Sí, puede ser. En estos momentos se está llevando a cabo el juicio más increíble de la historia política argentina por actos de corrupción de la expresidenta Cristina Kirchner, a la que se le endilga –según cifras preliminares, para algunos conservadores– haberse apropiado más de $us 50 mil millones de dólares de un centenar de obras públicas.
Ella, junto al arquitecto de toda la mafia criminal, inició su historia delincuencial en la provincia de Santa Cruz, en El Calafate, la ciudad natal de Néstor Kirchner, su marido e intelectual de la organización criminal.
Dos angurrientos políticos provincianos, desde muy jovencitos, se unieron en nupcias con un solo objetivo: robar. Empezaron con la intendencia de Río Gallegos del sur y luego fueron escalando y arrebatando espacios con extorsiones, chantajes y un sinfín de argucias, hasta que un día llegaron a la Presidencia nacional de Argentina.
El botín mayor había sido conquistado.
Sus testaferros, palos blancos y secretarios privados, que venían de hogares muy humildes, llegaron a ser dueños de extensiones de tierra igual o más grandes que toda la mancha urbana de la ciudad de Buenos Aires. Otros compraron docenas de propiedades en Nueva York, en Europa, en edificios exclusivos y zonas adineradas, sólo para magnates. Otro se compró una isla en un paraíso fiscal. Los más mediocres se hicieron de haciendas, casas, vehículos de lujo y joyería.
Era tan grande la red de coimas que le sacaban a empresarios ligados a la construcción de toda la industria, que llegaron a comprar una marroquinería en el barrio de El Once de la capital bonaerense para que les hiciera bolsos de cuero de un tamaño específico para que cupiesen en su interior exactamente un millón de dólares. Ya no contaban el dinero, lo pesaban.
Les encontraron bóvedas, cajas fuertes y una bitácora de la corrupción pormenorizada en la llamada causa de los cuadernos, donde se llevaba al detalle la captación de las coimas, su entrega en los bolsos en la Quinta de Olivos (oficina presidencial) en persona a Néstor y Cristina, quienes después hacían cargar los innumerables bolsos en el Tango 01, el avión presidencial, para su traslado a su guarida de origen del matrimonio mafioso: Río Gallegos, la capital de la provincia de Santa Cruz.
Pero si usted, amable lector, cree que hasta aquí la historia es alucinante, le tengo un dato más.
Todo se descubrió gracias a que un funcionario privado y de confianza de los Kirchner (Roberto Baratta), a quien conocieron en un bar y terminó siendo el brazo derecho del matrimonio inmoral, le encomendaron un único trabajo: recaudar las coimas. Así que decidió –por comodidad– que, en lugar de ir en su vehículo personal a cada empresa con los bolsos de cuero y evitarse la fatiga de encontrar parqueo, contratar los servicios de un taxista o remisero, como se les conoce en Argentina.
Lo que Baratta desconocía era que ese chofer ordinario elegido casi al azar era un militar retirado y cuya formación era la de vigía en los cuarteles, por lo que desarrolló el hábito de anotar en cuadernos de colegio y, con el mayor detalle posible, todo lo que veía y escuchaba.
Así que este taxista llenó ocho cuadernos, con letra menuda, con todas y cada una de las coimas entregadas, trayectos, reuniones, direcciones y la cantidad de bolsos atiborrados de dinero que eran llevados hacia los Kirchner, casi a diario. Pero no contento con esas anotaciones, decidió grabar videos en los que aparecen altos funcionarios haciendo la recolección de los bolsos con dólares.
El problema surgió cuando al taxista le escoció la angurria y empezó a pedir comisiones y buena parte, aunque sean migajas, de las coimas. Terminó comprando toda una flota de radio taxis a nombre de su esposa, quien sospechó y lo denunció a la policía. Fue ahí, cuando todo el castillo de naipes de los Kirchner se vino abajo gracias a un taxista angurriento y a una esposa recelosa. Dígame si no es alucinante.
Estos cuadernos llegaron a manos de un periodista (Diego Cabot), quien investigó el caso por más de ocho meses hasta que, con ayuda de la Fiscalía argentina, hicieron pública la mayor organización criminal de la política de ese país.
Es lo que se conoce como la causa de los cuadernos.
Así que amable lector, ahora nos tocará a nosotros, los bolivianos, conocer la mayor organización criminal masista de Bolivia y todas sus acciones malandras cometidas durante más de 20 años. ¿Será igual de alucinante?
Javier Medrano es periodista y cientista político.
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