La función de la Vicepresidencia en Bolivia fue, hasta hace poco, solo un cargo de previsión en caso de deceso o impedimento del Presidente. Era –como coloquialmente se la calificó– la simple quinta rueda del carro estatal. Ninguna de las anteriores constituciones políticas del Estado le otorgaba una función relevante, salvo la actual. Por ejemplo, las constituciones de 1967 y de 1994 no señalan atribuciones específicas del Vicepresidente.
La situación cambia en el texto de la Constitución de febrero de 2009, promulgada por el gobierno de Evo Morales. En esta, toda una sección (segunda) tiene el honor de colocar en su título en el mismo rango al Presidente y al Vicepresidente, otorgando en su artículo 174 atribuciones específicas al “Vicepresidente del Estado”. Este artículo señala no solo la facultad de “asumir la Presidencia del Estado en los casos establecidos en la presente Constitución”, sino también las siguientes:
• Coordinar las relaciones entre el Órgano Ejecutivo, la Asamblea Legislativa Plurinacional y los gobiernos autónomos.
• Participar en las sesiones del consejo de ministros.
• Coadyuvar con la Presidenta o el Presidente del Estado en la dirección de la política general del Gobierno.
• Participar, conjuntamente con la Presidenta o el Presidente del Estado en la formulación de la política exterior, así como desempeñar misiones diplomáticas.
De esta manera, la Vicepresidencia deja de ser un accesorio para convertirse en una pieza importante, “coadyuvante”, en el manejo del Estado, a la del Presidente. ¿A qué se debió ese cambio súbito y radical?
La razón de tal modificación fue que en el año 2005 ganó las elecciones un indígena, Evo Morales, a todas luces carente de los recursos de conocimiento e instrucción que hasta entonces habían sido condiciones supuestas para la elección de un Primer Mandatario. Por supuesto, Evo disponía de recursos de carácter y liderazgo entre sus pares, pero nada comparable –por ejemplo– a los que ostentaba entonces El Mallku Felipe Quispe, quien, años antes, había protagonizado convulsiones sociales e incluso el derrocamiento del presidente Sánchez de Lozada. Felipe Quispe poseía no solo temperamento, sino también intelecto y conocimiento, más allá de las limitaciones que luego exhibiría Evo Morales en su función de Presidente.
En ese contexto, el Vicepresidente electo en 2005 fue Álvaro García Linera, un criollo con aires de intelectual y con clara ambición de poder. Álvaro había aprendido la importancia de lo indígena en Bolivia como subordinado de El Mallku Felipe Quispe. En ese noviciado también comprendió que no era prudente disputar la dirección a un indígena cuando se es simple albergado en su organización. De ahí su perfil relativamente bajo cuando fue Vicepresidente de Evo durante el gobierno del MAS. Relativamente bajo, pues fue él quien pergeñó la Constitución de 2009 que, en realidad, le otorgaba un poder estatal nunca antes concedido a ningún vicepresidente en Bolivia.
Lo desarrollado por Álvaro García Linera fue, en verdad, un auténtico chanchullo político. En Bolivia se entiende por chanchullo todo recurso ilícito para conseguir un fin o un lucro. Por ser ilícito, debe ser disimulado, aunque efectivo. Quien realmente manejaba el aparato del Estado era Álvaro, no Evo. Este último era solo la ciruela morena que coronaba la torta blanca, otorgando así al gobierno de entonces legitimidad y apetencia.
Jugarretas del destino: la CPE de 2009 ya no sirve a su creador, sino que está a disposición del nuevo Vicepresidente, Edmand Lara. ¿Cómo utilizará este excapitán el recurso constitucional que la sui generis política boliviana pone ahora en sus manos, en un contexto en el que el Presidente actual no tiene las limitaciones que caracterizaban antes a Evo Morales?
Pedro Portugal es historiador, especialista en temas de indígenas.
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