Nadie se atreve a aceptar la gran victoria del tutismo en las últimas elecciones. Hoy todas las miradas se concentran en Rodrigo Paz y Edmand Lara, los ganadores oficiales, mientras se pasa por alto que Tuto Quiroga es, paradójicamente, el verdadero ganador.
El tutismo, la corriente que impulsó la candidatura de Libre de Jorge Tuto Quiroga y Juan Pablo Velasco, tiene una larga trayectoria política. Desde los años 80, Tuto ha ocupado cargos de gobierno. Fue el Vicepresidente más joven del país y participó en casi todas las contiendas desde 2005, siempre con resultados adversos: 28,6% frente al 53 % de Evo Morales en 2005; 9% frente al 61% en 2014; un retiro anticipado en 2020, y una nueva derrota en 2025. Sin embargo, más allá de este historial de derrotas, en la segunda vuelta de 2025 logró algo inédito: el 45,27% de los votos, más de 2,8 millones de votantes. Fue su mejor desempeño electoral. Pero ese no es su mayor triunfo.
El verdadero logro de Tuto Quiroga fue haber convencido a una gran parte de la población, precisamente a la que presume mayor nivel educativo, de que los verdaderos opositores, Rodrigo Paz y Edmand Lara, eran “socialistas” o incluso aliados del MAS. Una operación discursiva que distorsionó la realidad hasta el punto de que muchos creyeron haber presenciado un fraude inexistente.
El fenómeno puede entenderse desde el concepto de gaslighting político, que la filósofa Natascha Rietdijk desarrolla en su ensayo
Post-Truth politics and collective gaslighting. Según ella, la política de la posverdad no solo erosiona el conocimiento o la democracia, sino también la autonomía epistémica; es decir, la capacidad de las personas para confiar en su propio juicio frente a la manipulación.
Rietdijk identifica tres tácticas retóricas clave que pueden observarse con claridad en el caso boliviano: “Lanzar una versión alternativa de los hechos puede ayudar a engañar, pero sobre todo a distraer y confundir al público”. Durante la campaña se difundió la idea de que Paz y Lara eran aliados de Evo Morales o “socialistas disfrazados”. Cualquier propuesta social o guiño a políticas públicas fue presentada como prueba de una supuesta alianza oculta con el MAS.
También “(los) críticos son desacreditados para socavar la diferencia entre fuentes confiables y no confiables.”. Los analistas que señalaron el carácter conservador o populista de la candidatura de Paz–Lara fueron tildados de “masistas encubiertos”, anulando así la posibilidad de distinguir entre análisis fundamentado y rumor político.
Finalmente, la tercera táctica es la negación de hechos evidentes: lemas como “capitalismo para todos” o “nuevas ideas con libertad”, y propuestas como eliminar el “Estado Tranca” o liberalizar la economía, evidenciaban un proyecto de derecha, pero el tutismo logró que muchos creyeran que se trataba de un programa progresista.
Además, incluso con la presencia de más de 1.000 observadores internacionales y el respaldo de 14 misiones extranjeras que certificaron la transparencia del proceso electoral, los tutistas creyeron en un “fraude”. A través de redes sociales, influencers y excandidatos de Libre difundieron actas adulteradas y falsos videos que supuestamente mostraban “irregularidades”. Estas denuncias se multiplicaron pese a haber sido desmentidas.
La estrategia fue sofisticada y millonaria. Jaime Durán Barba, asesor de Tuto Quiroga, aseguraba que lo importante es lo que la gente siente. Y la campaña de Tuto fue de sentimientos; apeló a lo más bajo de la división racializada de “nosotros inteligentes, ustedes idiotas”, “nosotros libres, ustedes socialistas”.
La inversión en la campaña que hizo Tuto Quiroga fue la más cara, millonaria. En la primera vuelta se hablaba de cerca de un millón de bolivianos en publicidad. Con esa publicidad logró engatusar a sectores posiblemente con la más alta educación en Bolivia y hacerles sentir que realmente Paz-Lara eran de izquierda. Si vemos la votación de la
segunda vuelta, gracias a Mauricio Foronda veremos en rojo los votos por Libre.
En otro mapa de Foronda veremos el porcentaje que terminó educación superior en azul. Y vemos que se relaciona visualmente el voto rojo de Libre con mayor nivel de educación. El gran logro de Tuto es que hizo verdad la posverdad, el gaslighting colectivo. Hemos visto engañada a la crema educada de nuestra Bolivia. Logró lo que dijo Durán Barba: apelar a los sentimientos y distorsionar la realidad, y por eso ganó elecciones en otros lados, aunque aquí en Bolivia no le alcanzó.
Mayra Zalles, exdiputada y defensora del tutismo, sostenía que el problema era la falta de educación: que la gente votaba por Paz-Lara por emoción y no por educación. No advirtió que ella misma era parte del proceso de manipulación que criticaba. Gran parte de las clases populares también votaron por la derecha, reacias a una vuelta del MAS; sólo que al menos la fórmula Paz-Lara no negaba cínicamente tweets racistas. Pero el fenómeno relevante fue otro: las clases medias y la élite educada fueron las más vulnerables a la ilusión del saber. Confundieron títulos académicos con inmunidad frente al engaño.
La exdiputada no tiene la culpa, es que el contenido de la educación pública y privada en Bolivia se concentra en dar títulos y no enseñar a pensar. Ojalá sea esta la lección histórica que nos ayude a reevaluar la educación en Bolivia. Porque sin la capacidad de distinguir entre realidad y manipulación ninguna democracia puede sostenerse.
Pero bueno, punto para Tuto por su gran logro.
Daniel Mollericona estudia un doctorado en Yale.