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Sociología espontánea | 18/10/2023

Ni Hamás ni Netanyahu, sólo una oportunidad y empeñarnos en ella

Daniel Mollericona
Daniel Mollericona

En una era marcada por el crecimiento de la polarización política, fundamentalismos religiosos, xenofobia hacia lo “ajeno”, y además, una inminente crisis ambiental, parece haber una tendencia a avivar los conflictos y evitar las búsquedas de conciliación y paz. Así, los conflictos aumentan día tras día. El crecimiento de las derechas conservadoras, que no quieren ver que ha desigualdades y dominación, y la radicalización de las izquierdas hiper militantes que solo ven en la violencia la solución, en general, no ayudan.

¿Quién pierde en una guerra? ¿Quién gana algo con los conflictos? Fuera de los intereses de ciertas personas y grupos determinados, en realidad, todos perdemos como sociedad. Una gran mayoría de las poblaciones que viven en medio de un conflicto, aunque simplemente intenten vivir su día a día, serán las que siempre sufran las consecuencias a largo plazo.

Las guerras o conflictos dejan legados complicados. Existe cierta tendencia a que los conflictos vuelvan a ocurrir donde ya han pasado. Esto no es una afirmación que saco de debajo de mi brazo o algo que me imaginé en sueños. Collier y otros (2008) sugieren que los conflictos son recurrentes en un 40% de todas las sociedades post conflicto. [1] Walter (2011), por su parte, sugiere que el 57% de los países que vivieron guerras civiles experimentan futuras guerras civiles. [2] Hay cierta naturaleza cíclica de los conflictos que podemos resaltar con evidencia empírica bastante robusta.

El Ejército Zapatista de Liberación Nacional emitió un comunicado en estos días. [3] En el texto nos transportan 15 años atrás, al 2009. Ya teníamos el conflicto Israel-Palestina, lo que les permite decir: “Hay quienes fueron responsables de sembrar lo que hoy se cosecha, y hay quien, impune, repite la siembra”.

Lamentablemente, los conflictos y las guerras nos enseñan que “no hay límites, ni reglas, ni leyes, ni vergüenzas”. Nos enseñan a gritar desde lo más profundo del corazón hasta que, sea con balas, con palabras o pensamientos, eliminemos a quienes consideramos nuestros enemigos. En un punto ya no nos vemos como seres que merecen justicia y respeto. Es fácil despertarse y elegir el camino de la violencia; lo difícil es crear paz.

¿Cómo sanar un mundo dividido? Esa es la gran pregunta del mundo en la actualidad. Hace algunos meses, salió publicado el libro “Ver a los demás: cómo el reconocimiento opera y cómo este puede sanar un mundo dividido” (2023) de la prominente socióloga de Harvard Michèle Lamont [4]. Ella argumenta que necesitamos nuevas narrativas de reconocimiento que nos permitan ver a los demás, a los otros. Que podamos reconocer su existencia y su valor positivo para que podamos integrarnos, que podamos darles dignidad.

¿Podemos ofrecer dignidad a otros cuando vemos a dos bandos irreconciliables entre Palestina e Israel? Es difícil, pero debemos intentarlo. No nos sirve caer en el antisemitismo o en la islamofobia. Es hora de pensar que podemos encontrar nuevas narrativas alternativas a la polarización proisraelí o propalestina. Necesitamos darnos la oportunidad de nuevas narrativas y empeñarnos en ellas: “Ni Hamás ni Netanyahu. El pueblo de Israel pervivirá. El pueblo de Palestina pervivirá. Solo necesitan darse una oportunidad y empeñarse en ella”.

[1]https://www.jstor.org/stable/27640710 [2]https://openknowledge.worldbank.org/entities/publication/fc5910b6-0f23-57c0-9af8-ed56a76f5c77

[3] https://enlacezapatista.ezln.org.mx/2023/10/16/de-siembras-y-cosechas/

[4] https://inequality.hks.harvard.edu/publications/seeing-others-how-recognition-works-and-how-it-can-heal-divided-world



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