Las declaraciones públicas de los políticos
suelen ser una sarta de mentiras. Las personas que manejan los poderes del
Estado toman decisiones entre ellos, a puertas cerradas, y luego hacen la
pantomima de someter las decisiones al voto de los cuerpos legislativos.
Esa práctica no es patrimonio del dictatorial MAS ni mucho menos reciente, ya que fue asumida desde siempre y hace casi 200 años arrojó como resultado la fundación de Bolivia.
Expuse algunas de mis elucubraciones al respecto el 6 de agosto del año pasado, en ocasión del aniversario patrio, en un artículo titulado “¿Hubo ‘amarre’ en 1825?”, en el que me sumé a la corriente que cree que Casimiro Olañeta maniobró a la Asamblea de diputados del alto Perú con el fin de crear un nuevo país en el que él sería el mandamás.
El historiador Valentín Abecia López, que ha superado la capacidad investigativa de su padre, respondió clara y brevemente al artículo y aprovecho esta oportunidad para reproducir su respuesta:
“Creo que hay que tomar en cuenta dos o tres temas que quedan flotando.
“1. Casimiro llega a Puno el 3 de febrero en la tarde. El famoso decreto (del 9 de febrero) había sido elaborado el 2 en la noche, exclusivamente por Sucre. Hay una carta de Sucre en la que aclara este tema.
“2. Casimiro en sus primeras reuniones le dice a Sucre que la élite (no con esas palabras) altoperuana quería pertenecer al Perú, y que pedirían que la capital sea Cuzco o más cerca.
“3. Casimiro cambia de opinión del 3 al 9 de febrero, por sus charlas con Sucre, y se convierte en fanático patriota. Tal es así que reelabora el decreto de Sucre, cambiando mecanismos y detalles de importancia capital. Decreto que se publica finalmente alrededor del 9 de febrero, en La Paz.
Una vez que esta metamorfosis ha sucedido, Casimiro busca conformar una Asamblea afín a crear un nuevo país. Es ahí donde estimo que se producen los amarres. La piedra angular fue Casimiro y su extraordinaria habilidad”.
Los aportes de Valentín aclaran muchas dudas, pero no todas. En su criterio, Sucre ya tenía armado en su mente el esquema de un nuevo país, pero, si así fue, ¿por qué hay tantas cartas en las que él expresa su resistencia a hacerse cargo de la situación caótica del alto Perú? ¿O es que él era otro “mañudo” que pensaba una cosa y declaraba otra?
Ahora que el bicentenario está a la vuelta de la esquina, estos son los temas sobre los que tendríamos que armar debates, porque es tiempo de estudiar y exponer la historia de manera menos patriotera. Aprovecho, además, la inminencia de un encuentro de historiadores que se realizará en Cochabamba esta semana.
¿Fue un “amarre” la fundación de Bolivia? Quizás ayude saber que las actas de la Asamblea de 1825 revelan que todo se resolvió en una sola sesión, secreta, realizada el 5 de agosto: la independencia, el nombre del nuevo Estado, los homenajes a los libertadores, los diseños de la bandera y el escudo, el establecimiento de una nueva moneda y muchos otros temas.
Con todo amarrado, los diputados fueron a la asamblea pública del 6 de agosto, hicieron la pantomima de debatir, declararon la independencia y fundaron Bolivia.
Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.