¿Por qué se nota que Andrónico es un muchachito con escaso conocimiento sobre lo que sucede a su alrededor? Hago esta pregunta sabiendo que todos notamos lo evidente: el joven no tiene preparación. Pregunto: ¿por qué no nos dimos cuenta de lo mismo al referirnos a Evo Morales? Tengo poca duda de que este parvulario de la política habla igual o incluso mejor que su exjefe. Sin embargo, ¿por qué al novato lo juzgamos y a Evo no? La respuesta está en la época en que vivimos.
En el año 2025 y hemos vivido 20 años al amparo de un masismo que aupó lo que Richard Seymour llama el “nacionalismo del desastre”. ¿Qué es este nacionalismo tan peculiar? Es un modelo político que no dialoga y, por el contrario, se dedica a la generación de miedos, la construcción de teorías de la conspiración, la visualización de enemigos mortales (de derecha), la propagación de odios irreconciliables. Ese nacionalismo, precisamente, ha sido el corazón del modelo masista.
Siguiendo a este autor, podemos afirmar que los neo-populistas y/o autoritarios manejaron, y lo hacen todavía, un discurso de permanente enfrentamiento. Estuvieron y están en una inagotable guerra contra las fuerzas de la derecha, del imperio y los racistas. Ese ha sido, durante dos décadas, el tenor discursivo de Morales. ¿Cuál fue su logro? Erigirse en el héroe del continente luchando contra el Imperio.
Tú le preguntabas qué sucede con las escuelas, cuál es el nivel profesional de los maestros, por qué Bolivia se aplaza en la prueba PISA y él, con el rostro guerrero, te respondía que esos detalles los verían después. Lo principal era impedir que las escuelas recibieran el influjo imperial, que no podían y no debían avanzar aupados por esa corriente enemiga. ¿Resultado? ¡Andrónico!
Y si le preguntabas qué pasaba con los enfermos de cáncer, si había suficientes aparatos para las tomografías, si el coronavirus podía ser tratado con vacunas rusas, el líder revolucionario te respondía que el Imperio quería inocularles algún veneno para evitar que se levanten y protesten, y que, por ende, mejor no recibir la vacuna gringa. ¿Resultado? Andrónico, Linera y demás bullangeros.
¿Eso es todo? No. Le preguntabas sobre nuestro comercio internacional, la necesidad de ampliar nuestros mercados, generar empleos y la respuesta era clara: viva China, Nicaragua, Venezuela y el ALBA. No necesitábamos nada más, aunque el comercio con los países del ALBA no haya sumado ni el 0,1% de nuestras exportaciones. ¿Qué importaba? Estábamos protegidos del influjo imperial. ¿Resultado? Andrónico, Linera, Moldiz y una centena de gritones. En suma, el apogeo del “nacionalismo del desastre” del que habla Seymour.
¿Nos extraña, pues, que Andrónico no sepa hoy nada de nada? Ya lo vimos, no es que no sepa nada de nada, ¡no quiso saber nada de nada! La posibilidad de debatir no existió jamás. Las consideraciones teóricas sobre la democracia deliberativa quedaron debidamente recluidas.
Andrónico, por tanto, no es más que el efecto de esta perversión de dos décadas de “nacionalismo del desastre”. Los valientes antitodo en realidad son los progenitores de este nuevo candidato. Él sólo es la hechura de un tiempo oscuro de griterío vacuo. Los machitos resultaron buenos insultando, pero débiles pensando. ¿Creemos que es un problema de Andrónico? No. Recordemos que Evo fue, es y seguirá siendo, un revoltoso anti-imperial. El cocalero es el ejemplo paradigmático de lo que significó el MAS: la idiotización altisonante de la palabra.
Pero, ¿no era inteligente el Alvarito? Sí, sin dudas, pero de una inteligencia ligada al engaño, el oscurantismo estadístico y, sobre todo, siguiendo a Seymour, la palabrería arrogante y altanera.
No es casual tener hoy, en 2025, candidatos que huelan a meritocracia. Voy a preferir siempre un error involuntario de gente exitosa –a eso se llama meritocracia- que el alarde penoso de 20 años de vocinglería hueca y altiva. Sé, pues, que, a pesar de una gama de errores usuales en un inicial espacio meritocrático, se ha inaugurado una nueva era de diálogo y se empieza a derrotar no sólo a Evo y a su gente, sino, sobre todo, a este modelo tan perverso del “nacionalismo del desastre”.
Mejor inauguremos una era de lo que pedantemente se denomina como democracia deliberativa. Y de ese juego deliberativo, como ya vimos, Andrónico y su agigantada tropa de cachascanistas revolucionarios sabe poco…
Diego Ayo es PhD en ciencias políticas.