cerrarIMG-20250911-WA0023IMG-20250911-WA0023
Brújula digital EQUIPO 1000x155px_
Brújula digital EQUIPO 1000x155px_
De media cancha | 15/09/2025

María Galindo y la UPEA

Diego Ayo
Diego Ayo

María Galindo fue vilmente abucheada por un grupo de estudiantes de la UPEA. ¿Qué es lo que podemos desentrañar de este suceso, a riesgo de ser duramente vilipendiado por los pocos, pero ruidosos aliados de la señora de virginal nombre? O, ¿por qué una persona notablemente ideologizada como Galindo tiene tanto éxito (al menos hasta su visita a esta universidad alteña)?

El fascinante libro de Yascha Mounk, La trampa identitaria, atisba una respuesta. El autor se explaya en una tesis demoledora: la gente se siente mayoritariamente incómoda defendiendo las recetas ideologizadas de una feminista radical. A esa gente le disgusta obedecer una suerte de manual con reglas jamás concertadas y excesiva y maliciosamente precisas.

¿Quiere usted defender a un gay? El manual ordena odiar a los machos segregadores. ¿Quiere usted defender a una mujer? El manual ordena odiar a los hombres. ¿Qué vemos? No vemos seres humanos dotados de un sinfín de propósitos. Vemos entes encarcelados dentro del estereotipo defendido, donde ser mujer es odiar al hombre y ser lesbiana es odiar a los heterosexuales. Esa es la religión simple, autoritariamente simple, de María.

Mounk suelta un dato revelador para Estados Unidos con probable extensión a nuestro país: el 85% de la gente –sí, ¡el 85%!– se siente incómoda con la reducción de la realidad a los moldes preestablecidos en las cabecitas ardientes de las Marías diseminadas por el planeta. La ciudadanía sabe que sus “yos” son notablemente más complejos. Su identidad individual es infinitamente más rica que esa identidad pomposamente auspiciada: ¿cómo puede un individuo–mujer poseedor de 55 rasgos terminar soterrado por una “identidad de género” que defiende cinco o seis rasgos? Insisto: a la gente le molesta esta simplificación.

Puedes ser fisiculturista, fanático de la Coca Cola, amante de Harry Potter, admirador de la selección de fútbol americano de Estados Unidos, degustador de la comida texana, entre otros rasgos, pero ninguno de esos rasgos sirve a la “identidad”. ¡Sirve que te declares lesbiana o feminista y detestes a los patriarcas! ¡Ya está! ¿Qué es, entonces, lo que tenemos enfrente? Una identidad–estereotipo. Y en esa (simplificadora) estereotipación reside el éxito de María.

¿Cómo se logra entrampar a muchos ciudadanos en ese simplificador eje de identificación? O, ¿cómo renuncias a poseer múltiples identidades para acabar alineándote a vivir una, ¡solamente una! faceta existencial? ¡Por miedo! El miedo es el principal vehículo de solidificación de estas chácharas ideológicas.

¿Tienes miedo a que un heterosexual te insulte? No hay problema, ¡la María y su tropa te va a defender! Ese es su éxito: yo te defiendo, tú te subvaloras amparado en una identidad empobrecedora. ¿Te joden? Yo te protejo: te ofrezco, pues, renunciar a tu variedad enorme de rasgos femeninos y anclarte en esta identidad–estereotipo. ¿Ya, hermana? ¡No pienses, no actúes, no leas!, no es necesario: ¡yo pienso, actúo y leo por ti! 

Por ende, hablamos de heterosexuales discriminadores con la misma facilidad que respiramos. ¿Es democrático? Apenas uno o dos de cada 10 ciudadanos apoya esa política. No es casual que la María haya buscado ser popular y lanzarse a las urnas. Su empeño no le ha reportado ni le reporta. ¡Claro que no!

La María no gusta ni interesa como candidata. A lo sumo, se le teme. Mounk ve que estas “minorías activas Marianas” están bien organizadas. Despliegan un modo de actuación al estilo terrorista: pocos soldados, perfectamente sincronizados entre sí, con posibilidad de matar a muchos. ¿Cuál es el eje de esa política? ¡El miedo! María no es popular, es violenta y genera descontento, indiferencia y/o miedo, pero casi nunca fe, atracción y/o convencimiento.

Tiene poderosas correas de trasmisión para acusar con pedante desenfado: “ellos son culpables”, casi obligando a tomar partido por su causa a riesgo de ser tildado de racista, homofóbico, machista. Mejor no arriesgarse a tener a la señorita dando vuelta por la oficina.

La UPEA, al parecer, no tuvo ese miedo. Podemos hablar de la UPEA en otra reflexión con espíritu crítico, pero, por de pronto, baste reconocer un hecho: no se dejaron intimidar por el dedo señalizador de la María. ¡Les importó un carajo! En un mundo que piensa que María es una democrática feminista, la UPEA modificó los roles. Ellos se apegaron y apegan a códigos democráticos defendiéndose ante la narcisista enamorada de su culto, ella se apegó y apega a códigos caprichosamente enlatados en verdades imaginadas y foráneas.

¿Sí? Sí, la última y reveladora comprobación de Mounk transita intensamente por esa ruta: estos cultores de lo “políticamente correcto” –las Marías– son blancos, (pos)universitarios y urbanos, ¡como la María! La dama, por tanto, es la paradójica personificación de lo que critica, más allá de la simbología revolucionaria de los collares, pintura, vestimenta, estrambóticos que porta.

¿Qué es pues María? Es un personaje autoritario que de tanto buscar, haciendo dedos, insultando y provocando, acaba encontrando. Quien busca, encuentra. Tan simple como eso.

Diego Ayo es PhD en ciencias políticas.



BRÚJULA-colnatur diciembre-2024 copia
BRÚJULA-colnatur diciembre-2024 copia
200
200
ArteRankingMerco2025-300x300
ArteRankingMerco2025-300x300