La ventaja que tenemos en en este momento, en la construcción de una nueva narrativa política, es el proceso de decantación natural que se está produciendo y que permite un ajuste en la construcción ideológica.
La gran debilidad existente es la ausencia de partidos políticos ideológicos y la falta de organización. Ambas carencias dejan la vida política en una sociedad que se preció ser altamente ideologizada y ahora está en un limbo de consecuencias negativas previsibles.
Bolivia siempre tuvo organizaciones de masas y de cuadros que ordenaron el ejercicio de la ciudadanía y permitieron la canalización de la soberanía nacional. Obviamente, junto a la organización, estaban los ideólogos y pensadores que creaban el orden mental que dirigía la acción. El debilitamiento del sistema de representación y de sus formas organizativas dejan a la deriva y a la coyuntura los instrumentos de acuerdos y consensos sociales.
Identificada la realidad debemos realizar una evaluación de lo que se ha producido en el proceso electoral del Bicentenario.
El primero dato es la irrupción del Partido Demócrata Cristiano, que sirve de paraguas al nuevo Presidente y que nos obliga a buscar sus principios para comprender si ese es el camino que seguirá el ejercicio de la política. Jacques Maritain, considerado el ideólogo fundamental de la Democracia Cristiana (DC) internacional, propuso un pensamiento basado en el humanismo cristiano personalista, que defendía la democracia como el único sistema político compatible con la dignidad humana, influyendo en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en la doctrina social de la Iglesia Católica.
La DC enfatizaba la importancia de una "democracia arraigada en la persona y las comunidades vitales (familia, sindicatos, nación) como un "único navío frágil" que lleva la esperanza de la humanidad, que debe ser purificada y orientada a la transformación social y moral."
La propuesta ideológica del próximo gobierno se ha definido como de centro, prioriza lo nacional popular democrático, se configura en lo práctico como un capitalismo para todos, mide el tamaño del Estado para que cumpla la cualidad de aliado necesario de la gente y del desarrollo, y se aleja del país tranca, que no se conduele de las necesidades de la población.
La posición conservadora de Tuto Quiroga y el extremo discursivo de la izquierda irresponsable del MAS enfrentó al electorado que se sentía incómodo con el modo en el que se gestionaba el discurso de la política, la sociedad y el Estado.
En esa lógica, encontramos que el centro democrático está expresado ideológicamente en el liberalismo, la social democracia, el nacionalismo revolucionario y, ahora, la democracia cristiana. Esas tendencias fueron las que lograron los cambios concertados desde 1982, y de ellas nacieron las organizaciones y los partidos en todas sus expresiones, compartiendo alianzas y acuerdos de coyuntura.
Queda claro que en esa definición y en este momento, el MAS no califica en ninguna de sus versiones, excluyéndose por decisión propia.
El “centro democrático” es el espacio político e ideológico en el que se adoptan definiciones con sentido común que defienden la democracia, reconocen el Estado de Derecho, las leyes y su ejercicio pleno. En este se acepta la justicia independiente para dirimir controversias entre sujetos privados y públicos, y los derechos civiles, políticos, sociales y ambientales no están sometidos a la arbitrariedad de autócratas de turno.
Es un espacio en el que se prioriza el derecho al trabajo, a la producción, y basado en la seguridad jurídica, genera y administra el excedente. En él se concreta la libre iniciativa, la responsabilidad estatal sobre materias estratégicas claramente identificadas, y el aliento al desarrollo de la cultura; los derechos plenos de la mujer, el turismo, la creatividad, la libertad, la tolerancia y el respeto.
Esta parte conceptual encuentra manifestaciones prácticas en este momento que están demostrando el ajuste de la narrativa. El apoyo al nuevo gobierno por parte de Tuto Quiroga (conservador), al que se suma al de Samuel Doria Medina (social demócrata), la exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela en la posesión, la suspensión de Bolivia del ALBA y la redefinición de las alianzas internacionales más cercanas a los intereses legítimos que a los compromisos ideológicos, son señales que deberán sostener la reconfiguración de la sociedad en un Estado desconcertado frente a 20 años de masismo.
Carlos Hugo Molina es investigador social.
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