Si usted, durante sus años mozos, utilizó el adjetivo anglo cool, compartimos algo más que una forma de expresión coloquial: probablemente, pertenecemos a la generación que, de una u otra manera, fue influida por aquel fenómeno cultural que emergió desde las pantallas de nuestros televisores.
Algunos se refieren al mismo como “el momento en el que la música se hizo imagen”, descripción algo imprecisa, dado que, tiempo antes, algunos artistas ya contaban con imágenes de apoyo a sus canciones, películas inclusive, mostrando a los propios intérpretes simulando la ejecución de aquellas.
Esas producciones fueron los antecedentes de lo que sí vendría a instalarse (a institucionalizarse, incluso) gracias al dispositivo comunicacional al que nos referimos: esas tres letras que definieron el espíritu de época de entonces y su producto estrella, el videoclip –MTV–.
Pero los comienzos de la cadena de televisión musical por cable fueron poco auspiciosos –de hecho, carecía de auspicios–. Tras unos meses de prueba, sus fundadores estuvieron a punto de tirar la toalla al no obtener respuesta comercial a su innovadora propuesta; es decir, tenía muy pocos suscriptores, lo la hacía insostenible económicamente.
Nadie apostaba por algo así y hasta hubo una especie de boicot proveniente de las discográficas (luego convertidas en grandes beneficiarias del “invento”) y de otros medios. Y no hubiese pasado de 1982 –inició operaciones en 1981– si no venía a su rescate un genio de la publicidad que transformó en oro lo que todos veían como plomo. La piedra filosofal existe.
George Lois, de quien estamos hablando, lo narra así: “En 1968 creé un comercial para el cereal Maypo, que se hizo famoso. Su eslogan era breve y encantador: “¡I want my Maypo!” (¡Quiero mi Maypo!)”. Luego explica que una salida obvia era la de mostrar a un niño diciéndole a su madre tal frase; pero –acá radica la “gran idea”– la puso en boca de estrellas deportivas de la época repitiéndola en tono gracioso.
Años más tarde, los niños que habían crecido con el lema ya tenían entre 14 a 21 años, en coincidencia con la irrupción de MTV. Lois,“dueño” de la frase, la adaptó al nuevo momento y la transformó en “I want my MTV” y la puso en la voz e imagen, ya no de beisbolistas, basquetbolistas y futbolamericanistas, sino de estrellas de rock y de pop. Las suscripciones no tardaron en multiplicarse, superando toda expectativa. El resto, como suele decirse, es historia.
Debo decir que desde hace mucho le perdí la pista a la cadena, en parte porque me pasé a otros medios yporque ya había perdido su esencia. En afectación directa a su aura, las plataformas digitales, los sistemas de streaming y el propio cambio generacional prácticamente la borraron del mapa.
En lo personal, fue como una escuela para algunos de mis proyectos de los 80, 90 y la primera década de los 2000. Tuve, incluso, la oportunidad de estar en contacto, desde la pasión creativa, con algunos de sus productores. Recordar con afecto a Javier Andrade (Semana Rock, primer noticiero serio sobre el mundo de la música), ya fallecido, y a la despampanante y desenfadada Daysi Fuentes.
¿A qué viene todo este rollo? Primero, a que no puedo escribir sobre la coyuntura electoral, a riesgo de que la columna sea (mal)interpretada como “campaña” y este medio, multado y, segundo, porque MTV ha estado haciendo noticia estos días. Si bien ya había perdido terreno, el retiro de todos sus canales del rubro musical ha causado inusitado movimiento informativo. Si bien no es un final sino un giro en su modelo de negocio, deja cierta sensación de pérdida. Y eso no es cool.
Puka Reyesvilla es docente universitario.