Robert Prevost, el papa León XIV es un fraile de la Orden de San Agustín. Se ha escrito mucho sobre su personalidad y el mundo espera mucho de él. No abundaré sobre sus numerosos méritos y me referiré más bien a los agustinos y su trabajo en nuestro país.
Los padres agustinos holandeses, (correctamente, neerlandeses) llegaron a Bolivia en 1930 con el encargo de un trabajo misional en un extenso territorio, que abarcaba los Yungas y la provincia de Inquisivi. El padre Nico Beumer (2014) relata minuciosamente el trabajo extraordinario que cumplieron.
Desde 1949 la provincia holandesa de la Orden de San Agustín comenzó a contemplar la idea de crear un colegio en el país. Escogieron Cochabamba y compraron un terreno en la zona de Tupuraya, que en ese entonces era muy rural. La creación del colegio fue muy bien pensada, bien planificada se diría en el lenguaje tecnocrático de ahora. Formaron a los futuros profesores como ingenieros en la universidad agustina Villanueva en Filadelfia, Estados Unidos donde, sea dicho de paso, obtuvo sus galones académicos el actual papa. Se les juntaron otros padres que ya estaban en el país y un distinguido plantel de profesores bolivianos
Apuntaron a crear un colegio técnico de calidad, siguiendo el ejemplo de instituciones similares que había en Holanda. Antes de que el acrónimo se pusiera de moda, el énfasis estaba en STEM, las siglas en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas. Posteriormente, ya cuando los padres agustinos habían dejado el colegio, se reconocía explícitamente que el acento de la enseñanza estaba en STEM.
La importancia dada al STEM no impidió que se le prestase también atención a las humanidades y a otras ciencias. El padre Guillermo Saelman, que fuera director del colegio y que siempre lo tuvo en mente y corazón, además de ser un ingeniero de alto nivel, era un destacado teólogo y filósofo. Los agustinos, a pesar de ser de una orden monástica muy antigua, trajeron un catolicismo moderno, muy lejos del clericalismo.
Los años 1954-1955, cuando comenzó el colegio, fueron muy difíciles para la economía y las familias bolivianas, luego de la Revolución Nacional. Los alumnos, eran entonces solo varones. En retrospectiva, fue un gran desafío la apertura de esa institución educativa. Sería muy largo mencionar a los notables profesionales que allí hicieron su secundaria.
Varios de los ex alumnos se beneficiaron con becas para estudiar en instituciones técnicas de Eindhoven, Holanda, la capital del emporio en ese entonces de fabricación de artefactos eléctricos Phillips. Nos recogió del aeropuerto (yo estaba entre ellos, aunque iba a Lovaina, Bélgica) el padre Andrés Van Meegeren, a cuyo cuidado quedamos, y a quien se le debe mucho.
Si la ciudad de Cochabamba se ha convertido en un gran centro de software, con empresas de prestigio internacional (nuestro Silicon Valley) l, fue por la semilla sembrada por los padres ingenieros de San Agustín, aún si en sus épocas no se hablaba todavía de informática. La tradición agustina de énfasis en la ciencia y la tecnología la recogió muy competentemente la Fundación Educacional San Agustín (FESA), conformada por nuestros compatriotas. Los padres agustinos, por falta de personal, a su vez por falta de vocaciones sacerdotales, fueron transfiriendo progresivamente el colegio a un sobresaliente grupo de ex alumnos y de personalidades locales.
El último padre agustino que conocí bien fue Hans van den Berg, quien fuera rector nacional de la Universidad Católica Boliviana por dos periodos. El Dr. van den Berg es un hombre de una extraordinaria cultura, gran estudioso de la historia de las religiones y conocedor sin par de las naciones de nuestro Estado Plurinacional. Conoce sus lenguas, sus costumbres, su historia y sus creencias, con seguridad mucho mejor que los constituyentes del 2009 y sus asesores españoles. Ambicionaba hacer de la Católica un gran centro científico y una universidad completa.
Nico Beumer tituló su libro muy modestamente “Nadie les daba importancia”. Para su consuelo, el país los recuerda y le da mucha importancia a lo que aportaron.
Juan Antonio Morales es PhD en economía.