciones de que, entre las dos fórmulas de la segunda vuelta, su gente apoyaría la candidatura “menos de derecha”, y dijo textualmente: “parece que muchos compañeros van a votar por el capitán Lara”. El mensaje entre líneas era obvio: más que una orientación fue una directiva, como lo prueba el porcentaje de votos obtenidos por Rodrigo en las provincias del trópico de Cochabamba: Chapare el 95.2%, Chimoré 90.7%, y Shinahota 97.6%, muy por encima del promedio nacional. Eso no fue mera casualidad. Luego del 19 de octubre varios dirigentes chapareños lo expresaron sin disimulo: el nuevo gobierno tendrá que negociar con Evo (como si se tratara de cobrar una boleta bancaria).

De alguna manera, se repite una historia ya conocida: en 1989 dos grupos políticos opuestos construyeron un puente sobre ríos de sangre para cerrar el camino a quien había ganado la votación. En este caso, en una nueva alianza tácita non-sancta, parecería (quiero equivocarme otra vez) que se ha alzado un puente sobre la enorme cloaca de la corrupción masista.

En esas condiciones asumirá Rodrigo Paz el próximo 8 de noviembre. La gran pregunta es si será un rehén del masismo (no de Evo, sino de la base prebendal), o se desmarcará con volapié, como cuando jugaba fútbol. Yo quisiera ver el volapié y una patada en el trasero del cacique del Chapare. Clarito será: “habrá señales”.

No le será fácil deslindarse de esos votos porque hizo promesas a varios sectores afines al masismo, que tienen mucho poder, por ejemplo, los contrabandistas (que son masistas medulares), y los mineros cooperativistas de guardatojos relucientes (que no tienen intenciones de perder los privilegios ganados en la ilegalidad durante 20 años).

Por el lado de Santa Cruz, donde Rodrigo perdió, ya pidieron hablar con él “cuanto antes” los potentados de la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), seguramente con la intención de que les firme el mismo cheque en blanco que antes de la primera vuelta firmaron Tuto Quiroga y Samuel Doria Medina. Ojalá que no lo haga. No olvidemos que el sector del agronegocio es un aliado del MAS y se benefició escandalosamente durante los gobiernos de Evo Morales y de Luis Arce. (El “préstamo” millonario del Banco Ganadero a los hijos de Arce Catacora se explica solo).

Lo que veo en lo inmediato (y ojalá me equivoque), es que los sectores al margen o en el límite de la legalidad y con poder de coacción política, que medraron del MAS tanto tiempo y con tanta codicia, pedirán cuotas de poder o certificados de impunidad. “Piensa mal y acertarás” le atribuyen a Maquiavelo. Yo soy mal pensado o más bien cauteloso, y prefiero equivocarme.

Mi esperanza es que Rodrigo Paz, una vez en el gobierno este próximo noviembre de 2025, se disocie de esos sectores chantajistas y prebendales que tanto daño le han hecho al país, y muestre que tiene cojones para realizar reformas radicales y rápidas en la economía y en la justicia. Si no lo hace desde el primer día, será un gobierno cautivo de lo que ya hemos vivido durante dos décadas: corrupción, tráfico de influencias, destrucción del medio ambiente, indiferencia sobre la educación, la cultura y las demandas de justicia.

Ahora que goza de la simpatía de un a gran parte de la población, desde el día 1 tiene que enviar señales claras: estabilizar el precio de los combustibles de acuerdo al precio real de los países fronterizos, dejar de subvencionar el dólar para que la tasa de cambio se estabilice (alrededor de 13 o 14 Bs por dólar), así como iniciar de inmediato un proceso expedito de reforma de la justicia, con un plazo fijo, acudiendo a los juristas que ya tienen claro el nuevo diseño. La mayor señal de voluntad de justicia será liberar a los presos políticos y garantizar el retorno de todos los exiliados y perseguidos.

La composición del gabinete de ministros de Rodrigo Paz enviará una señal inequívoca, pero no hay que fijarse sólo en las principales carteras del área económica o de relaciones exteriores (ya ha dado buenas señales en esos dos ámbitos). Habría que poner el ojo en los ministros de Obras Públicas, Trabajo, Minería, Hidrocarburos, Tierras y Justicia, que tendrán el poder de cambiar las cosas (o de mantenerlas igual, estirando el mecate hasta que se rompa).

Una señal positiva (y aquí me zambullo en el terreno de los deseos, no de las predicciones) sería que el nuevo presidente designe a su mejor opción, José Luis Lupo, como canciller y a la vez coordinador del Consejo de Ministros, es decir, una suerte de primer ministro, como en otros países (sin necesidad de cambiar la Constitución, que suele ser la excusa para postergar lo impostergable).

Eso tendría ventajas porque el cargo estaría por encima de las crisis coyunturales y podría garantizar continuidad en el gobierno, aunque otros ministros revienten como fusibles cada tres meses.

@AlfonsoGumucio es escritor y cineasta  



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